REPERTORIO AMERICANO 179 es echar más le atrae, es lo que conviene al mayor número.
Se ha echado en cara, con frecuencia, a un hombre, la frialdad, como una anulación de los resortes humanos. Seguramente hay pocos hombres más apasionados que Trotski.
Seguramente pocos aparecen menos apasionados a través de sus escritos. El control evita el desbordamiento. No es que aplaudamos esto o lo otro. Nos limitamos a declarar hechos a ver personas tales y como son. Es cuestión de caracteres. Lo que no se puede abajo un tipo humano porque no se sienta lo mismo que él, o de la misma manera.
Azaña, como escritor, además de haber dirigido dos revistas literarias y políticas de tanta influencia en su tiempo como La Pluma y España. publicó su primer libro el año 1919, en la Biblioteca Calleja: Estudios de Política Francesa Contemporánea. La Política Militar. Una especial afición llevaba al que después habia de ser primer ministro de la Guerra de la lica a enfren tarse con los más árduos problemas militares, a iniciar su carrera de escritor con un libro de indole militar. La admiración de Azaña a Francia es sabida. Sin dejar un ápice de su españolismo al lado, hay perfiles o facetas en este politico que parecen hechos según moldes franceses. Como político, quisiera que el pueblo por el gobernado tuviera todas las cualidades del español, con la neutralización de ciertas dificiles inclinaciones mediante un temperamento de educación estilo francés.
No sólo en este libro, sino en otros muchos, y en sus escritos de critica literaria, se le la admiración hacia lo francés. Quizás por esto mismo ha gustado de estudiar intensamente a un escritor como don Juan Valera, que es el que mezclaba más andalucismo (otra raiz de España) con mayor cantidad de esprit francés, con ribetes volterianos y todo lo que en su vida de diplomático pudo adquirir de cultura francesa. Conocida es la amistad de Azaña con grandes políticos franceses. Sobre todo con Herriot. Se cuenta que cuando Herriot estuvo en Madrid, conoció más a fondo Manuel Azaña de lo que había tenido ocasión de tratarle en Paris. que le dijo, después de una conversa ción Es extraño ver un hombre político de la cultura de usted. lo que respondió Azaña. Más raro es ver a un hombre de la cultura de usted, metido en politica Ignoro la autenticidad de este diálogo y como me lo contaron lo cuento.
Don Juan Valera merece la atención de dos obras de Azaña, a más de estudios sueltos en revistas La primera, titulada La Novela de Pepita Jiménez. es el análisis mejor que hasta hoy se haya hecho sobre la obra maestra del escritor cordobés. Después, Valera en Italia (Editorial Páez, 1929. Fué Azaña a Italia durante la Gran Guerra y su afición a lo valeriano le hizo andar en averiguaciones sobre la época que don Juan vivió por alla.
La época romántica italiana de la formación nacional. como estudioso preparado, el breve libro encierra los conocimientos más considerables sobre toda la península, en gran parte de su historia Viene más adelante, coincidiendo con la instauración de la república, un libro vibrante, fruto de largos meses de silencio. Porque Azaña guardó durante la dictadura un silencio de brevisimas interrupciones, sobre todo en cuanto a materia política se refiera. Sólo al final, sale violentamente para tomar parte en el comité revolucionario. Plumas y Palabras está publicado en 1931. Año decisivo, impulso y lanzadera de toda la vida pública de Azaña.
Desde entonces ha publicado Mi rebelión en Barcelona. donde justificó su actitud y deshizo acusaciones que le ciñeron con ocasión del movimiento catalán de octubre de 1934; y En el Poder y la Oposición. colección de discursos.
Para entrar, a propósito de esta obra, en el Azaña orador (la palabra orador quizás no sea la exacta, pero no hay otra por el momento. dejamos sus obras teatrales, entre las que merece subrayarse La Corona.
Azaña, orador, vuelve por unos fueros de estilo español que quitaron de en medio aquellos años en que Castelar triunfaba, y cuyo rescoldo parlamentario ha perdurado mucho en España, no sin dejar de transitar hasta las Américas para adornarse con todas las flores del trópico. aquellas oraciones de las que se dijo que eran la nada, esponjándose en el vacío. y que tanto privaron y admiraron a la gente, ha sucedido, por obra de Azaña. una expresión diametralmente opuesta. Las modas pueden forzar mis o menos según quien tenga la fuerza de imponerlas y, sobre todo, de darles un empuje suficiente para que persistan y dejen de ser modas. Pero lo certero está en acomodarlas al tiempo; todo lo demás no son sino bronas de mejor o peor gusto. Azaña orador, está de acuerdo total con lo que exige el tiempo La emoción no está completamente apartada de los argumentos y las las frases exactas, y has.
to hay veces en que el aplauso brota más facilmente ante una contundencia de líneas rectas que ante un barroco excesivamente adorrado. Por otra parte, el ángulo hiere más que la redondela, al chocar la cabeza con él, en cualquier descuido arquitectónico. Así acontece con la oratoria de Azaña. no es que esté exenta de elegancia. Tiere, dentro de su definido decir, una elegancia recta, varonil. Dista mucho del floripondio y de los pliegues, pero tiene la caída certera, firme, de una vestimenta de hombre bien cortada. si dentro de esa vestimenta van unos hombros macizos, tanta mayor seguri dad. El discurso de Azaña, podrá convencer o no, según las mismas disposiciones de animo del oyente, pero siempre deja esa impresión segura al oído (y después, más adentro. de que allí está eliminado todo lo supérfluo y de que la verdad al menos la verdad del que habla aparece sin necesidad de ser desnuda; vestida, pero anunciando lo que hay debajo. Sin la delicadeza de la transparencia, pero con la seguridad de un molde bien hecho, de un equilibrio perfecto entre continente y contenido.
Uno de los discursos más caracteristicos y más logrados de Azaña fué el que pronunció en Bilbao el 14 de julio de 1935. Es curioso ver cómo no usa de los trucos de afirmación, ni rehuye la verdad aunque le pueca contrariar momentáneamente. Sin dejar de darse cuenta de que está ante una masa numerosa, no recurre a la complacencia para atraérsela. Sabe que los que hay alli han ido para escucharle.
Conoce la disposición favorable.
Pero no la cultiv para aumentarla. Antes bien, dice lo que tiene que decir y no deja tiempo para emborrizarlo o decorarlo excesivamente, en desmedro de lo necesario y con peligro de una pérdida de tiempo.
Es del mayor interés ver como este director no trata de sonreír a los dirigidos más de lo que conviene para su propio prestigio.
Cómo desaparece aqui la oratoria de callejuela, la fácil complacencia improductiva. El evolucionario se distancia a cosa hecha de toda actitud que le haga aparecer como héгое. Cuando llega más lejos, cuando se adivina lejano el peligro de caer en aquellos recursos, un golpe viene a cortar la continuidad, pero remata gallardamente y sin que ia desviación aparezca como un retroceso En el discurso citado que quizás fue el más trascendental de los pronunciados por politicos españoles de todos los campos durante la preparación de las últimas elecciones aparece el Azaña orador con perfiles más netos que en ningún otro, a nuestro juicio. Podemos tomarlo en público.
Abonando esa postura mejor, posiciónde no tratar de complacer al auditorio, Azaha inicia su discurso con una demostración de que a esos actos no se debe acudir por simple simpatia personal.
not manera de hablar en como ejemplo de su Aquí viene un partido republicano a decir a sus correligionarios o a los que JOHN KEITH CO.
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