REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANA Tomo XLVI San José, Costa Rica 1950 1950 Sábado 30 de Setiembre No. 18 Año XXXI. No. 1117 En el Figón de la Reina Patoja. no el de Anatolio sino el de Santiagodió el Premio al fin la Junta heterodoja como un estímulo en vez de un halago.
José Santos González Vera Premio Nacional de Literatura 1950 (Recortes enviados por en Santiago de Chile. Qué bien lo explica el de la estrella roja!
Sólo justicia se hizo en ese pago.
Varios colegas claman su congoja; mas otros rien al primer amago.
Latcham salta en seguida con la estampa del buen José Santos González Vera y Alone se humaniza de repente.
En mi amigo Ezequiel de la otra Pampa yo pienso sin sorpresa majadera, mientras Babel renueva su ascendiente.
e. e. Formada por Juvenal Hernández, rector de la, Universidad de Chile, Francisco Walker Linares, profesor y crítico; y Ernesto Montenegro, autor de Mi tío Ventura, Puritania, etc.
González Vera Martinez Estrada, que obtuvo igual recompensa en Buenos Aires hace veinte años en vísperas de publicar su Radiografía de la Pampa (Babel, 1931. Véase en Trapalanda. el ataque dirigido al Jurado por Manuel Gálvez, autocandidato asimismo al Premio Nobel, y la defensa de Leopoldo Lugones, a la sazón presidente de la Sociedad Argentina de Escritores. (En Babel. Santiago de Chile, NO 54.
2do. trimestre de 1950. CONOCI a González Vera en 1922. Todavia se vivían intensamente las consecuencias del memorable año 20, y lo más concreto que irradiaba de su prestigio era el grupo de escritores lanzado por la revista Claridad, órgano de la Federación de Estudiantes. El prosista revelador de esa época era González Vera, que con Eugenio González y Manuel Rojas perseveraron después en la carrera literaria.
Los asaltantes del edificio estudiantil no se olvidaron de hacer compartir su furor destructivo a la imprenta Lumen, ubicada en la calle Santa Rosa, esquina de Cóndor. Junto a los originales, que un milagro preservó, estaban también los de la novela Vidas Mínimas del extraño artista que con un solo libro se ubicó entre los maestros del estilo chileno. Entre montones de manuscritos y papeles escrutados por la minucia policial, y destinados al examen de la Corte de Apelaciones, se hallaba el puñado de cuartillas que González Vera dió por definitivamente extraviadas. Cuenta él mismo que su obrita se fué agrandando en su imaginación, mientras esquivaba en el sur del país la ira reaccionaria desencadenada sobre sus compañeros de generación.
Cuando apareció Vidas Minimas (1922)
se produjo en Santiago una de esas consagraciones subitáneas, semejantes a las que en Francia determinaron Alain Fournier con su Grand Meaulnes y Raymond Radiguet con Le Diable au Corps y Le Bal du Comte Orgel. La diferencia estriba en que los franceses murieron prematuramente, pero ganaron la gloria terrenal, mientras que González Vera prosiguió su camino sin orgullo ni vanidad, pero acerando y puliendo el instrumento expresivo. La obsequiosidad y la tolerancia parecen ser los de monios íntimos del escritor, ahora elegido para el Premio Nacional de Literatura. Mientras otros camaradas de letras son agresivos e impacientes, en su carácter todo aparece reprimido y suavizado por una delicada veta de humorismo que le aceita la más mínima insinuación biliosa. Espero que pasaran varios años para sacar a luz Alhué (Estampas de una aldea) en 1928. La prosa sutil de Alhué se perfilaba con tonos más personales, y la mirada del analista de almas sabía escrutar en la curiosa galería de tipos campesinos despojados de sus rústicos atavíos situados en una atmósfera de inolvidable poesía. El padre, don Nazario, Tristán; Aliste, el sepulturero; Clorinda, Loreto, Ismael, son algunas de las estampas criollas en que la veracidad psicológica no chocaba con las buenas maneras en su adecuada evocación.
El tiempo confirmó las esperanzas de los críticos de 1922, que saludaron a Vidas Mini mas como obra clásica de una literatura, El escritor se ha enriquecido, mientras tanto, con provechosos viajes a Venezuela y a Bolivia, con fuertes lecturas, con esa decantaGonzález Vera Huyendo de las persecuciones de 1920 fué a parar a Valdivia, donde se desempeñó, primero, como cronista de diario y como empleado en una fundición después.
De regreso a Santiago, entró a colaborar en la administración y en la redacción de la revista Claridad, órgano de la Federación de Estudiantes de Chile; pasó después a ser atendedor en la corrección de pruebas de los talleres gráficos de la Penitenciaría, empleado en una peletería y, finalmente, anticuario. En 1932 casó con Maria Marchant y ha tenido dos hijos, Alvaro y María Elena.
Ha viajado por Venezuela, Argentina y Bolivia. Desde 1935, es Director de la Comisión Chilena de Cooperación Intelectual.
Publicó en 1923 su primer libro Vidas Minimas, y seis años más tarde, Estampas de una aldea: Alhué. Son sus únicos libros publicados.
Tiene en preparación una colección de cuentos y un libro de artículos y pequeños ensayos; concluída, una obra, Cuando era muchacho anticipada en parte en Babel, en la que narra su infancia y su mocedad, y que cierra, al parecer, el ciclo que abrió con Vidas MiniNació en El Monte, el de noviembre de 1897. Alli vivió su niñez y aprendió, enseñado por su madre, las primeras letras.
En 1908, trasladada la familia a Santiago, ingresó al Liceo Santiago hoy Valentín Letelier en el que permaneció hasta el primer año de humanidades, y del que fué expulsado por no asistir a algunas clases (caligrafía, gimnasia y canto. Tuvo allí de profesores a don Clemente Barahona Vega, al Dr. Fernández Peña y a don Emilio Vaise.
mas.
Al salir del Liceo. Ahora trabajarás. le dijo su padre, y González Vera fué sucesivamente, en Santiago, aprendiz de pintor, aprendiz de anticuario, mozo de sastrería, empleado en una casa de remates, agente de suscripciones y vendedor callejero de la revista Selva Lírica, corresponsal de un diario de provincia, empleado en la clínica de los Ferrocarriles del Estado y director de la revista La Pluma, fundada por él.
Esta labor literaria, pequeña pero valiosa, le ha valido el Premio Nacional de Literatura (junio de 1950) que él no exigió ni pidió y que, aún más, no esperaba recibir. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica