138 REPERTORIO AMERICANO UNA HISTORIA DE PIO BAROJA La justicia del buen alcalde García Sacada de la novela El escuadrón del Brigante. Tomo II de las. Memorias de un hombre de Acción. Caro Raggio, editor. Madrid, 1921.
Der.
Han de saber ustedes, señores dijo el cura que hay en la orilla del Duero, no les diré si muy cerca o muy lejos, un pueblo grande que, aunque no se llama el Villar, para los efectos de mi historia le nombraremos asi.
Este pueblo es célebre por sus albaricoques y por otros dulces y sabrosos frutos; por el zumo de la uva, que es de primera calidad; y aunque yo sea eclesiástico, tengo que reconocer que también es nombrado por la bellezo de sus mujeres.
En el Villar illar hay varias casas solariegas e hidalgas. y entre ellas la más impotente es la de los Acostas.
Algunos dicen que estos Acostas proceden de unos judíos portugueses que se establecieron en el lugar en tiempos de Felipe II; otros afirman que no, que son cristianos viejos y de rancia prosapia.
Existe un indicio para creer que los Acostas tuvieron relaciones con la Santa Inquisición, puesto que en su escudo hay una rueda de suplicio y seis costillas, jeroglífico que parece quiere decir: Rueda a costa de mis hombre honrado, le aseguró que don Diego no volveria a rondar su casa, y, efectivamente, así fue.
Pasaron unos meses y llegó la época de ferias. En esta época solían descolgarse en el Villar una turba de chalanes, gitanos, jugadores, tahures y cómicos.
Esta vez llegaron dos carros de comediantes, y entre éstos una dama joven, muchachita verdaderamente linda, llamada Isabel.
La compañía de cómicos estuvo más de una semana: los galanes del pueblo asediaron a la dama joven, ofreciéndole regalos y joyas; pero la muchacha era honesta y rechazó todas cuantas proposiciones la hicieron.
En esto, una mañana se supo con horror en el pueblo que la dama joven acababa de ser encontrada hecha pedazos en un bosquecillo próximo al rio.
La justicia comenzó sus averiguaciones, y se supo que un cómico de la compañía había estado la noche del crimen en una casa que una vieja celestina tenia detrás de la iglesia. Esta vieja era conocida por la tia Cándida.
Las autoridades prendieron al cómico y encontraron que tenía manchas de sangre en las botas. Lo llevaron a él y a la tia Cándida a la cárcel. La celestina probó la coartada, demostrando que durante todo el día no estuvo en su casa, y el cómico, que no pudo explicar cómo aparecian manchas de sangre en sus ropas, fué agarrotado en la plaza Pasó medio año y comenzó a olvidarse el rimen crimen.
El pueblo estaba muy dividido: cada casa aristocrática tenía sus partidarios, y las disputas eran constantes. Entonces, no se sabe a quién, pero muchos supusieron que a don Rodrigo Acosta, se le ocurrió nombrar alcalde corregidor a Antonio Garcia el Tobalos.
Seguramente, podrá haber un hombre más inteligente que él; pero con dificultad otro más recto Como si todas las posibilidades de encumbramiento se presentaran de pronto, Garcia vió que don Diego Acosta se dirigia formalmente a su hija Epifanía, pidiéndola en matrimonio. Poco después su sobrino Fernando galanteaba a doña Maria, la hija de la poderosa familia de los Acostas, y con asombro de todos era aceptado en ella.
El pueblo acusó al corregidor de sentirse orgulloso; no era cierto. El Tobalos no queria nada con don Diego de Acosta, aunque le nitia hablar con la Epifania por la reja. Creta que el perdido habia de volver a las andadas.
Si el Tobalos no se deslumbraba con su posición, su hija Epifanía y la señora Manuela, su mujer, estaban cerca de volverse locas de contento.
Así las cosas, una noche se presentó a ver al alcalde García un muchacho joven forastero, vestido de regro.
Le hicieron pasar al cuarto del alcalde, y al entrar en él se arrodilló y dijo. Señor corregidor, vengo a pedir justicia. Si está en mi mano hacerla, se harácontestó el alcalde. Levántate, muchacho ¿Qué pasa?
El joven vestido de negro, habló en estos términos. Yo, señor, soy hermano de un cómico que ha sido ejecutado en el patíbulo en la plaza del Villar por considerarsele autor de un crimen contra una muchacha violada y descuartizada a orillas del río. Mi hermano habia sido un calavera; habia arruinado a mi padre, que es librero en Valladolid, y era le deshonra de la familia. pesar de esto, ni mi padre ni mi madre creyeron nunca a mi hermano capaz de cometer un crimen asi, y afirmaron siempre que debía haber un er or en su condena. Efectivamente; lo hay.
El corregidor quedó contemplando atentamente al joven, que siguió hablando asi. Mi padre, que tiene amigos en el Villar, encargó a uno de ellos que hiciera averigua.
ciones acerca del crimen, y el amigo las hizo: y como estas indagaciones dieron resultado.
mi padre me encargó que viniera aquí. Aver, ese amigo y yo fuimos a ver a una anciana enferma y moribunda, y ella nos confirm que mi hermano era inocente y que los ascsinos de la muchacha fueron otros. Elmigo nuestro, al saber los nombres de los verdaderos criminales, temblo, y desde este momento ya no ha querido mezcla en naila.
Estaba abatido, creyendo que nadie querría ayudarme en la reivindicación de la memoria de mi hermano, cuando una buena mujer.
en cuya casa vivo, me dijo: Vete a casa del costillas pública, ona Mercedes Fuera de esto lo que fuera, el caso es que en el Villar, en la casa solariega de los Acostas vivia hace siete u ocho años don Rodrigo de Acosta, señor que había sido militar y quedado viudo y con dos hijos: don Diego y doña María Don Rodrigo, que tenia pleitos en Madrid, solía ir con frecuencia a la corte y dejaba encomendada la custodia de su hijo a un viejo perdido, llamado Sarmiento, a quien se le conocía por el Capitán, y a su hija dona María, al cuidado de una dueña respetable, llamada doña En este mismo pueblo vivía Antonio Garcia, apodado el Tobalos, hombre conocido en toda la comarca por su honradez.
El Tobalos tenía cinco o seis pares de mulas; trabajaba casi todo el día en el campo y no hablaba apenas. Tenía el Tobalos una hija, Epifania, que prometia ser una real moza, y recogido en casa un sobrino suyo, hijo de una hermana.
Este conjunto de antecedentes es necesario conocer para mi historia.
Se deslizaba la vida del pueblo sin más acontecimientos que los de costumbre, cuando se comenzó a hablar de las travesuras de don Diego Acosta, el hijo de don Rodrigo.
Al principio nadie se sorprendió, porque era costumbre de los hijos de familias poderosas hacer su voluntad y su capricho.
Poco a poco, las travesuras subieron de punto y se convirtieron en verdaderas bellaquerías de rufián.
Don Diego, en compañía de su amigo y consejero Sarmiento, alias el Capitán, robaba en los garitos, apaleaba a los mozos violaba a las muchachas en los campos, Un día el Tobalos vió a don Diego que rordaba su casa. Sin más averiguaciones, se vistió y fué al palacio de los Acostas, pregunto por don Rodrigo, le explicó en pocas palabras lo que ocurría, y añadió. Yo no digo más. Si a don Diego le veo de nuevo rondando mi casa, le pego un tiro.
Don Rodrigo, que sabía que el Tobalos era JOHN KEITH CO.
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