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REPERTORIO AMERICANO 229 El Presbo. Juan Garcia Morales les habla a los católicos españoles De El Sol. Madrid, 22 de agosto de 1936 Reflexion Por Bagaria Dios. Mis católicos buscan la ayuda de Alá. Se conoce que han perdido la fe en mi; pero también es verdad que yo hace tiempo habia perdido la fe en ellos.
Católicos españoles, camaradas, hermanos mios queridísimos: Salud y República.
El que os habla desde el micrófono del ministerio de la Guerra, que en estos momen tos se ha convertido en púlpito, es un sacerdote de la Iglesia católica apostólica romana, que no está excomulgado ni suspenso, como con manifiesta mala fe han propagado durall.
te estos últimos años las derechas españolas.
que han tenido valor para calumniar y diremar a todos los que no pensábamos como ellas. Yo, católicos españoles, como he dicho en casi todos los pueblos invadidos de Es paña, no he perdido la fe que mamé de lo pechos de mi madre; no he renegado de mi re ligión. No soy un sacerdote apóstata. Hera seado mi vieja sotana por toda España. He entrado en los centros socialistas, comunistas y sindicalistas, y todo ha sido respeto y cariño para el sacerdote que ha predicado, entendedlo bien el Evangelio; que ha estado y estará hasta morir al lado de los humildes, porque cree que la misión del sacerdote es in junto al pueblo para defenderlo de las seuras de sus inicuos opresores.
Lo triste, en estos momentos angustiosos porque atraviesa la patria, es que sea un ha milde sacerdote el que se dirija a los católi.
cos españoles, cuando hay tantos obispos, tan tos pastores de Israel, que, de haber lanzado pastorales condenando la guerra fratricids y exhortando a los españoles a que respeia ran los poderes legítimamente constituidos, el movimiento no hubiese estallado. Porque los sacerdotes y los prelados, guiones de mu chedumbres, tienen un gran poder y una fue. za enorme; poder y fuerza que ahora han em pleado para atacar a la República, al weg men que, sin una gota de sangre, trajo el pue.
blo el 14 de abril y volvió a reconquistar el dia glorioso del 16 de febrero Hemos dicho mil veces que la feroz intransigencia, la incomprensión del alto clero y de muchos católicos estaba haciendo odiosa una religión que predica el amor universal critte todos los hombres, una religión que tiene por fundador a Jesucristo, el Dios obrero y pobre que por aquella tierra incomparabic de Palestina no tuvo más trato que con los pubres, con los humildes, con los oprimidos.
Con estas gentes derramó el Salvador las ternuras de su corazón. El apóstrofe vibró en sus labios para los hipócritas y fariseos, pa ra los mercaderes del templo, que hicieron en quella época de la Casa de Dios lonja de contratación, como hoy la han convertido en una fortaleza para atacar al proletariado y defender lo indefendible: la España inquisi.
torial, la España monástica, que tuvo su épo.
ca gloriosa, pero que pasó, como pasan las ru bes y como los rios se precipitan al mar. Nos.
otros, católicos españoles, no estamos en contra de aquella España. Hemos alimentado nuestro espiritu con la lectura de nuestras grandes ascetas y predicadores. Hemos apa centado los ojos en las maravillas del arte que dejó esta civilización al cruzar por nuestro suelo; civilización magnifica y gloriosa. Pero oíd al gran vidente católico Donoso Cortés. Ho visto dice dos torres babilónicas, dos civilizaciones espléndidas, levantadas a lo alto por la sabiduria humana: la primera cayó al ruido de las trompetas apostólicas; era la civilización pagana, con sus filósofos, con sus oradores, con sus poetas, con sus ar tistas; era la civilización de Roma, que dominaba en Africa, en España, en la Galia, en la Bretaña. Esta civilización, que se erguia soberbia como una torre gigantesca, se de rrumbó estrepitosamente al oír la voz de San Pablo, que hablaba en nombre de Cristo cru cificado. Pues esta civilización europea, que Se llama cristiana y que tiene a Cristo en los labios y no en el corazón, caerá también al fragor estrepitoso de las trompetas socialistas, comunistas y sindicalistas.
Católicos españoles: La profecia del gran vidente se ha cumplido. Hay que dar paso a otra civilización. No nos metamos en averi.
guar si esta civilización es creyente o atea.
Si es atea, tenemos que confesar públicamenle que nosotros no hemos sido escultores de almas, que nosotros no hemos sabido incul.
car la verdadera doctrina cristiana en los corazones, que nosotros hemos arrancado a martillazos la fe del alma popular. En nuestras manos, católicos españoles, puso Dios todo: el dinero, la enseñanza, el poderio. España entera estaba sembrada de colegios religio sos. La enseñanza ha estado en manos de curas, frailes y monjas. En todas las iglesias se ha predicado día y noche. yo pregunto. Por qué se fué el pueblo de la Iglesia. Por qué el pueblo tiene odio a todo lo que huele a incienso? Católicos españoles, no achaquéis esto a la enseñanza laica ni a la propaganda de Rusia. Nadie ha contado con más medios de propaganda que nosotros.
El pueblo huyó de la Iglesia porque vió que la Iglesia estaba junto al poderoso, junto al cacique: porque vió que el clero, salvo honrosas excepciones, no se preocupó por resolver el único problema que tenia planteado, que era un problema de justicia. El pueblo estaba harto de recibir dádivas y limosnas.
Queria un jornal justo para poder vivir a lo humano, a lo decente, sin tener que recurrir en los últimos años de su vida a la sombra de un asilo, cuando los que lo habian explotado, muy católicos y muy creyentes, vivian de las rentas, o sea del sudor y de la sangre de los trabajadores. tenia que estallar la lucha de clases. Con qué ojos mirarían los niños pobres que se educaban en los colegios religiosos a los niños ricos, que tenían otra capilla distinta, como si la Iglesia no poseyera amplias naves para bergar a ricos y pobres! esta lucha la anunciaron los grandes pensadores católicos. Uso de ellos, hace más de cuarenta años, escribía: No; no os enganéis en eso. No es contra el judio hijo de Abraham, de Isaac y de Jacob, contra quien se dirigen las amenazas y los odios. Es contra el judio hijo del dios del oro. Es contra el Tico. cuando el pueblo corra furioso a apo derarse de sus fortunas, no se detendrá a is.
vestigar si el que las posee es cristiano o circunciso. mi, a mi. gritará. de nada serviria el presentarle vuestra fe de bautismo.
Al llegar aqui no tenemos más remedio que protestar, como sacerdote católico, de que en los palacios de los prelados españoles se hayan encontrado millones de pesetas.
Tengo que protestar aquí enérgicamente contra todas esas riquezas que atesoraban los templos para adornar las imágenes y hacer ostentaciones fastuosas del culto católico.
Nosotros como me decía un famoso agustino no necesitamos para celebrar cálices de oro y pedrería; nos basta con un sencillo cáliz de nadera. El pueblo, pasando hambre y calamidades; el pueblo, teniendo que pedir limosna; el pueblo, yendo a recoger las sobras del rancho en los cuarteles. los prelados, vistiendo hábitos de Seda, luciendo pectoral de brillantes sobre el pecho. Los obispos, decía el Santo Padre Tarin con una cruz de palo, una sotana raída y un anillo de hojalata, están en su papel.
Católicos, hermanos mios: Sabed de hoy para siempre que el odio no es a Cristo ni a la Iglesia. Es a los ministros de Cristo, por no haber ido en la lucha social a la vanguardia de los ejércitos populares. Yo condeno el movimiento subversivo. Ningún cató.
lico amante de Jesucristo puede estar conforme con él. Por eso, mi aplauso a los catá.
licos nacionalistas vascos, que se han puesto al lado del Gobierno legalmente constituido.
Por eso, mi odio a los superiores jerárquicos que han secundado el movimiento militar, a esos hombres que confiesan y comulgan y han tenido entrañas para volver a traer a la patria los moros y al Tercio extranjero, abrazándose con los que costó ocho siglos ex pulsar de nuestro suelo. El espíritu del traidor don Oppas vive todavía. Hace migas con los militares insurrectos y no vacilaria en entregar de nuevo a España al poder de la Media Luna Católicos españoles: Estais a cada momen