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REPERTORIO AMERICANO 21 El castigo y el del cuento En cierto libro, escrito en tiemonopolio de la fuerza, que el rras hiperbóreas, de teologia hacauce Gobierno gobierne; pero una sanHe este cuento: Murió un glotón, ción común y poco psicológica auDe El Sol Madrid tal vez con aprensiones de castimenta la notoriedad de los delingo. Pero se las aquietó al penetrar en un vasto recinto, de li.
En la selva, por Bagaria cuentes y el encallecimiento de los forajidos.
neas nobles, respirando un lujo Esos necesitados de dureza, esos severo, donde, con acogida cortés, sedientos de emociones crudas, se le hizo pasar a una cámara de esos residuos de incapacidad civil, labrado techo, ventanales de luz que sólo procuran irrisión para mitigada y mullidas alfombras.
España y mal nombre y esterillUn maestresala de perfecto estilo dad para los ideales a que se le rogo que se sentara a io mesa creen contiguos, tienen su plato, y mentara su plato predilecto. El predilecto, como el protagonista recién ilegado pidió un par de poPara castigarlos, lo llos bien dorados al asador. Como mejor seria servirselo.
si su elección hubiese sido previa Les desplace, les irrita la consible, se los sirvieron al punto, y vivencia tolerante, la libertad proestaban perfectos. Ya no hubo pia armonizada con la de los de más preguntas, y en las comidas más, la dificil victoria sobre sucesivas vino infaliblemente el mismos: apetecen un modo harto par de pollos. Menguada variedistinto, con santo y seña elemendad la de esta cocina celestetal, uso de armas, cierto grado de acabó por decir el nuevo huésped.
promiscuidad en los cobijos, al Los pollos son para toda la eterguna especie de insignias o jae.
nidad respondió con torvo gui.
ces y una vida de preferencia al ño el marstresala porque esto del trabaja organizado maso el cielo menos Dar a cada ruin lo que quiere, El leon. Oye: si vas a las ciudades no le vuelvas animal doméstico!
vaga al hielo y al calor, pero para siempre; no se puede llamar cruel a este castigo; pero El tigre. Pero, león. Comparado con sus habitantes, con súbitas irrupciones, sorpresas ¿quién puede presumir de eso?
no lo hay más completo y acabsentre alaridos, ataques ciegos, fodo gonazos, saciedad del más áspero Gran ruindad de España es la gusto de la hombria. Pues bien: endemia en ella de la violencia:ción humana, de incendiarios y nuestras jaras y breñales o en todo eso se halla en esa positie violencia de hirsutos y de ondu cortadores de la oreja de Malco, nuestras callejas y avenidas, anunidad de todos los que efectivalados, de gañanes de taberna y de tradicionalistas de trabuco y dan necesitados de alguna sanmente usaron violencia: el balapollos de bar, de rufianes del rey libertadores a lo gangster. Esos ción. Bien está el desarme, bien llón disciplinario.
y de pistoleros de la emancipa. variados elementos, sueltos entre está que el Estado reivindique su José Carner Erasmo encuentra a John Colet plicación diferian de las dol Lévitico. Otra Es aleccionador el episodio. Muy de actualidad. Bien vale la pena recogerlo. Lo cuenta Marcel Bataillon en prólogo de El Enchiridion, edición de Damaso Alonso, Madrid, 1932: fe viva, se les descubría en San Pablo el manantial cuyas aguas se habian empantanado cada vez más durante siglos. Para ellos la primitiva religión del espiritu habia degenerado en un nuevo judaismo, con un sin fin de ceremonias, con imposiciones alimentarias e indumentarias que sólo en la comCuando Erasmo publicó el Enchiridion, tenia poco menos de cuarenta años, y llevaba diecisiete de vida clerical o monástica. Sus años de fraile en el convento de Steyn (148793) no habían sido más que una experiencia negativa. Lo mismo cabe decir de su carrera teologica en la Sorbona. Tedio e insatisfacción eran los frutos que engendraba la religión al uso. De repente, en 1499, se oriento su vida, hasta entonces sin rumbo, mal ave.
nida con el ambiente eclesiástico, atraida va gamente por el humanismo sin profundidad que introducian en la Sorbona los Andrelini y los Gaguin. Llevado a Inglaterra por su discipulo y mecenas William Blount, encontró en Oxford a John Colet, que, de vuelta de Italia, explicaba literal y fervorosamente las Epistolas de San Pablo, haciendo patente en ellas lo original, lo eternamente vivo del Cristianismo. Entonces se le reveló una reli.
gión puramente espiritual, tan distinta del formalismo monástico y de los silogismos sorbónicos como la ley nueva de la antigua. cuantos clérigos o seglares tenian sed do La recuerda Bonilla y San Martin, en el Prólogo del Elogio de la Estullicia, de Erasmo, traducción directa del latin de Julio Pujol, y edición de la Libreria General de Victoriano Suárez, Madrid, 1917: Entre aquellas Facecias del maldiciente Poggio, que tantas veces hemos leido y celebrado juntos, recordarls, querido Julio, que hay una donde el autor cuenta la historia de cierto sacerdote que predicando un dia ante sus feligreses, al recordar que el Salvador sustento a 000 hombres con cinco panes, dijo, por error, soo en vez de 000. Como su ayudante le hiciera notar, en vox baja, que se engañaba en el número: Calla, tonto le contesto. que demasiado harin si creen en los soos No te parece que alguna parte del espiritu de las Facetiae ha pasado al Encomiun Moriae, aunque con mayor severidad y con intención mas profunda? Yo para mi tengo que, sin la residencia en Italia, Erasmo no hubiera escrito el Elogio de la Esluiticia, vez el temor de Dios, que no es sino principio de la sabiduria, oprimia las almas borrando el sentido de la ley de gracia. Otra vez, pues, eran de actualidad las enseñanzas del Apóstol de los gentiles. Era San Pablo quien daba el santo y seña a cuantos caminaban a tien Incorporarse a Cristo, hacerse miembro del cuerpo mistico cuya cabeza es Cristo. Nacer a vida nueva, como participe de lo divino, era la única manera de superar la sofistica de los teólogos profe.
sionales, acabando al mismo tiempo con el farisaismo avasallador de la moral y de la religion. Ya lo habían sospechado los estoicos al buscar a la divinidad en lo más intimo de su propio ser. En el alma de cada cris.
tiano habia de cumplirse la revelación archivada en los Evangelios y las Epistolas.
Quien era miembro de Jesucristo era dueño de la más alta y profunda filosofia, ciencia sabrosa que no hincha y que no tiene nada que ver con el orgulloso saber de maestros y doctores. En John Colet resplandecia viva esta Philosofia Christi, que iba a actuar tan decisivamente en la orientación de Erasmo.
Tanto la persona como la doctrina del maes.
tro de Oxford, ocuparon ya siempre lugar preferente en su santuario interior Años después trazará Erasmo, en díptico conmovedor, un retrato inolvidable de Colet junto con otro, no menos admirable, de Jean Vitrier.