362 REPERTORIO AMERICANO y que Paul Morand delimitó en su agudisimo estudio sobre Reverdy. Este despojarse de la tragedia ambiente, del dolor minucioso, para construirse una noble arquitectura, y conquistar sobre el espacio inexplorado su dominio hasta acordar el ritmo propio al profundo latido universal, sólo se logra como en el caso de Rafael Maya. después de una insistente y dolorosa disección. Entonces el poeta va más allá de si mismo y su canto es casi otra voz cósmica, apenas humanizada por el temblor emocional. es en esa universalidad donde reside el más alto don lirico de Rafael Maya, universalidad de horizonte y de profundidad en que el poeta comienza a obligar el mundo a la medida de su canto. Por eso, en la lirica de Indoamérica no existe hoy el artista integral que pudiera acoplarse con Maya.
Recorreriamos en vano el itinerario del continente sin hallar la voz inspirada capaz de, oponerse a los coros solemnes de este poeta total.
Ya era tiempo de decirlo, y sobran dias para acabar de demostrarlo.
José Umaña Bernal José Eguren: Sus mejores poesías y Véanse las entregas 8, 9, 11 y 22 del fomo en curso.
Tomadas, y corregidas, del Boletin Bibliográfico de la Biblioteca de la Universidad Mayor de San Marcos. Lima. Entrega correspondiente a diciembre de 1924 Otros poemas Gacelas hermanas clásico, y clásico ultramoderno, tiene ya su primacia rotunda en la proyección artistica de Hispanoamérica. El circulo integral de su obra se ha hecho tan amplio y dilatado que abarca y domina otros circulos menores. Casi todos caben en él, muchos coinciden abundantemente con su radio innumerado, pero ninguno dilata su visión cósmica y universal como el poeta inagotable que hace sonar ahora, sobre la más alta cordillera espiritual de Indoamérica, sus coros del mediodía. Un recelo encogido ha silenciado esta afirmación evidente: Rafael Maya es, en las generaciones novísimas, la más amplia, firme y segura voz lirica del continente.
El itinerario lirico de la Aniérica india es hoy tan profuso y divergente, que su interpretación se hace casi imposible en los limites de esta acotación. Bajo el meridiano argentino los grupos de poetas, orientados por las nuevas escuelas, se multiplican en forma, agresiva por su difusión númerica, pero felizmente discreta por el tono de artistas menores que los caracteriza. No surge alli perdón Borges, Girondo el poeta de toda la lira, capaz de resumir el canto integral del hombre y del mundo en la forma perfecta en que lo ha hecho entre nos.
otros Rafael Maya. La lirica argentina carece hoy de exaltación universal, y se mueve dentro de un estridentismo ambiguo que la deja huérfana de la serenidad necesaria en las obras perpetuables al través de los años.
Los poetas australes saben ser airosamente cinemáticos. Adelantan ellos un ejercicio de renovación que apresurará la revelación del poeta integral, hasta hoy inédito en el hervor trepidante de la gran patria argentina.
Chile pais de hombres duros y de mujeres espléndidas ha sido secularmente hostil a la exaltación lirica. Hoy se afirman alli Neruda y Pablo de Roca como epigonos de las tendencias más urgentes. Neruda llega a veces a la universalidad de Rafael Maya, y tiene con él no pocos puntos de entendimiento. Pero Neruda también como la casi totalidad de los nuevos liricos de América busca con sorprendente obstinación la sorpresa de la forma, la originalidad exterior, la manera dislocada, y casi irresponsable, que hace de la poesia una serie de saltos mortales en el vacío. De aqui la superioridad trascendente de Rafael Maya que ha sabido aquilatar su originalidad absoluta dentro de una forma acabada y serena. En Neruda la expresión es, a veces, vacilante, casi balbuciente: en Maya es siempre limpida y segura. No se deja él dominar como el lírico chileno por la manera huracanada e indómita sino que sabe domarla y hacerla suya hasta ofrecerla fácil y sencilla con una diafanidad alucinante.
Lo mismo que Neruda, Pablo de Roca cultiva una lirica trepidante, con acentos intermitentes de genialidad, pero también desorbitada en la forma que en el es sólo un reflejo de su desequilibrio espiritual. ni Neruda, ni de Roca, se afirman triunfalmente al compararlos con Rafael Maya.
Poetas excelentes ambos, ninguno llega a la integridad inspirada de Maya, ni acierta a equilibrarse con él en la dilatada y luminosa visión del cosmos. Neruda, y los maestros argentinos son hoy las cariatides más cinceladas de la lirica nueva. Después de ellos viene la legión de poetas menores, creadores de proyecciones intrigantes, de catalogación imposible por su profusión sorprendente, pero ninguno de ellos signado por el dios en la forma olímpica con que ha sido señalado Rafael Maya.
La poesia de Maya violenta los circulos familiares, el dolor y la alegría cotidiana, y adquiere, en su último libro, un vuelo universal, que es para mi el eje más seguro de su obra. Maya planea ya, con alas abundantes, sobre ces grands terrains que les poetes modernes on conquis sur le néant, Gacelas hermanas!
Eran dos; en el bosque sombrio, las vi en la mañana.
Luego reclinadas en los dulces helechos hermosos, las vi por la playa.
Ya tiernas, livianas por los viejos caminos huían del cuerno de caza.
Luego en la montaña al oculto dios campesino oraban, oraban. en la tarde blanca, las ví muertas en claro de bosque igacelas hermanas!
Visiones de enero Como de leyenda, en remota hacienda se veia el huerto de las negras aguas, con altos paraguas de plantas verdosas; en el musgo muerto las sendas se pierden como temerosas; nos da la vertiente oculta, distante, monótono ruido; la fronda gigante se ha descolorido; donde amarillean las vigas musgosas del puente caido, unas grandes aves en las altas copas gritan y aletean.
De la bruna casa en los soportales están los blasones con pardos halcones caudales y ornamentaciones; las viejas paredes murciégalos rubios golpean; sobre los aluvios y ojivas ondean y dan en los grises cuartones ancianos, donde duermen planos.
Alli, una marquesa blanca, de calesa.
mora los veranos con la niña blonda, la flor abismada.
En la temporada de la hacienda andina encontré a la niña tenue, cavilosa como de neblina; al pasar ligera vestibulo indiano, su palabra era como azul preludio de Chopin, lejano; alli. de su sueño lánguida dulzura contemplé silente, bajo fronda obscura por los barandales de la antigua estanza: sonrió tristemente: y hallé misteriosa su linda romanza: y en melancolia por la galería de tapices rojos, como de la muerte vaga celestia contemplé en sus ojos; y al sentir la bruma que la obscurecia pensé de la niña de las soledades en el huerto negro de viejas edades, en casa vetusta de raros sonidos en donde vagaran los aparecidos de mirada adusta; pensé en las mansiones de tribulaciones de donde, con brillos de Luna de plata fué una niña hermosa, en la paseata, hacia la festiva, cercana pradera: la niña azulada que nunca volviera: y al ver el ensueño de mi guiadora.
luz encantadora, la segui anhelaute bajo cobertizo de morbo fragante; por la pieza umbria, la sala de arreos y de monteria; leve, soñadora en sus rondinelas por los cortinajes y las pasarelas despedía el frio, el hielo de aurora; con mirar arcano, siguió por dormidos y plumbeos salones, sin tocar el piano de muertas canciones: por mustias estancias de descoloridas matices de fresa do, pensé, estaria la sutil marquesa de alegres vagancias con la lamparilla a la alcoba fuimos verd: y amarilla: cuando oi, doliente sonámbula, fuente, pregunté a la niña, de las soledades, si gozar podia en mansión umbria, donde el genio vive, de las heredades; y ella respondióme con débil acento. El mudo aislamiento para mi anoranza no habrá en las ciudades. en la galanura, pintoresca vista del golfo amatista. No turba mi sueño la bóveda obscura. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica