REPERTORIO AMERICANO 243 al padre de la familia llamaron Porque si es verdad que los pe Salvador ¡Oh medicina (dice ¿qué corazón puede haber tan Belcebub. cuánto más, dice él, lo rros no ladran a los de casa, sino Agustin) que curas todos los desamorado, que con tantos y tallamarán a sus criados? Como si a los extraños. cómo se tiene males, que humillas las cosas al les beneficios no se encienda en dijera: Si todavia pusieron boca por extraño del mundo aquel con tas, que esfuerzas las flaces, que caridad y amor? Para todo pues en una persona que con tanta sa tra quien no ladra el mundo? cortas las superfluas, y endere tenemos aparejo en este tan herbiduría y providencia ordenaba ¿Cómo se tiene por discipulo de zas todas las aviesas y torcidas! moso retablo. Aquí tenemos que todas las cosas, y que con tanta Cristo, y por hijo de este Padre. Qué soberbia se puede curar, si mirar, y qué imitar, y qué llorar, prudencia y medida pesaba todas y por miembro de esta cabeza, si con la humildad del Hijo de Dios y cor qué nos alegrar, y de qué sus palabras y obras. qué harán no le parece en una cosa tan pro no se cura. Qué avaricia se pue nos maravillar, y con que nos concon vosotros que no tenéis tanta pia y tan continua de su vida? de sanar, si con la pobreza del solar. y con qué curar nuestras gracia y sabiduría para todo esto? Cata aqui pues, oh ánima mia, Hijo de Dios no se sana. Qué ilagas. y con qué provocarnos a Antes se habia de confundir el un espejo que te puedes mi ira se puede amansar, si con la amar aquél que tanto nos amó, y perfecto cristiano, viendo a su rar, y una medicina eficasísima mansedumbre del Hijo de Dios tantas maneras de trabajos por Señor tan maltratado del mundo, con que puedas curar tus llagas, no se amansa? sobre todo esto, nuestra causa padeció.
si se viese bien tratado de él que es la vida y ejemplos del Poesias de Ramón Guirao saltaban en mi pecho.
Que asombro de pez desnudo de agua.
Envio del autor Pez muerto Mi vida es un largo sueño de paz muerto sin escala de algas Turbio eco de sombras perseguidas por un filo de luz.
Aguas que ruedan sobre piedras quebradas por huir de sí mismas.
Isla desolada donde la hierba aprisiona el silencio y una mano de hiedra tiene atada la rosa de los vientos La Habana, marzo de 1936 No es cierto, tonto de mi, que la madrugada se haga un pozo de piedra para sufrir los envites del eco de una volanta lejana, ni que el esqueleto de un bucanero muerto hace trescientos años, se quiebre una pierna al atravesar las paredes encaladas, temeroso de ser asesinado por el llanto de un niño insomne.
Si los peces dejaran caer sobre los hombres su llanto sordo de canastas vencidas, y jamos quebrados, me ocultaria en la sombra tuerta de un vivero derruido cuando se presiente la cala de las redes, cuando las uñas afiladas de los remos se clavan en la piel estirada del mar, cuando un cielo de agua es iluminado de subito por nubes metálicas de escamas relucientes.
He visto, creedme, el desmayo de un farol que apaga la distancia He oido, escuchadme, el suave lamento de un chorro de sangre blanca.
Intimo temor de saberme sin ser, abandonado al impulso de un llanto sin pupilas, desnudo de mí de perfil a un aire que no puede reflejar su imagen despeinada en el espejo de otro aire más veloz.
Todo: el roce de una corriente de aire al cobrar impulso en la espiral de los tirabuzones olvidados, el sonido de un vello al caer sobre las baldosas empolvadas de la plaza, la pisada de una sombra descalza, el suave rumor de las semillas que germinan en el musgo de los aleros, se duerme en la garganta de los gallos Todos los peces abrieron a un tiempo el abanico de sus aletas antes de subir al mercado por el río seco de las calles, antes de que se oyera.
en la ciudad sin un suspiro la primera explosión de las agallas, antes de que murieran ahogados por las trenzas del aire, antes de que un pez cojo saltara, alborozado, por una borda para clavarse en la cera blanda de las aguas en calma.
Yo, vela sin aire, medito ante una colección de anzuelos oxidados.
Mas he aqui que el recuerdo cierto de que los girasoles tienen conciencia de los crepúsculos abre nuevos cielos de voces desangradas para dar paso al cadáver de un caballo marino que se suicidó en alta mar.
Noche de peces mordida Max Jimenez No era que los peces rojos como la tierra humedecida estuvieran mordiéndole los pies a la noche asfaltada de los pescadores, ni que un intenso olor a vientre recién abierto hiciera respirar la madera de los muelles con distinto sonido.
Cuántas hojas han caido atravesadas de miradas poco después de que la primera soga fuera cortada por los aceros del aire, mordida por los perros sin sueño, cegada por la brea, lamida por los toros negros.
Yo, solitario y sin voz para cantarle a la sangre de los ahorcados, con oidos, si, para auscultar el ritmo de mi propia sangre, arrojo mis palabras a los peces, antes de que una llama negra y un viento rojo me sequen la garganta.
Al fin, he cerrado los párpados húmedos de rocio, cuando se esperaba el regreso de un cohete incendiado que ha herido la distancia.
Sin embargo qué nuevas venas de pez herido tres veces durante su infancia desgraciada Este es el milagro del pez muerto con una flor de carne en la boca, este es el milagro del pez muerto de ojos vivos, que habla al hombre sin saliva de los tragaluces y de los cristales tallados.
Sombras de aire Al. Sicre Quiere Ud. buena Cerveza. Selecta Tome Ved cómo las agujas heladas de los sastres le cosen un traje a la noche.
Se sabe que este farol ha herido con su luz un corazón de madera.
Quiero decir que la guitarra triste de los negros sangra, gota a gota, una canción de collares de nácar y cueros secos.
No hay nada más agradable ni más delicioso.
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