REPERTORIO AMERICANO 163 Me has abandonado tu rostro en las manos, me has dicho tanto para que luego me vaya, me has dado tanto para tan poco, sin saberlo.
Recoged los alimentos providenciales cuyo sabor otra vez disfrutasteis y preparad la última tumba así era también el sueño y el nuevo templo, según vuestro recuerdo, Washington DELGADO.
Pudiera estar contento y acongójome, pudiera mirarte a los ojos y me espanto: esta zozobra tuya, este silencio que me sobrecoge, los sabía ya, teníalos cual gusto amargo en la boca penosamente y ya sin rencor, apenas reteniendo las palabras que el tiempo tornara ajenas, las palabras gastadas irremediablemente.
ANUNCIACION DE LA ESPERANZA Leopoldo CHARIARSE.
Me dicen los hombres, las mujeres de un país silencioso: No hay otra maravilla sino la de los sueños olvidados. mi existencia, dócil como los sauces en el viento, se abre a la existencia posible de otros ojos secretos.
Washington DELGADO.
EL DIA PROMETIDO RUINAS Este es el más viejo de los días, alguna vez fué visto entre los montes, era el mismo resplandor en la colina donde los muertos retornan.
Mirad, mirad.
Un aire antiguo sostiene el desamparo de los lechos abandonados por los amantes, un aire antiguo, una voz acabada, un perfume que se marchita y permanece.
Las flores, los muebles, los espejos abandonados por os amantes, atraviesan lágrimas secretas, países silenciosos, antiguas habitaciones de olvidada penumbra donde hay músicas y olvido.
La sed creció en el desierto que tantos sepulcros blanquean pero la marcha ha cesado, llega el día del verdor y la sombra para los desventurados y el río que de los cielos desciende.
Washington DELGADO.
Anotaciones sobre Bolívar y la Iglesia Por Luis AVILES, Ph. En Rep. Amer. Véanse las dos entregas anteriores). Volvamos a nuestro asunto. Para estos tiempos, cúmplenos hacer memoria de las desavenencias que surgieron entre los par.
tidarios de la causa republicana por una parte, y el Obispo de Popayán por otra; es decir, con el Dr. Salvador Jiménez de Enciso, quien: sos corderos de Popayán, aún cuando tuviera firmes y poderosas razones para actuar de tal manera. Los términos sublimes que se expresan en esta misiva fueron en contestación a una muy sentida y honrosa (77) que hubo de transmitirle el Sr. de Enciso. Decíase en ésta. posponiendo las doctrinas del evan.
gelio a las banderas del rey de Es paña, se retiró con éstas abandonan.
do el lugar donde le estaba cometida la jurisdicción eclesiástica. 73)
mento de obediencia al Gobierno de la República conforme a las leyes que por el entonces regían en Colombia. El Sr. Obispo persistía, por sus acciones y conducta, en no acatarse a este requerimiento. La correspondencia de Bolívar trae a luz el hecho de que, también el Libertador se mostraba solícito por la vuelta del prelado. Por carta del 31 de enero de 1822. 74) Bolívar le manifestaba sus temores de que mi decoro sería ofendido por la respuesta que hubiera recibido. Aquí se recordaría lo sucedido al Vicepresidente de Cundinamarca quien hubo de recibir del de Popayán una contestación muy. insultante a su persona. De todos modos, Bolívar sugiere al Sr. de Enciso: El grave caso, que concernía con reme diar los males espirituales de la diócesis.
fué llevado de primera intención ante el Vicepresidente de Cundinamarca como an.
te el discreto provisor del Arzobispado de Bogotá igual que ante el Provisor de Popayán. Hiciéronsele al Obispo encarecidos ruegos porque retórnase a su grey. todo esto el prelado contestó con una carta en la que con orgullo insultaba gravemente al gobierno, tratando de herejes a cuantos se separasen de la dominación española, des tinados al infierno. Empeoró el asunto por cuanto el señor Obispo, para más remate, dirigió a su obispado un edicto, previniendo que nadie asumiese sus deberes.
De manera que, por común acuerdo, la jun.
ta de teólogos hubo de nombrar sucesor en la persona del Dr. Manuel María Urrutia, quien habría de continuar las funcio.
nes del gobernador del obispado de Popayán. La materia vino a conocimiento del Congreso que fallo a favor de la antedicha resolución siendo luego confirmada por el Vicepresidente Santander.
El Obispo de Popayán había abandonado su diócesis; continuación en su ejer.
cicio eclesiástico requería el prestar jurahacernos justicia con respecto a nuestra religiosidad, con sólo echar la vista sobre esa constitución que tengo el honor de dirigirle, firmada por el santo Obispo de Maracaibo, cuya conciencia delicada es un testimonio irrefragable de la buena opinión que hemos sabido inspirarle por su conducta. Aquel Obispo como el de Santa Marta, el de Panamá, principal agente de su insurrección, muestra bien cuan acepta es a la verdadera religión la profesión de nuestros principios. He sido inalterable en mis principios de fidelidad para con la nación de quien dependo, y este carácter honrado y consecuente, creo me debe hacer más recomendable ante los ojos de un verdadero guerrero y pacífico conquistador como lo es Sólo deseo que me conceda la gracia de darme un pasaporte para re.
gresarme a mi país, en donde sólo apetezco vivir retirado en el rincón de un claustro, para concluir mis días con tranquilidad y reposo. Si me concede. el pasaporte, y yo pudiera ser útil tanto en la Corte de España, como en la de Roma, para procurar los intereses de la República de Colom bia, yo me honraré con la confianza de que soy hombre de honor y de carác.
ter para no faltarle a mis promesas, y hacer cuanto pueda en favor de estos pueblos a quienes he amado desde mi juventud, y los estimaré hasta la muer te.
Al mes siguiente, sin embargo, decíale Bolívar a Santander con manifiesto disgusto: Se le enviaba al Obispo, además, dos proclamas, garante cierto de los sentimien tos liberales de la Revolución. Bolívar pudo haber señalado además, como prueba inconcusa, la Ley dictada por el Congre.
so de Colombia el 22 de agosto de 1821, al efecto de conservar en toda su fuerza la religión católica. 75 En carta desde Pasto, de julio 1076 volvía Bolívar a implorar del Obispo que no dejara huérfanos a los man No me empeñaré ciertamente por el Obispo de Popayán, porque no tiene muchos títulos a mi agradecimiento, y porque jamás he tenido otro empeño Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica