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Dr. García Carrillo CARDIOLOGIA (Radioscopía y Electrocardiografía. METABOLISMO, VENAS VARICOSAS.
Sus teléfonos: 1254 4328 mera vez a la Presidencia de Chile en 1920 como candidato de la Alianza Liberal. Recuerdo vivamente la entonación preñada de emociones con que los viejos políticos chilenos mencionan siempre el nombre de esa Alianza Liberal. Alessandri creó una mística en el pueblo. En un ambiente de mesurada mediocridad política llegó a predicar un credo de redención social con una oratoria que no ha sido jamás sobrepasada en Chile por su vigor, su profundidad, su candente sentimentalismo, su elaborada retórica aprendida en Castelar, aderezada con inspiraciones de Quintana y con las destrezas epigramáticas de un Campoamor.
Sacudió las pampas del salitre, sembró rebeldias, en su rastro nacieron poderosas agrupaciones obreras y, cuando se demostró incapaz de orientar ese movimiento revolucionario que ponía en marcha, frente a frente le aparecieron los sindicatos, asambleas y periódicos del líder Luis Emilio Recabarren.
Dicen que Alessandri perdió las elecciones de 1920. El resultado había sido tan estrecho que el Congreso tuvo que decidirlas y, temiendo la reacción de las masas que se rebelaban a lo largo del país, entregó el poder al León por una votación de 177 contra 176.
De esta elección emergió la primera imagen de un mito que crecería más y más con los años. Se repetían sus frases, se le glorificaba en canciones. Su manera de dirigirse al pueblo se hizo clásica: Mi querida chusma.
decía. Se le ridiculizaba porque todas sus pro.
mesas las hacía con el corazón en la mano. El pueblo le adjudicó esta frase de Castelar que Alessandri repitió con gran éxito. El odio nada engendra, sólo el amor es fecundo. La revista satírica Topaze hizo famosa esta respuesta suya al ofrecimiento de una candidatura presidencial: No quiero, no puedo ni debo. candidatura que aceptó poco tiempo después.
No obstante contar con el apoyo de gran.
des sectores obreros y de toda la clase media, los años de su primer gobierno fueron en extremo difíciles. La industria salitrera base esencial de la economía chilena se derrumbó de la noche a la mañana. Paralizadas las plantas, los obreros desafiaron al gobierno con peligrosas manifestaciones revolucionarias.
Alessandri trató de renunciar, pero no se lo permitieron. Perdió el apoyo del Congreso y en septiembre de 1924 abandonó el país dejando paso a una Junta Militar. La Junta, gobernando por medio de decretos, se man.
tuvo en el poder hasta 1925. El pueblo exigió el regreso del León de Tarapacá. Patentes estaban aún en la imaginación popular los ecos de su voz y la pirotecnia de sus promesas: mejoramiento de las clases obreras, descentralización administrativa, libertad de educación, reorganización del sistema de impuestos y legislación social.
Su entrada a Santiago fué apoteósica. Es mi primer recuerdo personal de Alessandri.
Jamás olvidaré su paso por la Alameda entre miles y miles de personas que le vitoreaban fanáticamente como al salvador de Chile. Dictó al país una nueva constitución y renunció después para que se realizaran las elecciones presidenciales. Triunfó en ellas don Emiliano Figueroa quien, no obstante su buen humor, se demostró totalmente incapaz de gobernar.
Un movimiento militar acabó con el conato de democracia y Alessandri tuvo que vivir en el destierro hasta 1932, año en que volvió a ocupar la Presidencia una vez más, pero aho.
ra como candidato de las fuerzas derechistas.
Venía transformado. Sus años de permanencia en Europa observando el desarrollo de esa crisis política y económica que haría erup ción más tarde en una serie de guerras civiles, invasiones y ataques armados, le enseñaron una teoría de gobierno que iba a causar gran sorpresa entre sus partidarios de la gesta revolucionaria del año veinte. Alessandri llegó con la idea fija de mantenerse en el poder, sin cuidarse mucho de ideales o promesas, atento al influjo cambiante de los bandos políticos, dispuesto a desbaratar a sus enemigos ya fuera por medio de la astucia perlamentaria o por medio de la fuerza policial. En su memoria estaba el ejemplo impresionante de Mussolini. La lección más oscura y siniestra, pero doblemente seductora de Hitler. Se enfrentó a un candidato socialista y a uno conservador. Triunfó una vez más como abanderado de la clase media: empleados públicos, profesionales, obreros mutualistas, fuerzas armadas de bajo rango. Pero no se consideró ligado mayormente a quienes le llevaron al poder. Su ministro de finanzas fué el arquetipo de la reacción con nexos internacionales, un hombre experto en operaciones bursátiles pero tan alejado de Sudamérica que hasta el español lo hablaba con dificultad. La izquierda se organizó para combatirle. Fueron los años del Frente Popular, de la fiebre antifascista que prendió en las apasionadas palabras de Barbusse, Blum y Daladier, los años de la guerra civil española y de la política de neutralidad de Roosevelt. Alessandri le compró aviones a Mussolini. Sin embargo, mientras se enfrentaba a las fuerzas de izquierda con verdadera ferocidad y mientras no ocultaba su admiración por el naciente imperio italiano, tuvo frente al fascismo un gesto sorpresivo, una actitud tan espectacular que pasará, sin duda, a la historia de Chile como una de los episodios más extraños de toda su actuación política.
Alessandri fué siempre reconocido como un hombre de valor a toda prueba, lo demostró en duelos singulares y lo demostró el 21 de mayo de 1938 ante el Cuerpo Diplomático y los miembros del Congreso chileno cuando, durante la lectura de su mensaje anual, Jorge González Von Marees. jefe del partido nazi chileno atentó contra su vida desde su asiento de congresal. Recuerdo el inci.
dente con especial claridad porque estaba escuchando en esos momentos la transmisión radial que se hacía de la ceremonia. Alessandri suspendió la lectura de su discurso por algunos momentos dando tiempo a que González descargara su pistola y a que los agentes de seguridad lo sacaran arrastrando en seguida y, luego, sin hacer el menor comentario continuó hablando. El locutor de radio mostró inás emoción en su voz al describir el incidente que Alessandri después de haber sido el blanco de tal atentado terrorista.
No olvidó el León este episodio y su buena memoria es la única razón que se me ocurie para explicar su actitud, meses más tarde, frente al movimiento armado que organizara González Von Marees y que llevara a cabo con la ayuda de estudiantes universitarios de filiación nazista. Los estudiantes se tomaron el edificio central de la Universidad de Chile y el edificio de la Caja de Seguro Obrero, a pocos metros este último de La Moneda. Alessandri bajó de su despacho a la calle a observar el combate que se entabló entre la policía y los nazis atrincherados en el rascacielo. Con sus propias manos acarreó el cuerpo de un carabinero que cayó baleado frente al palacio.
Los estudiantes combatieron unas horas y se rindieron después al comprobar que su movimiento carecía de apoyo popular o militar. El grupo que se había apoderado de la Universidad fué traído con las manos en alto en señal de rendición hasta la Caja de Seguro Obrero. Allí, según palabras del propio Alessandri, bajo su responsabilidad todos los rendidos fueron masacrados por los carabineros. La opinión pública protestó horrorizada contra el salvajismo desplegado por las autoridades. Recuerdo que llegaba yo ese año a Chile de regreso de una convención de la juventud que se había realizado en Nueva York y, aunque Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica