REPERTORIO AMERICANO Tres cuentos de Sarah Cabrera Envio de la autora. La Habana. El hijo. Cobarde? la golpeó fuerte en la boca, con un goce de malsana alegria Bruto! Cobarde! Cobarde!
Callate la voz enronquecidn reboto su aliento contra la cara magulluda a golpes, on um fuerza ardiente que la excitaba. Cobarde Durante un rato, sin moverse entre las msinos que in dañaban, le siguió tirando in.
sultos a la cara.
Con una sonrisa estúpida, pegada siempre a su boca de hembra buena y humilde, se contemplaba el vientre cada dia más deforme.
Lo acariciaba con las manos tiznadas de earbón y encallecidas, con un gesto timido, como si robara, con los mismos gestos que tenisi para todo en su absoluto y completo respeto al hombre de la casa, que ni aun en lo más intimo fuera nunca su hombre. en sus ojos, humedecidos por la ternura y el humo acre, bailaba una alegria amable que se extendia a las paredes oscurecidas y a los muebles escasos.
Poco a poco se fué haciendo más silencios y huraña. Tambien lentamente se le infiltro el sentimiento nuevo de In posesión y derecho sobre algo, sobre el vientre que le pesaba al andar. Rreelosa huia de las miradas del hombre y a su huida se mezclaba cierta hostilidad. Sus brutalidades y golpes, indiferen.
temente aceptados como inherentes a su condición de macho, le eran inaguantables aho.
ra que la pequeñn vidn se iba haciendo en ella y de ella misma. Un orgullo desconocido le vestia su atávica desnudez de pensamien tos.
Desde ese dia se ahondaron las distancias.
El hombre colgó una hamaca en la cocina y la mujer quedó sola en la cama que hasta cntonces fuera el único lazo entre ambos. En Ins noches se la oia gemir y moverse. La inquietud le iba dejando cada vez más vacias las mejillas pálidas. Con unos pensemientos confusos y aterradores que in motilizaban. En las horas inacabables recorria pequeños incidents. La vaca con la nueva ería y sus ojos grandes, tiernos. Juan Maria, con la boca torcida, golpeandola. Después el perro, le volvia a ver, tieso, rigido, con los ojos insistentemente abiertos y los dientes amarillos sujetondo un trozo de longuu negra. de repente lo veia moverse y ponerle sobre las piernas la cabezote sangrante, des.
pués llevándolo a cuestas hasta una esquina del platanal donde cavó un hoyo. el olor la volvia a descomponer en náuseas. entre las yaguas carcomidas, arrastrándose sobre el techo, escondiéndose en los rincones, aquello, lo ignorado, lo impreciso en las mentes oculto traicionero, tomaba pose.
sión de las cosas y los dos seres unidos tan sólo por aquello quedaban en vela, desconfiados. Sintiéndolo mover y recorrerle las manos, las piernas. Viscoso y frio. Malo y atrayente.
BRUCTORANLA Sarah Cabrera Sarah Cabrera Junto a la puerta del bohio un perro escarbaba la tierra roja y fangosa por largos dias de lluvia, pertinez, desvastadora de la cosecha. Sus patas peludas y duras, habituadas a todos los caminos, hicieron rebotar la tierra hasta los pies de Juan Maria Animal, imal rayo te partal y con la tranca de la puerta le atesto un barbaro golpe en la cabeza Quizás en otras cireunstancias no lo hu.
biera hecho, pero la cosecha perdida y la barriga amenazadora do Julia, que hacía pen.
sar en próximas preocupaciones, contribuan a exasperarle, Cómo si todavía no se reventara lo suficiente contra aquella tierra esteril y maldita, contra aquella desolación de hambre y vacio: un hijo.
El perro lanzó un aullido largo, quejunibroso, que reventó contra los oídos de la mu.
jer que al fondo de la casa desgranaba, con ademanes de automata, mazorcas amarillas en Ins que los granos tiernos de maiz figu.
raban trocitos apretados de aquel sol morti cino y mojado.
Se irguió, sacudió la falda pringosa y ro.
deando la casa se acercó al perro echado y las patas agitadas por un temblor profundo.
Sin alterar en nadn sus facciones le observó.
No tenia costumbres de caricias y sólo en sus ojos hubo un resplandor dulce para la cabsza deshecha. Después, sin más, miró a Juan Maria, fijamente, con ganas de golpearlo, la cobardía le dulcificó las manos tensas, para la boca se abrió Eres bruto y cobarde. dijo con gesto indiferente, lejano él la sorpresa le calmo los impetus. Reponiéndose, con una sonrisa mala en la boca babosa de tabaco mascado, le escupió robioso. Anda, perra, que a ti y a esa barriga que en mala hora paras, haré igual Ia apis.
to por los hombros huesudos. Otro a comer de mi! Por la boca lo habrias de echar. Déjame, cobarde, que si no sirves inas que pa eso. No eres hombre pa pegarle a otro, si llevas pantalones de equivocación.
y húmeda Si el árbol si el ave, si el mar, tienen sencillez, Sarah es como el árbol, como el ave, como el mar.
El cubano, no pertenece a la América Latina, es superior a nosotros; su dignidad para sobrellevar los pequeños cuidados de que hablo Rubén es unica. Jamás quejas por la pobreza; la adversidad en la Habana y creo yo que solamente en la Habana tiene la cara sonriente.
Sarah Cabrera, nada le pide a la vida, creo que nada espera de la vida. Acepta los buenos ratos como los malos, con la misma resignación. La misma sonrisa, ese maravilloso dejar pasar, tolerar, resistir de las mujeres.
Mujeres vencidas por la vida, que jamás serán vencidas. que cualquier día, se les entrega la vida como perra carifiosa.
Sarah ha aprendido de la adversidad, le ha andado el espíritu más rápido que los años, es muy joven.
Sarah es linda, no con esa belleza de niñas bobas, de casas bien, señoritas bien.
Su interés lo ha sacado de las renunciaciones. Las gentes tienen interes solamente cuando el espíritu es el escultor de la car ne. Su esposo, mi amigo el admirable parseguidor de belleza, Carlos Fernán dez, encontró ética y estética en su gen til compariera.
Sarah escribe así, porque sí, con todo el desenfado de su persona, con la simplicidad que la vida dura obliga a ver las cosas.
Bien podria yo hablar de un pescador que le fuera indiferente que en su anzuelo se colgara un pez, y que lo mismo le diera volver a su casa con el cesto vacío, que con peces dando tumbos.
tengo por Sal admiración y profunda simpatia Max Jiménez Costa Rica y lulio de 1986 Se llenaba la tarde de sombras oscuras y espesas que gravitaban junto al farol Tirada en la cama, con un interminable quejido de animal herido, la mujer se deba.
ta contra los dolores agudos que la despe.
dazaban Una especie de estupor le abrio los grandes ojos y sus manos se agarrabon a los bordes de la cama con un esfuerzo que le amorataba las yemas de los dedos.
De pronto un grito fuerte y otro débil se oyeron al unísono. Juan Maria, con sus manos torpes cogió la pequeña criatura, blanda y se encaminó la puerta, Las aguas del rio se revolvian sucias bajo un haz de rayos lunares imperterritamente blancos. La crecida arrastraba troncos y objetos que entrechocaban con un rumor sor do.
Una figura alta y sombria se recortó sobre la blancura del camino, silencioso en su sue ho. Tras ella otra sombra, desnuda de ropas y los senos hinchados, le corria al alcance, muda y resuelta, a su vez le seguia los pasos una linea roja.
El rio subía furioso como una bestia vapu.
lead. El puentecillo endeble que se bañaba en ins aguns turbins, crugió bajo el peso del hombre inclinado. Dulce y tímido gemido salió de la criatura. Una voltereta en el aire y se perdió en las aguas. Al hombre descon.
certado el ruido de otro cuerpo cayendo tras el primero, lo suco de aquella sensación de