REPERTORIO AMERICANO 215 Del itinerario de un condenado Por SERAFIN DELMAR Envio del autor. Penitenciaria de Lima. Agosto 26 de 1936. Ud. es el señor en el hoyuelo de sus manos ca. Para servirle.
vernosas, y con qué cuidado pone. Gracias Queria conocerlo, el piquito del pichón a su ancha porque seré su compañero por 15 boca para illes metiendo alimen.
años tos con la punta de la lengua.
Me miró y quiso sonreír.
Cuando se duermen satisfechos. Esta vez si creo que no me los coloca en sus nidos. Entonces dan condicional Jajajay. él. eufórico los contempla y sonbuena que les he hecho a esos rie.
marranos; porque si no, me claDia a dia estamos los presos van internamiento.
viendo como crecen y como dan. Cómo, ya estuvo preso?
los primeros pasos sobre la mesa inquiri del comedor. El los quiere como Esta casa la conozco, tanto cosi fueran sus propios hijos. Cuen.
mo a mi propia celda. En 12 años ta a sus amigos de las gracias que se puede conocer. no es verdad?
hacen, de como los malcriados se Me perdonaron los jueces, y juensucian en la mano, de como a re no regresar. Entonces si que veces se ponen insoportables al no era prisión! Pues, ahora con los querer abrir el piquito para reci.
politicos más parece un hotel de bir los alimentos Otros parecen emigrantes.
unos sapitos con las bocas chatas Es una forma de autoconsoy eternamente abiertas de glotolarse, amigo. En el Perú no puenes que son Ellos quiere, los de ser buena una prisión donde quiere con el alma.
viven y mueren los políticos.
Pero este hombre es raro, porDe pronto, sus ojos se cubrieron que no teniendo otros amigos que le celajes interiores, y con una los pájaros prisioneros, les da li.
sonrisa triste que aguaitaba por bertad cuando algún preso sale.
entre sus blancos dientes, arrasY al suceder esto, él los contemtre sus palabras sumisamente.
pla con ojos húmedos. ratos hijos huérfanos, amigo.
llora viendo que los pajarillos Preso yo. La madre en Santo Toapenas vuelan, que no pueden sosmás. Maldita entraña! Si ella no tenerse sobre las ramas de log árhubiera llorado besando al difua boles, como si estuvieran mareato, no la habria acusado ante la dos y no comprendieran la liberpolicía. Pero me dolió que quisietad. No cantan: se ponen tristes y ra al difunto más que mí, que Se le salió el burro lloran, igual que un hombre cuanera su esposo legal. Qué diablo!
Madera de Emilia Prieto do vuelve a nacer, triste y viejo Uno no sabe como aprieta el code haber sufrido en la cárcel.
razón cuando se llena de celos.
Esta es la vida del 700. Le que Lo mismo me sucedió con la pri dándose cuenta de que el hombre cae jala la pita tembloroso de ria, porque todavía en el latía un mera mujer. Son los celos que se necesita consolarse. Son tan bue placer, desfigurándasele la cara corazón. Pero una mañana, lo vi enraizan como un tumor maligno. nos, que viendo a los hombres de por si rara y extraña. Al fin que con otros reclusos aventaba Después de esto. qué hacer? Ten opacos como un día de invierno, del dia son varios los pajarillos piedras a lo alto de un árbol.
go por fuerza que volver a mi ofis dan vueltas por aqui, por allá, y prisioneros que van a la jaula. Qué hay. le interrogué cio: criar pájaros. Como soyen con su trino despiertan las her grande que 700 tiene en acucioso.
fermo, no me obligarán a traba. mosas mariposas que, rondando la celda. El los cuida y los mima. Ná, que se me ha escapao un jar. Dios es justo con los hombres, por las flores, se detienen a con Mas los pajarillos ya no cantan, rájaro ingratón.
porque al hacerme dijo: este es templar el cielo y el canto. Mas se pelean entre ellos, se odian y El animalito que apenas podía hijo de la cárcel. y para conso las flores, meciendo una sonrisa, se hacen daño. Hay otra jaula con volar, cayó atontado al suelo, sallarme me dió hernia. Podré agra Se dan a las mariposas tiernamen. varios nidos, donde los pichon tó el 700 con una ligereza fe decerle? Si, me dice una voz, te, y el viento tenue y azul ondu. citos todavia sin plumas, al piar lina le arrancó la cabecita.
porque ni los hombres fuertes la el espejo de las aguas que rie. hacen llorar a sus padres que im. Ahora, escápate, condenao vencen a la muerte cuando tra ean el jardín, donde los gorriones potentes miran desde dentro de la Cruñó que daba asco, bajan en los talleres. Alli rondan y canarios se bañan y beben pa jaula. Piensan sufren. Llaman. Mas, con gallarda postura avenla tuberculosis y la locura, her. ra tener el canto fresco. Les sale la voz del corazón, y tó a uno y otro lado la cabeza y manadas como si no fuéramos hi.
cuando los hijos responden. se el cuerpito del pajarillo que toda jos de Dios.
destrozan el cráneo peleandose vía pulsaba. Le miré, y en su caAgazapado tras un arbusto, para luego dejarse morir. Pero, ra no adverti la menor emoción, En el jardín los pajarillos se preso 700 acecha la trampa. cuán tierno es el 700 con los pi. Sólo sus dientes se avergonzaron desesperan cantando, tal vez si cuando un pajarillo se acerca y choncitos: los abriga en el pecho, cuando quiso sonreir.
El perro de la Odisea Cuando Ulises, fatigado de sufrir por los embrujados caminos, llega sigilosamente a su ciudad, nadie le reconoce. La paciente Penélope no adivina en su figura tostada por los soles y los vientos del mar, al rey que partió un dia a combatir a los troyanos; el perro en cambio, no bien lo ve acercarse, descubre al amo ausente tantos años y cae muerto a sus pies.
Este episodio, que es uno de los más conmovedores de la Odisea, parecia exagerado al senior vizconde de Chateaubriand. El perro de Frank Hueter acaba de probarnos que Homero no incurrió en la exageración que le atribuye el escritor francés. Frank Hueter se halla recluido en una prisión de Nueva York. Sus amigos se resignaron y su esposa, a la manera de la ilustre Penélope, quién sabe lo que estará tejiendo.
El can, en cambio, no pudo sobrellevar la ausencia. Rechazado por los guardianes, se volvió astuto y diligente y después de observar las costumbres de la cárcel, consiguió pasar por el portón clandestinamente, escondido entre los bultos de los presos. De este modo cayó en los brazos del presidario y es como los funcionarios que antes le perseguían se compadecieron de su nostalgia y encontraron en su actitud asunto para una moraleja dominical.
El perro de Hueter ha dado una vez más a los moralistas y a los que componen cuentos infantiles, habitualmente con tan escasa fortuna, una lección de fidelidad y de solidaridad. Alberto Gerchunoff. En Caras y Caretas. Buenos Aires)