346 REPERTORIO AMERICANO Huyen las gallinas despavoridas bajo las matas.
Cuando, pequeño y rápido como una bala se ve el pitirre que en persecución del guaraguao se lanza.
José Campeche pintó sus tablas, Frasquito Oller su obra creara; en la Catedral de San Juan San Pío se levantara limpio en las fuentes de los órganos con que Gutiérrez lo bañara. en los salones y en las salas de polizones y de máscaras, Juan Morel Campos labró su estatua con la batuta levantada.
Viene de los negros laureles de copa abultada.
Ha estado de pie, ante los campos y la ráfaga, enhiesto, como una flecha animada sobre el solitario dedo de las reales palmas.
Viene del corazón puertorriqueño, de la masa de nuestra sangre. Nació en nuestras venas, en la más alta pulsación del ser nativo, en la palabra que nos creó, en la primera luz de la madrugada del primer día, en el primer rocío, en la primera gana de ser lo que somos, en el primer manantial que brotara, en la primera raíz que reventara en la primera tierra oreada.
Viene del corazón de Agüeybana. cuando canta, canta, canta. Pitirre, pitirre, pitirre es como si gritara: Patria, Patria, Patria!
Una hora crepuscular con su gran pompa solemnizada sobre el mar de Puerto Rico otro de llamas derramara.
Un oficial de artillería desde El Morro lo contemplaba.
Su gran espíritu viril, su sensibilidad delicada, vibraron larga, largamente, como las cuerdas de un arpa.
El mar inmenso cruzó un día y comió el pan de tierra extraña.
Desde allá vió y desde allá sintió con las dos cuerdas de su arpa, y a una la quiso por la otra y las fundió en una sola aria. Mirad, boricuas, al poeta dulce de la patria. Mirad su endeble cuerpo enfermo y vedle la entereza del alma. Sabed cómo quisieron abrirle la puerta falsa de la fama y ved como entró en la historia con su fina llave borincana. Recordad como el hombre supo dejar Madrid y romper su espada. Venid a verle esta tarde soleada, mientras el mar de Atlante junto a las rocas su espuma despedaza y hasta en la tumba que sus amigos fielmente le cavaran el tibio sol de su país penetra y esta querida tierra le idolatra!
El pitirre es pequeñín, altivo y rico en maña.
Nunca se mira el tamaño su valentía alebrestada. E! guaraguao es muchas veces sus alas. Pero él es veloz, es ágil; su fuerza se agiganta en el combate, su pico se multiplica en la batalla.
Es como el Cemi de la furia; es como un meteoro su picada.
Cuando en el cielo de la tarde o de la mañana contempla el puertorriqueño sus hazañas, le ríen los ojos, le ríen los dientes, le ríe el alma.
Sobre el ave grande lo manda. Pícala, pícala, pícala.
Por debajo de las alas.
Por el lomo de plumas encrespadas.
Por la cabeza pelada.
Por el buche, por la cola erizada.
Pitirre: pícala, pícala, pícala.
Ayer me he parado en la colina, dominante y sacramentada, de Hormigueros, donde Ruiz Belvis apostolara.
He meditado humilde y contrito en la Plaza de Cabo Rojo. he sentido como una ráfaga roja, muy roja, sobre mi frente calcinada.
He sentido en mi corazón como una roja marejada.
En Hormigueros el Informe me ha calentado como una lama.
En Cabo Rojo la Virgen de Borinquen me ha mirado con su dulce mirada.
He ardido con los Manifiestos y he vitoreado las Proclamas. he gritado a todos los vientos como Betances gritara: El guaraguao huye como una bandera desquiciada.
Lo persigue el pitirre con insaciable sana. el hombre, la mujer, el niño con el alma calmada dicen desde hace siglos. cada guaraguao tiene su pitirre. No quiero colonia ni con España ni con Estados Unidos. Qué hacen los puertorriqueños que no se rebelan?
Patria de primaveras sosegadas, patria de frentes martirizadas, de manos trabajadas y cercenadas y de sinsabores castigada. Patria de guaraguaos abusada!
Toda la sangre, todas las ansias, toda nuestra fe, toda la fuerza que alcanza a extender el arco de nuestra anima se perfila en nuestro ser en la espontánea admiración, en la pasión fijada con que el hombre, la mujer, el niño, alzan sus ojos al cielo: al cielo azul con nubes blancas por donde el pitirre al guaraguao a picotazos desplumaba!
Hoy he vuelto de Mayagüez y me he detenido en Río Cañas.
Aquí ha nacido Eugenio María de Hostos, quien enseñara a pensar a un continente. Gran Eugenio María! Todavía en el aula madrileña, cuando apenas el bozo le apuntara y un puñado de pueblos por su pluma esperara, antes del desengaño y de la angustia, en el amanecer de la esperanza. qué prosa la que el peregrino Bayoán hablara. Oh patria, de pitirre esperanzada!
VII. INMEDIATA LA IDEA Un día ese gran amor de ojos abiertos y de sienes iluminadas llegó donde Eugenio María. Tornasolado, el Avila. Sonriente Caracas. Ah mundo en flor! Escribía: En aquellos momentos (se me lisonjeaba. Era yo el representante más activo de las Antillas, que aún necesitaban hombres como yo. Se festejaba a la patria en mi persona, y los puertorriqueños me recibían como la encarnación de su esperanza, y los cubanos me recibían como al que su patria agradecida recordaba.
Entre los que conocí aquella noche estaba el padre de Inda. Por el traje negligente, por las calurosas palabras, por la vehemencia con que acentuaba mis opiniones, conocí en él un emigrado y un patriota. Me gustaba dirigirle la palabra, porque la recibía con calor de corazón. Así hablaba.
El verbo nace del fondo de la especie humana y en sus necesidades se substancia.
Cuando hubo patria el hombre dijo patria Cuando hubo pueblo el hombre pueblo pronunciara.
Cuando ya hubo qué cantar Juan de Castellanos cantara.
Algo hay aquí por relatar y Torres Vargas lo relata.
Estamos ya por historiar para que Iñigo Abbad historiara.
Letras hubo para fundar y nació Alejandro Tapia.
Cuando el crepúsculo boricua, el de la noche y el de la mañana, tiño de rosa y de ternura las hondas telas de nuestra alma cuando la boca de la doncella un beso al cielo enviara y en el velorio del muchacho bebiéronse juntos rones y lágrimas; cuando en la floresta el viento entre los sauces retozara, y entre las peñas e! riachuelo ruidoso o manso deslizara, cuando dentro de la gente borincana gritara el clarín, y el bombardino sollozara, Como Bayoán a Marién, así conoció él a Inda. Su delicadeza cautivaba. Parecía transparente. Un sol desde sus adentros irradiaba.
Aquella aparición inesperada objeto de su reflexión en el insomnio de su emoción inopinada desde entonces lo llenaba y lo desbordaba. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica