218 REPERTORIO AMERICANO Oh Madre, cuántas rosas y pájaros nos trac en el sur y en el norte, en el este y el sol.
Como una es la Patria, una sola es tu alma y así la variedad unifica tu estirpe.
Ya termino de amor esta batalla, ya te envuelve la docta lejanía y ruedas de perfil en la medalla.
Tú nos has enseñado que en la tierra y el agua lágrimas son las flores y dolor e! diamante.
Atormentada has sido, mas hoy te ciñe el día las obras te coronan y el acero te nombra.
Pero quedas ardiendo junto al día y de la eternidad de tu Rosario sale vestida de oro la Poesía para labrar tu cuño Centenario.
Envio.
Oh Madre, te queremos universal y propia, tan honda de raíz como unánime al viento En tu nombre se abran los reinos de la aurora y este laurel alcance el honor de tu frente.
CANTO FINAL SALTILLO Ciudad del honor y las nubes fecundas, donde crecen las huertas y sonríen los gajos de marza donde el aire escultura los niños y dialogan leyendas y fuentes.
En tu sangre prosperan las uvas doradas, los pájaros indios y el vigor de los nobles abuelos nupciales.
Te contemplo, te miro tocando, y el musgo laudable, la pátina prócer decora mis ojos. Respiro tu viento y el sabor de los frutos opimos derrama sus dones.
Tema Mi corazón, a instancia del cuclillo y por invitaciones de un manzano llega, como a su rosa el hortelano, al delicioso Valle de Saltillo.
Ahí la mariposa y el membrillo salen a recibirlo de la mano: es tan cortés el sitio, que el verano le cede su lugar a un caramillo.
Oh ciudad en el norte, de puertas labradas, y suelo feraz que alimenta racimos ocultos: has llenado mi voz de campanas, de miel y de olvido. MANUEL ACUÑA Me atraen tus minas, las viejas gargantas, las bocas azules del viento, me atraen con su belleza trágica. He sabido que el pueblo canta en ellas y quisiera bajar a sus misterios para hacerte con los llantos del mundo una diadema.
Como el cadáver en que tú veías nacer el sol, crecer las amapolas y dilatarse el cuerpo en lejanías, salen de tu recuerdo las gladiolas y los pájaros llegan y te nombran sobre todos los vientos y las olas.
Salgo a la superficie de tus manos y en la diurna alegría me conquistas con un rumor de plazas estudiantes; beso tus alamedas en domingo y voy a los jardines donde canta tu corazón de pájaro hortelano.
Tantos amaneceres nos asombran.
Tu juventud ha ido a la manzana, los más nobles crepúsculos te alfombran y de tu mano pende la mañana como cuelga la miel de los cerezos y se cae la voz de la campana.
Vieja heredad de calles como ofidios y una iglesia mayor bordada en seda, que tienes Carretera de Diamante y que guardas un remotor sabor humedecido: Tus manantiales han quedado ilesos.
Eres como el silencio, tan hermoso que el aire hace una flauta de tus huesos. De dónde has convocado tanta añeja frescura, tanta gracia silvestre, tanto vigor alzado en eficacia?
La hiedra te ha ceñido por esposo y el alma se te llena de rocío para besar el fruto delicioso. Es del viejo Urdiñola, que tenía en la mirada un resplandor de espadas, del Capitán del Canto o del soldado que bautizaba bosques con tu nombre?
Si te miro naciendo por el río, qué milagro más fino cuando siento amanecer tu verso junto al mío.
Nada muere. La sangre es alimento y al yacer, nuestro polvo se convierte en la dulce parábola del viento.
Si es lejano el origen, más cercana es la tierra.
El pasado edifica tu más puro presente y hoy te vemos colmando la luz de la mañana.
Oh ciudad del color de los montes.
que tienes los ojos del agua, la piel del verano y el olor de las rosas antiguas: recibe mi canto y el envío desprenda un saludo cordial de laureles.
Agito los olvidos para verte y te miro crecer en la retama como el hijo más ágil de la muerte.
Oh, amante voluntario de la llama, elfo puro, suceso de la aurora, que cantas el dolor desde la rama: Vivo estás, apresuras cada hora y debajo del pueblo que tú eres el oro y el carbón te condecora.
Hay en tu sueño un llanto de mujeres, una enlutada cítara de bardo y una copa sembrada de alfileres.
Camino a la Iglesia Te han crecido las sienes hasta el nardo y en un zarzal tu corazón se halla espinando el desdén de cardo en cardo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica