Bourgeoisie

REPERTORIO AMERICANO 107 Lope de Vega y la poesia contemporánea española Por RAFAEL ALBERTI De Revista Cubana. La Habana. Cuba. Abril, mayo y junio, 1935 ty Véase la entraga anterior)
Pero en duda, alguna vez oyó un cantar como los que aun hoy se cantan en Asturias: solo. Grandes calores trae el verano. Pero el se ha procurado salvar de los calores y los frios. Su salvación definitiva ocurre el 27 de agosto de 1635 Después de las últimas contribuciones al espiritu popular del gran Lope de Vega y otros poetas del xvii, la pedantería de los cultos del xvin y la grandilocuencia de los románticos no pueden comprender la trascendencia, la gracia de esta poesia.
cambio, los poetas y músicos anónimos y el teatro de los sainetistas Ramón de la Cruz, Castillo continúan poniendo en movimiento la rueda ligera entonces como nunca, de lo popular. Al mismo tiempo que en la corte se baila el minué, por las plazuelas de los barrios bajos saltan la zarabandas, las chaconas, los boleros, las tonadillas, y, mientras los embozados de Goya rondan las calles bajo los primeros faroles que alumbran a Madrid, del corralón de una posada, parador de la posta de Andalucia, salen acompañadas de olés y palillos, estas sevillanas: Yo soy quién cuida la oveja, yo soy quien carda la lana. pa jacer buenos colchones, mientras yo duermo en la paja; Lope, toda esa ternura doméstica se le va deshaciendo en color: Lopito muere en el Mar Caribe, frente a las costas de Méjico; Marcela, la hija que más quiso, se enclaustró en el convento de las Descalzas Reales, y la ligerísima Antonia Clara, Antonica, como él la llamó, se fugó con un cortesano a los 17 años de edad. Su última amante Marta de Nevares, su Amarilis, se queda ciega, falleciendo tres años antes que él. no sólo su complicada vida, su pecado y arrepentimiento colman su obra, España en su totalidad, en lo que tuvo ésta de exhibición y de aventura, de aciertos y desconciertos. Ciudadano nuevo, siente clarear los derechos civiles del burgués que comienza. Como Cervantes, él también presencia el choque de dos economias en pugna. No avillana a sus villanos, los remonta de clase, los clasifica en la nueva clasificación del derecho. Se encuentra con Hermandades que jafircan el teatro, que lo hacen solar o corral, dándole vecindad ciudadana; y la carreta de Lope de Rueda, con sus ásperos jaramagos aldeanos, puede detenerse y, de la mano presentadora de Lope, tomar posesión de su nueva vida política y social. Villanos y pastores, mozas fuertes y varoniles, graciosos, criados y artesanos, pueden ponerse a jugar su juego villanesco a la vista del público. La égogla cortesana y la bufonesca tropilla del camino se han encontrado en la escena. El teatro abre sus puertas a una muchedumbre de ciudad, donde el analfabeto y el que está en vías de leer se juntan. Nuevas democracias facilitan el camino. Los reyes de las comedias se admiran de la dignidad de los villanos, siendo un nuevo honor el que mata, y no punta de espada, sino a gradañazos como correspondie al matador. El pueblo toma corporeidad. Si Fuente Ovejuna mató al Comendador un siglo antes, es un siglo después cuando el público se entera del suceso.
Este glosador de sucesos que es Lope, lo echa a rodar entre sus autos y comedias, como una rueda de molino, rueda de justicia que llega hasta nosotros con toda la grave severidad de su argumento. Lope no intercala letrillas y bailecillos por moda, por halagar a la cazuela de los corrales. En Lope hay una necesidad de palpitar con aquellos a los que no sabe bien si pertenece, si su sangre le tira más del lado diestro o del siniestro.
No se ciñe a cantarlos o bailarlos, sino que los deja asomar con su tristeza auténtica o con su risa demasiado estrepitosa, sin control, risa de guardián de ovejas, llanto de pastor de rebaños: y el viento guadarrameño le hizo pensar en esta queja mientras se calentaba sus pies en las brasas del carbón de aceituna.
Cuando Lope consigue ver representadas sus obras en los países extranjeros, son siempre esas uyas, maestras, muest el conflicto de dos tiempos, el dolor humano, la dignidad del individuo o de la colectividad. Qué alegria sentirle tan vivo nuestros ojos cuando se alza el telón! Lope alzó el telón del siglo xvi con un gesto modernisimo de hombre de teatro. Se derramó a raudales sobre los problemas latentes de su época. los presentó sin heterodoxias, como estos problemas eran tan sentidos por aquellos espectadores impertinentes, bravucones de Flandes y de América, soldados últimos, que poco a poco tenían que disolverse en el descenso imperial de España y pensar en comprar y vender baratijas por los barrios o enamorar viudas. Ellos y un madrileñisimo público son los auténticos espectadores de un verdadero rio de obras, cuyos títulos, sólo algunos, he ordenado por capricho esta tarde, a modo de letrilla o romance, veces, son refranes, frases hechas, principios de coplas, versillos de seis, de cinco, de ocho sílabas. Ay rio de Sevilla, qué bien pareces, lleno de velas blancas y ramos verdes!
Ya vienen de Sanlúcar, rompiendo el agua, a la Torre del Oro, barcos de plata.
Los barcos enramados van a Triana: el primero de todos me lleva el alma.
Zarpa la capitana, y los ecos responden a las trompetas. Ay rio de Sevilla quién te pasase sin que mis zapatillas se me mojasen. Qué bien pareces lleno de velas blancas, y ramos verdes!
El Heredero del Cielo.
Más vale salto de mata.
Santiago el Verde.
El Caballero de Olmedo.
El galán de la Membrilla.
El villano en su rincón.
El ruiseñor de Sevilla.
No son todos ruiseñones, La serrana de la vera.
La sortija del olvido.
La burgalesa de Lerma.
El vaquero de Moraña.
Las almenas de Toro, Los Guzmanes de Toral.
Al pasar al arroyo. Qué milagro sucede? Estas seguidillas, po.
pulares aun en el siglo xvi, son de Lope de Vega. Todavía hoy, la primera sobre todojay rio de Sevilla, qué bien pareces alternada con otras sevillanas posteriores, reaparecido en los tablados, en las calles y en discos de gramofono, con gran éxito, ayudada por Federico García Lorca y la gran bailadora La Argentinita.
Pero las invasiones napoleónicas paran, de pronto, los pies de los bailarines. Goya presencia el fusilamiento de sus majas. Por toda la península, cargas de coraceros y dragones, que son rechazadas en Bailén por este pueblo desprevenido, con un tropel de garrochistas andaluces, armados con los mismos palos y picas de derribar las reses bravas. En medio de estas luchas, la copla popular no se ausenta. Siempre encuentra manera de burlarse de los uniformes invasores y de sus jerarquias, cantándose en Cádiz. Ay Dios, qué noches tan bravas!
Estas dicen que desean en la Corte los señores que duermen ensabanados entre algodones y olores.
Verás como están los prados. Ay de los negros pastores!
Con frecuencia, una copla le sirve para inflarla y obtener tres actos. El tiempo no cuenta para su capacidad creadora. Es como si un tapiz sin fin le hubiese llevado de sitio en sitio, de asunto asunto, Lope, recogiendo con su pluma de ave, mojada en improvisación y gracia, ha ido reseñando lo observado. Sin tiempo para nada debió de andar entre los suyos, adelantando al Duque de Sesa sus escritos, terciando en academias, buscando padrino para sus hijos, casa pare sus citas, iglesia para sus misas, empresaric para sus comedias, altares para su arrepentimiento.
Arrepentido y con dolor y amor, madrugó una mañana para regar sus alhelies. Está Con el plomo que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas tirabuzones.
Con las balas que tira el Mariscal Suhle se hacen las gaditanas mantilla azul. así salpica, matizando de verdades las praderas de sus cantos y misterios. Sin mientras ¿qué se hacen los poetas cultos? El romanticismo ha llegado. Todos es