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Giro bancario sobre Nueva York.
SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA El suelo es la única propiedad plena del hombre y tesoro comunque a todos louala, por lo que para la dicha de la persona y la calma publica, no se ha de ceder, ni fiar a otro, ni hipotecar jamás. JOSE MARTI En Costa Rica Atenas. Horacio. Paris. Rubén Darío Por PALLAIS, Pbro. Envio del autor. León de Nicaragua 90 racio no es helenizado, sino heleno, Rubén no es afrancesado, sino francés. Con uvas griegas, vino latino; con abejas galas, miel de Castilla.
Quinto Horacio Flaco es Quinto Horacio Flaco. nadie ha imitado nunca y aconseja en subrayadas y maliciosas palabras, que nadie le imite nunca, en su carta a los hijos de Lucio Calpurnio Pison.
Rubén Darío es Rubén Darío. nadie ha imitado nunca y aconseja en palabras terminantes: No imitéis a nadie y menos mi en su prólogo de Prosas Profanas.
Horacio en sus Odas y en sus Sátiras juega con todos los metros menores de los griegos y de los romanos como un gran señor de las palabras que van y vuelven mecidas con vueltas iguales, no como un acólito, sino como un maestro de ceremonias, barajando, aumentando, disminuyendo, cambiando, en el maravilloso baile del dado de las seis vueltas, todas las reglas de la sabiduría de los viejos y todas las aventuras del atrevimiento de los nuevos, hasta venir a parar en una poesía estudiada y no estudiada, inventada y no inventada curiosa felicitas con mucho estudio, curiosa, y con mucha libertad, felicitas, mester de clerecía y mester de juglaria, al mismo tiempo: Horacio el mar Egeo y los vientos son propicios y la onda purpúrea resuena en torno de la quilla y el cielo está azul y Zeus ha dejado de ser el que amontona las nubes. El remanso de Atenas.
Así, en Rubén, no encontramos, ninguna de las tonterías verdes o rojas de las multitudes istas, ninguna de las mejicanerias caribeñas a lo Calles o a lo Garrido Canibal. El remanso de Paris. La sabiduría, sagesse de Paul Verlaine: muy siglo dieciocho y muy antiguo y muy moderno, audaz, cosmopolita, con Hugo fuerte, y con Verlaine ambiguo y una sed de ilusiones infinita.
No sé si las autoridades universitarias hayan mirado con buenos ojos mi participación en esta fiesta conmemorativa. Es de suponer que no, siendo yo tan out law, protocolar y oficialmente hablando.
Es bueno en todo caso curarse en salud, y como un conjuro de neutralización para entrar en materia in medias res, como queria Horacio, yo diría: el doctor Juan de Dios Vanegas tiene la culpa de que yo haya tomado un númere del programa en esta conmemoración Horaciana.
Leo en la biografia de Quinto Horacio FlaCO De fué a Atenas, donde pasó varios años de su juventud. me quedo repitiendo silenciosamente, pasó varios años y de su juventud y dónde? En Atenas. Esta Atenas segunda de alejandrinos que no ha dejado de ser aquella Atenas primera de Aristófanes y de Sofocles, la de después de las guerras Médicas. Sencillas y naturales palabras. Asi son de sencillos y naturales, los bajo relieves de las metopas del Parthenon Así también, cuando he leido en la biografía de Rubén Darío Pasó varios años de su segunda juventud en París me he quedado repitiendo silenciosamente, pasó varios años de su segunda juventud, en París. El Paris de Rabelais, el París de Villon y de Ronsard, el Paris segundo que nunca ha dejado de ser primero de Hello, de Barvey Aurevilly, de Verlaine, de Rimbaud y de Augusto Matias du Villiers de Isle Adán, el mismo Paris donde Aloysius Bertrand publicó sus Fantasías de Gaspar de la noche Porque, y lo digo sin miedo, apesar de los pingüinos de la retórica en España y América, Atenas y Paris, Horacio y Rubén. Hay ecuación? En sus cátedras los declamadores dicen que no, porque como ellos no lo habían dicho nunca; pero, Atenas y Horacio, Paris y Rubén, sí hay ecuación.
Quinto Horacio Flaco, aunque haya vivido algún tiempo en la primera mañanita del imperio, a la sombra de la dichosa paz octaviana, en la buena compañía de Mecenas y de Asinius Pollion, es hijo sin embargo, nuestro Horacio de los días mareados y mecidos, contra viento y marea de la transición de la república al imperio. Mario, como quien dice un remolino; Sila como quien dice un ciclón y Sertorio con sus cosas de España que eran el caso de aquel tiempo y Catilina con su comunismo más mejicano que ruso, puesto que era un vastísimo plan para robar en grande escala y los acontecimientos en torbellino de aquellos tres grandes hombres tremendos del primer triunvirato: Craso, Pompeyo y César. Sin embargo, toda la poesía de Horacio, tan personal y tan vivida, está como dentro de un paréntesis. Ni en las Odas, ni en las Sátiras ni en las Epistolas, en ideas, en sentimientos, en palabras. qué se hizo la perturbación. Dónde está la embriaguez del vino rojo de tan huracanadas revoluciones? El poeta va y vuelve con dulce paso de serenidad griega, al compás de los remos, en Yo que la verleniana zampona toco a veces bajo los verdes mirtos y bajo los cipreses.
Pero no tenéis derecho de decir, Horacio el helenizado, Rubén el afrancesado, no. HoComo esto es una glosa, quiero referirme a una observación personal, a un caso de mi clinica, como dirian los médicos.
Sumergido desde hace más de siete años, en el mar negro de las ruinas mayores y máximas, radicalmente solo, rodeado de cobradores innumerables, en mi Brujas de Flandes, ciudad cristiana y gótica, a cien mil millones de leguas de Méjico, en esta isla, he podido dedicarme como un alemán, como un flamenco, al problema de la literalidad de las versiones de Homero. Cómo podríamos llegar a demostrar que la versión francesa de la Iliada de Leconte de Isle no es la más literal de todas?
Ahora bien, con conocimiento de causa, entonces y comparando, digo que los exámetros de Horacio en las Epistolas, más que los de Virgilio en la Eneida y en las Eglogas, representan en latín, el mismo modo del exámetro mayor, del exámetro solemne de Homero en la Ilíada y en la Odisea, el mismo tono, la misma marcha, el mismo paso, el mismo compás.
Horacio compuso sus Epistolas en sus úl timos años, cuando ya pasado el epicureismo de la juventud, había llegado a una equilibrada plenitud estoica. Horacio en Atenas, había oido repetidas veces, en las Panateneas, en las Dionisiacas y en todas las fiestas panegiricas, cantados por coros juveniles los exámetros de Homero.
Así también, recordáis la ecuación Atenas (Pasa a la página anterior)
Rubén Dario ISIP. LA TRIBUNA