REPERTORIO AMERICANO 139 OCTAVIO JIMENEZ alcalde Garcia; si él cree que tienes razón, aunque sea contra el rey, te ayudará. Qué me contesta usted, señor alcalde? preguntó el joven vestido de negro. Cuenta los hechos, dame los nombres y las pruebas. y se hará justicia.
El muchacho narró lo ocurrido y terminó diciendo. La anciana enferma moribunda no tiene inconveniente en declarar. Entonces, que vengan dos testigos y el notario, y vamos allá.
El corregidor se envolvió en su capa, y en compañía de los dos testigos, del notario, de un escribiente y del muchacho fueron a una casa pequeña próxima a la iglesia parroquiai.
La vieja era muy vieja y muy enferma, pero estaba en el dominio de todas sus facultades; recibió la visita de las autoridades con calma, y después de jurar en nombre de Dios decir la verdad, exclamo. Me alegro que hayan venido usias a mi pobre casa, porque el remordimiento me tiene atosigada el alma. Sí, yo creo que nozco a los que mataron a la cómica, y no lo he dicho ante la justicia porque estoy baldada por el reuma y no he podido ir a declarar, y cuando conté a un hijo mío lo que pasaba, me dijo éste que veia visiones y que no me metiera en lo que no me importaba.
Está bien. Cvente claramente lo que paso y lo que vió dijo el alcalde. Pues verá usia: todo fué una pura casualidad. El dia del crimen, mi hijo, al marcharse, después de comer, a trabajar al majuelo, me preguntó si yo recordaba dónde estaban unas botas viejas. suyas. Por la tarde fui a un cuarto que tenemos en la parte de atrás, donde guardamos los aperos de labranza, y estaba allí registrando y viendo las cosas una a una. Este cuarto tiene, y luego si ustedes quieren lo pueden ver, un ventanillo que da la calle de la Cadena. No sé qué ocurrencia me dió, o si es que oi alguna voz, el caso es que tuve la curiosidad de mirar por allí, y poniendo un cajón en el suelo y subiéndome a él me asome por el ventanillo y vi a dos hombres en acecho. Los conoció usted. preguntó el corregidor. Si ¿Quiénes eran. Don Diego de Acosta y el Capitán.
Los testigos y el notario y el jovencito vestido de negro miraron a García, que no parpadeo. No deje usted de apuntarlo todo dijo el corregidor al escribiente; y luego añadió, dirigiéndose a la vieja: Siga usted. Don Diego iba a cuerpo; el Capitán, a pesar de que no hacía frío, llevaba una capa negra. Como yo, lo mismo que todo el pueblo, sabia que don Diego y el Capitán eran hombres de aventuras, supuse que se trataria de algún enredo amoroso. Estuve mirándolos durante algún tiempo ir y venir por la calle desierta; me fui a trabajar, y al anochecer volvi de nuevo a curiosear desde el ventanillo. De pronto, apareció un hombre y entró en el portal de la tia Cándida; no era ni don Diego ni el Capitán; no era ninguno del El alcaide de la cárcel, que consideraba todos los procedimientos buenos para descubrir un crimen, comenzó por atemorizar a los culpables, poniendo por las noches en su calaABOGADO NOTARIO bozo una calavera entre dos velas; luego dio tormento al Capitán y a don Diego, y al fin éstos confesaron OFICINA: El pueblo entero se había declarado en 50 varas al Oeste de la Tesorería contra de los culpables; creia que don Rode la Junta de Caridad.
drigo intentaría salvar a su hijo por cualquier medio y todo el mundo estaba dispuesto a TELEFONO 4184 APARTADO 338 no permitirlo.
Sobre el alcalde pesaban mil influencias; su hija estaba enferma, grave; su mujer lloraba Creia yo en aquel instante que don Diego constantemente; su sobrino Fernando y don y el Capitán se habrian marchado; pero en Rodrigo pedían indulto.
esto les vi aparecer a los dos, y a los pocos Antes que nada es la justicia repetia momentos volvieron corriendo. El Capitán el corregidor.
llevaba una mujer en los brazos. Entraron en El viejo Acosta compró al alcaide y a los casa de la tia Cándida. La mujer no grito; demás carceleros a peso de oro para que perquizá llevaba la boca tapada. Espere, y una mitiesen escapar a don Dreso y propuso al hora más tarde, ya de noche, salieron la secorregidor que hiciera la vista gorda.
nora alta y el galán de negro, y poco después, García no aceptó.
el Capitán y don Diego, con un bulto obscuAcosta le suscitó pleitos para arruinarle.
ro en brazos. Ya no vi más.
El alcalde no se rindió.
Mi hijo volvió aquel día muy tarde del majuelo, y me contó que debajo del puento La hija se agravo; pidió a su padre perdón había visto a dos hombres, que le parecieron para su novio. El alcalde dijo que él no era el Capitán y don Diego, apisonando la tierra. quien para perdonar.
Al día siguiente, cuando se supo la muerte Contra viento y marea llevó el proceso hasde la comica, le dije ya a mi hijo: ta el fin, y no paró hasta que envió a los dos. No habrán sido los asesinos esos dos? criminales al patibulo.
Porque yo les vi salir de casa de la tía CánSu hija Epifania murió; el sobrino Fernandida. mi hijo me contestó: Madre, usdo huyó del pueblo, de la hacienda del Tom ted chochea, usted no ha visto nada.
balos no quedó nada; toda se la comieron los es todo lo que sé, señores concluyó curiales, diciendo la vieja.
El dia de la ejecución, por la mañana, el Se le leyó la declaración, en la que puso una cruz por no saber firmar, y se retiraron buen alcaide García cruzó el pueblo. La genlas autoridades te, al verle, le abría paso, le miraba y le sa Al día siguiente, el corregidor, con el al ludaba con respeto. Las campanas tocaban a guacil y el escribano, fueron a la orilla del muerto. Un gran paño negro cubría el escurio: debajo del del puente mandaron cavar en do del palacio de los Acostas.
distintos puntos a un bracero, y encont El alcalde vió como el verdugo agarrotaba la capa del Capitán manchada de sangre y dos puños, que pertenecian a don Diego.
a los dos criminales; luego volvió a su casa, sacó el macho, en donde hizo montar a su muPor la noche, don Diego y el eran presos y llevados a la cárcel con escolta, jer, y dijo: El asombro del pueblo fué extraordinario. Vamos, mujer. Ya no tenemos nada que Don Rodrigo de Acosta se presentó en casa hacer aqui.
de Garcia furioso, indignado, pero cuando el los dos, cruzando el pueblo, se marcha corregidor le mostró las pruebas, el viejo hi ron de él para no volver más.
dalgo quedó confundido.
Eso Capitán In angello cum libello Kempis. En un rinconcito, con un librito, un buen cigarro y una copa de ANIS IMPERIAL pueblo.
SUAVE. DELICIOSO SIN IGUAL.
FABRICA NACIONAL DE LICORES Era mi hermano el cómico interrumpió el jovencito vestido de negro. Estuvo esperando el hombre en el portal siguió diciendo la vieja hasta que se acercó una mujer tapada, alta, gruesa, que desapareció en la casa.
SAN JOSE, COSTA RICA