Violence

254 REPERTORIO AMERICANO El mito de la selva a dusta de la tragedia americana Por LUIS ALBERTO SANCHEZ Envio del autor. Santiago de Chile, Febrero de 1936.
Cuando apareció La Vorágine. no hubo escenden serpientes pero regalan blandura quien no dijera que esa era la más exacta de alfombra a los pies fatigados. el verinterpretación de la selva americana. Sin de claro u oscuro del ambiente, no tiene la embargo, lo mismo se aseveró cuando se monotonía del azul permanente de ciertos publicó Canaán. El colombiano y el bra sectores de los Andes, en donde se conjuga silero incidían en el mismo tema y en la el blanco y el cobalto como únicos matices.
misma región: el caucho y la selva amazo La leyenda de la tragedia se atenúa, ennica. sus acentos son dispares.
tonces, y uno comprende que la desventaja Se arguirá que cada escritor tiene su pun publicitaria de la selva consisten en que en to de vista. asi es, por cierto. Pero, en ella todo es violento por ser aislado, mientonces, no cabo hablar de exactas interpretaciones ya que, por contera, el glosador ignora lo que el artista pinta y su juicio resulta no de otra cosa que de su preKrishnamurti juicio para imaginar un panorama y un Envio de la autora. Nueva York, marzo de 1956 asunto Rivera fué un temperamento esencialmente clasicista en la forma, y romántico en la inspiración. Por eso poseyó esa curiosa mezcla de grand locuencia y sobriedad. Sus adjetivos eran epitetos, como los de Guillermo Valencia, su compatriota y acaso su modelo; pero el epiteto nadaba entre un mar de palabras sonoras que traducia sentimientos también ganosos de ecos. La Vorágine logró no ser un sonetario en prosa, como Tierra de Promisión porque la tierra bravia del oriente sudamericano no admite transacciones con la decl declamación. La selva amazónica dictó su obra a Rivera, hombre lento, contemplativo, cauto, de ojos aterciopelados, bigotillo sedoso, gran estatura y ánimo chico, modales untuosos, voz tácita, color moreno y nostalgia aguda, a quien la aventura lanzó por los vericuetos de la montaña.
Graca Aranha poseyó otras características. Hombre viajado y parco, hasta donde lo permiten el café, las cariocas y el sol brasileño, escarbó planificadamente en el (Cabeza de Bourdelle)
problema de la colonización de la selva de No sé si te soñé o si algún día su país. No lo arrastró a él el embrujo de te vislumbré en la rima de un soneto: la maraña tropical. Su exhuberancia hu sin saber tu existencia, ya mi inquieto mana pudo más que la exhuberancia vege anhelo de verdad, te presentia.
tal del Amazones. así nació Canaán. Acaso sin saberlo, yo tenía retazo humano en el que los árboles gigan tu amor dentro de mí, como un secreto.
tescos no dictan leyes, sino que cumplen la Aun no te había visto y tu amuleto voluntad del machete.
contra el mundano amor me protegia. través de todo aquello, y de otras verY al verte, antes de oírte, con certeza, siones más o menos facundiosas, amaneció el timbre de tu voz ya conocía, para muchos turistas de América y sus li y aun antes de escuchar lu Gran Promesa, bros, la emoción de la selva cruel, patética, la dulce convicción llegó a mi mente sanguinaria. Nació el dicho que algunos de que ahora, después, y eternamente, atentos a lecturas del Times. Le Petit mi errante corazón fe adoraria.
Parisien y New York Times. suelen enunciar: la novela americana es demasiado rígida, adusta, como su naturaleza. yo y he de ser álomo quizá en tu mundo, nunca hice otra cosa que negar. No por detalle apenas en tu gran paisaje, vergüenza a la verdad sino porque esa y mirarás del mar lo que es profundo, no es toda la verdad, y porque, además, el sin fijarſe en la gola entre el oleaje.
glosador no debe limitarse a los resultados, y he de ser nube quizás en tu cielo, sino que está en la obligación de indagar hilo en la malla del celeste encaje, las causas y cruzará todo el azul tu vuelo Alguna vez, en mis andanzas, me interne sin apegarle a un mísero celaje.
por los vericuetos de la selva. No niego que y como a lánta cosa en tus confines.
la manigua ejerce un atractivo prodigioso, me mirarás sin verme en tu sendero.
y que subuyuga, pero, frente a la crueldad Mas como así ha de ser para ſus fines del hombre, la alegria del turpial y la de perfección universal, yo quiero inconsciencia del mono, el parloteo del paser un lirio fragante en tus jardines pagayo y la sonrisa de los arroyos y co o en tu noche infinita, algún lucero.
rrenteras, son notas de fresco optimismo. El agobio del sol se atenúa en los esteros somAlma Fiori breados por gigantescos árboles. Las lianas New York, Primavera de 1935 tras que en el llano, en la cordillera, junto al mar, subsiste la misma violencia, pero embozada y múltiple, lo cual da a la crueldad física los atributos de la opresión social. esta diferencia es la que suscita engaños y desorienta a las gentes. sobre todo, a esa otra clase de gentes que son los críticos literarios cuando no han oteado otros horizontes que los de las pistas de asfalto, aqui, allá o acullá.
Sin ir muy lejos, no pocos han calificado a la entretenida novela de Diomedes de Pereyra. El valle del sol. como una tipica expresión de la selva. Sin embargo, mirándolo bien, resulta que es una expresión de la fiebre amazónica, tal como un hombre con 40 temperatura es siempre un hombre, pero un hombre anormal, hipertrofiado de mente y de ensibilidad.
El cotejo entre sólo El Valle del Sol y La Vorágine. indica qué extremada posición puede llevar el deslumbramiento, porque sus páginas revelan una actitud de azoro, de descubrimiento, de hallazgo. Nada de familiaridad. sin embargo, en la tragedia montañesa, en el drama tropical de la jungla, existen, com en todo drama humano, pastorales e idilios, que sin caer en la blandura melodramática de Pablo y Virginia poseen categoria humana y dan su risa al viento, apesar de que el dolor está presente y no se emboza Ultimamente, apareció La serpiente de oro por Ciro Alegria. Naturalmente ha sido comparada esta novela que obtuvo un premio de concurso en Santiago con La Vorágine a la que se parece por la misma razón por la cual Paul Whiteman se parece a Joe Louis: ser hombres y tratar de ganar dinero, el uno con sinfonías de Harlem y el otro con sus puños de Harlem. través de las páginas de Alegria se me ha aparecido evidentísima la urdimbre de las novelas de la selva americana, y el aparatoso atuendo de tragedia con que ojos románticos y superficiales, han querido revestir una tragedia que se basta a si misma porque es tragedia humana.
Ya saben todos los que se interesan en cuestiones literarias que Ciro Alegria es un joven peruano, da filiación política apriste, de estado social, desterrado; de profesión, escritor; de actitud, beligerante y soñadora.
Sus veinticuatro años, signados ya con largas prisiones y persecuciones en defensa de la Justicia. han desembocado en esta novela, cuyos defectos son nada ante sus grandes cualidades, porque aquellos son fruto de sus pocos años y los segundos son dignos de más copiosa experiencia y edad.
Alegria vivió largo tiempo en el ambiente de su novela, en la ceja de montaña regada por el Marañón. Fue protagonista de sus dramas y participó en sus festividades De todo lo cual arrancó los tipos relatos y trama de su La serpiente de oro que es la verdadera protagonista de su libro, en el cual el rio Marañón dicta su ley inexorable. La serpiente de oro enfoca la selva, pero desde un ángulo distinto. Acá no hay tremor buscado, sino levedad vital. Las cosas vienen solas, como la noche y el día; y los personajes actúan con la inconexión y la espontaneidad de los monos que se columpian en las ramas, listos a zarpar a una rama que puede ser la más distante de la que escogieron, porque la escogitación supone otros elementos. No escasea el drama