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360 REPERTORIO AMERICANO EI IV Centenario de Alberto Durero Para Repertorio Americano LA Europa culta acaba de celebrar los centenarios de dos genios de la pintura: el cuarto centenario de Durero, el sexto, y el primer centenario de Goya, el 16 de abril. Los dos han sido centenarios de muerte ¡La muerte celebrada, la muerte festejada! Es que los genios no mueren nunca. Comienzan verdaderamente a vivir cuando la frágil vida corporal termina. los hombres extraordinarios los rechaza la muerte. Ella no acoge en su negro e infinito seno sino a los pequeños, a los que formando la inmensa mayoría, somos como la yerba en el vasto panorama de la historia, en el que, como montañas, se levantan los genios que se embeben de idealidad en las regiones etéreas. Los hombres extraordinarios son los que, verdaderamente, viven; los muertos somos nosotros. Ellos vencen a la muerte. este triunfo es el que celebran las generaciones que les suceden.
Esta primavera ha sido la primavera eterna de Durero y Goya que, con tres siglos de diferencia, tienen, sin embargo, más de un punto de contacto: los dos nacieron en humildes cunas, hijo de un artesano, el de Nuremberg; y de un labriego, el de Fuendetodos. El uno representa la fusión del arte nórdico con el del mediodía; el otro, la ebullición de inquietudes del arte de la edad moderna. El uno es el estilo gótico; el otro es, como afirma Ors, el estilo barroco. El un vivió el tremendo conflicto religioso de la Reforma; el otro sufrió la gran sacudida política de la Revolución Francesa. Los dos son representativos de sus razas, y universales, al mismo tiempo.
Los dos son retratistas pasmosos, consumados en la composición e insuperables grabadores. En una cosa se diferencian: el alemán ama el detalle, que tanto preocupa a los artistas nórdicos; el español parece que pinta a Zarpazos, sobre la vida, con garra leonina.
No queremos apurar el paralelo ni hablar, a la vez, de estos dos colosos, en un ligero trabajo periodístico. Digamos algo del primero en el tiempo, mas 110 en el genio de estos iguales: evoquemos a Alberto Durero.
Allá, a mediados del sabio siglo xv, apareció en Alemania este artista extraño, que es el escultor, poeta, filósofo, grabador, sin rival en el mundo. Era de Nuremberg, y apareció con la Reforma, en esa conmoción de la conciencia humana.
En el umbral del magnifico florecimiento renacentista, al fin del siglo xv, todo tremante de vuelo, el espíritu de occidente se nimba de luz antigua. Los descubrimientos de Colón y de Vasco de Gama abren un nuevo ciclo de epopeyas. Europa, despertando de un largo sopor, ensaya toda la potencialidad de su genio.
En ese momento, Rabelais desata la risa de Pantagruel afirmando la viviente libertad del pensamiento creador; Miguel Angel eleva al cielo, como ofrenda votiva, el domo de San Pedro y escribe una nueva Biblia en los muros de la Sixtina; la bondad sonriente de Rafael se expande en las logias vaticanas; y a las orillas del Arno, la sonrisa sabia del portentoso de Vinci brilla con su resplandor más sutil. En los países de la latinidad, el sol renacencista hace abrir de nuevo la flor de oro de las edades paganas.
En los países nórdicos, fieles a sus tradiciones de razón, de libre examen, de voluntad tenaz y de análisis paciente, Martin Lutero sacude un yugo secular, y Alberto Durero fija, de una manera definitiva, la busca de la belleza eterna, el ansia de verdad, el sentimiento acendrado, la precisión del detalle, que obsesionan a los artistas de su raza.
Italia ha sido y es como un imán para todos los aceros del arte. Durero el más fino y sensible acero alemán, a Italia fué.
En Bolonia se encontró con Rafael, y allí los dos maestros, que se comprendieron, cambiaron sus retratos. Luego Durero fué a Venecia y allí se quedó extasiado ante la luz bermeja que enflora la ciudad única. Eran los días gloriosos en que: Retrato de Lucas Van Leyden (Grabado de Durero)
genuino representante de la escuela germánica, fuerte, dura, triste, taciturna, impregnada de metafísica, llena de audacias y genialidades, entre notas de humorismo cruel, fantasias visionarias e ideologias filosóficas, Su figura dice lo que son sus obras. Ahí están sus autoretratos del Prado y de Munich. Su rostro acerado y livido de Cristo macerado encuadra una gran melena, que en rubios, sedeños y largos bucles le cae hasta los hombros. Como el divino Leonardo era enciclopédico: pintor. Temblaba la imperial Bizancio del León de San Marcos al rugido.
La Huelga Fue el propio Presidente del Círculo de Obreros, y que el papel de jefe del movimiento hacía, quien gritaba. Adelante! En marcha, compañeros!
Bajemos a la plaza! Que viva la anarquía.
Gritando como locos y en alto los sombreros, llegamos a la plaza repletos de osadia, pero de pronto vimos, brillantes los aceros, marchar contra nosotros a la caballería.
Si no salimos todos contusos o lisiados, como debió ocurrirnos incuestionablemente, fué porque dispararon al aire los soldados.
Pero faltó muy poco para salir maltrechos, porque una bala casi nos mata al Presidente, que estaba agazapado sobre uno de los techos. Trilussa El Tiziano, entonces en el apogeo de su genio, decoraba la ciudad maravillosa con dionisiacos frescos, en los que quedaron para siempre apresados, todo el azul del cielo de Italia, todo el verde del Adriático, todo el rojo pasional del medio día, y todo el oro que Venecia arrebató a Bizancio.
Durero sonrie ante aquel ale Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica