REPERTORIO AMERICANO Tomo XXXI SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA San losé, Costa Rica 1936 Jueves de Mayo Año XVII No. 754 Núm. 19 Teresa de la Parra Un libro sobre el Maestro Vitoria (1)
El caso de Etiopia Cuando anda de fantasma El domador de pulgas. de Max Jimenez Bernard Shaw (2)
Juan Marinello luan Marinello SUMARIO LE. Nleto Caballero La dificultad de ser justo Carta alusiva Plo Bolallos Armando Solano Hacia Puerto Rico independiente!
República de la América nuestra: Puerto Rico To al Espiritu de consecuencia Pedro Henriquez treila Juan del lose Alfredo Llerena Sanin Cano Teresa de la Parra Por NIETO CABALLERO Envio del autor. Bogotá. Abril de 1936.
La Gulce, la bella, la inquietante mujer, que ganó la celebridad con un libro de rebe dia picaresca, ha cerrado los ojos que copiaban el mar, que hacian soñar con él, y en un vuelo de alas recogidas, en que se asciende hacia el azul como columna de humo acaba de partir para los astros, en medio del dolor de América. Teresa de la Parra, usión de todos los que divagamos con las regiones inexploradas del alma femenina, llenas de arrecifes y de playa anchas, de valles amenos y de precipicos hoscos, con arroyuelos y con cataratas, hizo el cautivante viaje de e la misma y se presentó como una descubridora de agrestes sitios, propios para el idilio, y de oscuros parajes, hechos para la tragedia. Con gra cla y con lealtad zo sus revelaciones Una bueva sensibilidad habia nacido, se habin extendido, habia transformado las costumbres y los gustos. Ella era su inter prete Nada explica mejor el triunfo de su libro Todos sus lectores qu sieron o quisimos Vol a Teresa en Maria Eugenia. La reneción contra el medio gazmoño de Caracas, el mismo de Bogotá, de Quito, de La Pazo de Lima, necesitaba de la audacia de un espiritu fuerte para encontrar las justificac ones. Ela desafió con la arrogancia de su porte imperial y la seguridad de su alma sana, el cuchicheo, la murmuración, la en vidia sorda, el ataque procaz y defendió con ardor su independencia. De la tierra de Bo ivar era, y en Bolivar tenia un mo.
delo y un idolo. Hay cosas más serias en la vida que la lucha contra los españoles. Las bajas pasiones que nos circundan también tienen sus arcabuces, sus prisiones y sus cadalsos son más tenaces, más crueles, más cobardes y más aguerridas que los peninsulares. Por eso en la liberación de la heroina de su libro, o en el ansia de liberación, porque el medio al fin triunfa, y la vida ir:pone la claudicación en que el alma se enterma, todos quisimos ver autobiográfico. Ifigenia desperto entusiasmo, y su autora, cariño. Tan populares como sus descripciones del ambiente o como el anáTisis de los sentimientos de la señorita que se fastidiaba. fueron sus retratos en todo el continente. Quizá más, porque al saberla esbelta y linda, no hubo quien no quisiera ser el Gabriel Olmedo de la narraenvolvente.
Numerosas fueron las ediciones de Ifigenia y más numerosos los articulos de alabanza, de admiración, de controversia La vulgaridad llegó hasta ella con ataques malsanos y con juicios torpes. Alzó los مما يمهد لا Vance Funda tinchatte algo CIÓ humbios. Cuando gentes de pro le hicieron repaios, defendió su obra con ardentia, con la perfecta convicción de que había hecho la fie pintura de un mundo que nacia y la todavía más fiel de un mundo que se desmoronaba. Tenia el arte de las evocaciones, la pintura de los sitios, la descripción de los paisajes, el análisis de los sentimientos. Sabia de los detalles que precisan una situación o definen un carácter Tonia el amor cálido de las palabras, que se asocian en frases fosforescentes, en trases con cauda vaporosa, llena de sugestiones, que tanto como el núcleo brillan en la memoria. Valerosamente iniciaba su revolución, contra los pozos de silencio, contra las zonas de enfermedad, donde la vida enmohece, y se disuelve o se estanca. la quería que todo fuera más más leal, más direrto. No podía con los melindres de los insinceras, ni con los ojos bajos de las hipócritas. Le repugnaban las beatas, la en