288 REPERTORIO AMERICANO EI tesoro de la arena ro que le permitiria vivir feliz. Lentamente, muy lentamente, privándose todo, logró economizar en medio siglo un poco de plata, pero, como estaba aún lejos de poseer la suma que le permitiría emprender la búsqueda!
Ya comenzaba a desesperar, cuando la suerte le hizo conocer al capitán inglés Bentick, un hombre honrado. Después de mucho vacila: le habia confiado su secreto, con grandes precauciones, y no revelando la posición exacta del tesoro, sino cuando habia visto la suma exacta para la expedición Ahora, poseidos por la fiebre del oro, avan.
zaban a lo largo de la playa sin admirar siquiera el paisaje de verdor magnifico que los dominaba. Inmensos árboles cobija ban en su sombra helechos arborescentes, laurel palmas con ligeros penachos. De todas las ramas pendían plantas parásitas, orquídeas, bromiliáceas, a las que se enredaban vifas virgenes y lianas.
Seguido de Bentick y de los marineros que traian las herramientas, el viejo Garcia, volviendo a encontrar las piernas de su juventud, avanzaba rápidanrente. Cuando hubo depasado la la roca, parecida a un león marino acostado. de la que hablaba desde la salida, se detuvo para mirar al rededor de él, conto pasos en un sentido, luego en otro, subió a la roca para orientarse con relación al barco, y designó un punto ea la clado en la playa.
escenia.
Esta Cuento de JACQUES CÉZEMBRE Traducción y envio de e. De Excelsior. Paris, setiembre de 1936 Del puente del pequeño velero, en el que ocupaban de rellenarlo, cuando el pirata cacargaba su esperanza desde varias semanas, yéndoles encima por detrás a hachazos, los el viejo García miraba la isla cuya costa se dejó inuertos a sus pies. Tranquilamente precisaba más a cada instante.
obstruyó seguida el foso y volvió sóio al La reconocía perfectamente. fuerza de barco explicando que los hombres se habían pensar en ella medio siglo, no habia olvida caído desde una roca, siendo devorados por do ningún detalle. La Isla del Coco Se ofre los tiburones.
cia a sus ojos de viejo, tal cual la habia Nadie creyó esa mentira, pero Benson era contemplado niño. Sin los ciclones que habían temido por su tripulación, y ningún homdevastado momentáneamente su vegetación bre murmuro. Garcia menos que ningún.
lujuriosa, nada habría podido modificar el otro. En terror de miedo de ser delated aspecto de esta pequeña tierra inhabitada, tado al capitán, no había confiado a ninaislada en el Pacífico a noventa leguas de guno sus compañeros el secreto que acaHE Panama batia de descubrir.
Allí los piratas habían hecho escala, antes, Benson se hizo a la vela. Poco a poco, y el viejo Garcia lo sabía bien; pero hoy, sin embargo, el descontento rurgia LOS ¿cuál ravio se detendría, salvo para renovar hombres en complot acordaron desembarcar su provisión de agua, y de vez en cuando? a su jefe en una tierra desierta para vol Según su indicación, el velero habia an ver a la Isla del Coco y apoderarse de las en la rada de Chatham, detrás del is cajas cue no podían contener más que oro.
lotNuez. Bañada regularmente por las Su indecisión les fue fatal. Mientras que el olas, la playa de guijarros parecia acogedo pirata se dirigia hacia las costas de Costa ra, en la sombra de la montaña. Al lado Rica, una corbeta americana le dió caza y del español, el inglés Bentick, su asociado, fué capturado muy rápidamente. Con la exmiraba también, ávidamente.
cepción de García, salvado por su juventud. Es largo de aquí? preguntó.
todos los compañeros de Benson fueron a Garcia mostró el fondo de la bahía, a la balancearse en las vergas junto a su capderecha.
tán All Iria con los ojos cerrados. El na grumete, único detentor del secreto, se vio se se encontraba más o menos donde estaprometó volver más tarde a la Isla dei Comos un poco más lejos de la costa, cuando co, donde lo aguardaba una fortuna; pero no asisti la cra más que un pobre marino sin instrucescena, se la habia contado tu.
ción. 11 temor de confiarse a gente picare menudo Bentick desde hacia seis meses, que lo despojaría lo volvió casi mudo duque el inglés la conocía tan bien como él.
rante años. Ganaba penosamente su vida; En 1810, cincuenta años antes, exactallevado a veces al otro lado del mundo por mente. Garcia navegaba como grumeten su oficio, su espíritu permanecía en la pe el barco de un cierto Thomas Benson que queña isla del Pacífico donde yacia el tesose había enriquecido en la costa occidental de la América del Sur practicando la pirateria. Sus asociados habían terminado con la corbata de cáñamo al cuello. Gracias a Ahorrar la rapidez de su bergantin. Benson escaa la persecución, había guardado es condición sine qua non de para si el resultado de varios años de crimen de pillajes. Pacientemente, esconuna vida disciplinada; diéndose en las bahias, en los islotes poco frecuentados, habfla podido, astutamente reemplazar poco a poco a todos los miembros de tripulación, de manera que nadie fue ra de él, conocía la presencia del tesoro cuies la más firme base del dadosamente disimulado en los flancos de su buen éxito.
bergantin Un dia, Benson hizo escala en la Isla del Coco bajo el pretexto de coger agua, frutas La seccción de AHORROS y cerdos salvajes; en realidad, para poner provisoriamente a salvo las cajas que conDEL tenían su oro. Era un procedimiento corriente entre los piratas. Tres hombres fueron designados para transportar esas cajas pesadas de las que ignoraban, aunque lo adivinaban el contenido. Los otros habían recibido la orden de no descender a tierra. el más antiguo del país)
Durante la operación, que duró varias horas, el joven García, curioso como se es esa edad, subió a la punta del palo mayor está a la orden para que Ud.
para ver lo que ocurria detrás de los pe realice ese sano propósito: nascos. Lo que vio, le intrigó mucho al principio, luego lo dejó frio de horror.
Ahorrar Los tres marineros capitaneados por Benon, habiendo alineado las cajas en el fondo de un gran hueco abierto en la arena, se pándose y Disciplina Es ahí.
Los hombres se pusieron a cavar y a echar la arena detrás de ellos. Las tortugas, asustados, huian. Bentick y Garcia miraban el hueco con pasión. El fondo se volvia humedo. Al cabo de una media hora, el espafol grito: Los esqueletos. No podiamos caer más directamente.
Eran en verdad huesos humanos, de los tres desgraciados asesinados por el pirata. La cara de Bentick se iluminó. El no habia du.
dado de su asociado, pero, que confirmación alentadora. casi en seguida uno de los hombres sacó del fondo una tabla podrida La tapa de una de las cajas, grito Garcia. Aqui estamos. Hay una veintena como esa.
Los hombres trabajan con ardor. Sacaron una caja cuyo fondo había cedido, luego otra igualmente vacia, luego pedazos. Ya desaparecian casi enteramente en la fosa y siempre ni la menor pieza de oro.
Alguien no habrá ya venido? preguntó muy pálido.
Imposible, y además ¿por qué habrian vuelto e echar las cajas en el hueco. No, es otra cosa. Benson no había escondido el tesoro tan profundamente. Arenas mo.
vedizas, tal vez. Con furia, habian empuñado ellos mismos palas y hasta la noche se encarnizaron en buscar ese oro pesado que a través de las cajas podridas, se había escurrido en las profundidades del suelo.
Molido, los ojos fijos, Bentick renunció al día siguiente y sólo dijo que se hacia a la mar. Garcia pidió que le dejaran herramientas, algunos vestidos, víveres, y se quedó so lo en la isla.
Los marinos han contado por mucho tiempo que cuando se pasaba cerca de la Isla del Coco, se veía a veces un viejo con barba blanca errando por la playa donde abría grandes huecos a la luz de la luna.
Bentici Banco Anglo Costarricense