REPERTORIO AMERICANO 61 PRESENTIMIENTO te guarda niña hermosa tan buena y candorosa como caricia leve de algún volcán de nieve con cráteres de rosa.
Remando gondolero a Cuba, dirección que obligaré primero.
Islera consentida, país de azúcar miel prensada de emoción, las rumbas y boleros SP adentran al bajel.
Apenas te he encontrado, vida mía, como tesoro oculto en la espesura, y cual rayo de luz en mi alegría disipaste al instante mi amargura.
Cordilleras y lagos y el monte que mana agua y el Cosigüina altivo que anuncia Nicaragua.
Tu historia es tan sincera como el azul que impera sobre tus sienes niveas.
Acaso Guatemala no escucha este cantar?
Belleza en sus mujeres, canción de amor y azahar.
De fondo hecho paisajes, caricias y placeres, de músicas el ala y el cuerpo de celajes en el altivo mar.
No podía haber jamás tamaña dicha, y el destino, celoso y traicionero, amenaza llevarme a la desdicha y alejarte de mí, que ya te quiero! El Salvador potente de brazos desprendidos bañados por torrentes del Lempa desmedido.
El mar callado pasa, tus costas empujadas como decirnos mucho para callarnos nada.
Hay vestigios de nubes de tormenta en el cielo que estuvo limpio. claro. Ay, tormenta que vienes tan violenta. permíteme llegar cual barco al faro.
Mi canto se hace Honduras país de tierras blandas que anuncia a las alturas gaviotas desbandadas.
Alcanzo buena orilla, maderas liquidambar y olores de vainilla.
Canta México altivo canta. canta y hace sones y arpegios mi garganta canta quedo. muy quedo pero mucho, que acá el laúd, el arpa y la marimba dejan oír de vértices la vida y este cantar de América querida.
Como faro de luz en mi agonía, como rayo de amor, yo te he encontrado y aun sin conocerte, ite quería!
No te alejes ya más, mi bien amado.
Eneida MANCILLA.
Alfonso del ALBA.
Cali Colombia.
Irapuato, Guanajuato, Méjico.
MI COLABORACION Van dos cosas: Esos cuartetos de una niña apenas (17 años. Eneida Mancilla, en que se escuchan, trasunto de voces lejanas. acaso de Sor Juana Inés de la Cruz, escapada, por unos ratos y dentro del mundanal ruido. de su celda en el Convento de San Jerónimo?
También se acompaña esa tradición de la cual hace transcripción Juan José Prado. Pretendo, con su publicación en Repertorio Americano, ver si con la campanada se suscita la probanza de una tesis: la leyenda o tradición, en América, es, con determinados motivos, la misma en todas las latitudes, vestida, desde luego, con trajes variados y escenificada según el lugar en que se la sitúa. Conoci una tradición, en esa tierra, con igual tema, el caballero que desaladamente tira de la oreja a Jorge; ese asunto es tema humano y eterno, y tienta como el demonio. Raro es que esa afición demoníaca no se la vea en el rol de los pecados capitales.
Samuel ARGUEDAS, México, La calle del truco Cuando la Corona de España usufructuaba los dominios que le dieran el valor y la espada del conquistador don Hernán Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca, la Valenciana inundaba el Continente con sus preciosos minerales.
Las dos terceras partes de la plata circulante en la vieja Europa eran producto de las explotaciones mineras de Guanajuato. aquí, viejos señores y caballeros dilapidadores hacían gala y ostentación de sus regalías, derrochando a manos llenas cuantiosas fortunas, en sus residencias palaciegas y en su vida disipada de juergas escandalosas y en las temporadas de juego, temporadas que, atento al auge de la región, se continuaban de un Una sombra se desliza presurosamente. Se santigua frente a la Parroquia y se pierde entre la oscuridad de la Calle del truco. Una capa emboza su cuerpo y descubre tan sólo su sombrero de ancha pluma y parte del rostro que deja ver dos chispas que le brillan en el rostro envejecido.
Se ha detenido ante una puerta claveteada toscamente. Uno, dos, tres golpes.
Rechina la puerta y asoma una cara iluminada por un farol. Exige la contraseña. Más dinero para el diablo.
La entrada está franca. El caballero penetra y alcanza a percibir los murmullos de los jugadores de adentro. Don Fernando, extrañábamos vuestra ausencia. Decid mejor que extrañábais mi dinero.
Don Fernando ocupa su habitual lugar. El torvo dueño examina los semblantes y las bolsas de oro se amontonan en la mesa. La bolsa de don Fernando es la más grande. Traed la baraja, ipronto!
Se inicia la sesión. Poco a poco el dueño va derrotando a los jugadores. Sólo queda don Fernando, rodeado de un círculo de admiración. Por el momento se juega poco: mil ducados, tres mil maravedís.
Esa cortedad exaspera a don Fernando.
Las apuestas crecen más. Va mi talega entera. Va.
Pero la carta a la que apostó don Fernando tardó en salir más que la del dueño. Van mis haciendas. Van. Negra suerte trae ahora don Fernando!
Ha perdido sus haciendas.
Va mi finca de la calle de Alonso. Va la de la Plaza Mayor.
Va la de Sopeña. todas quedaron en poder de su adversario.
Don Fernando ha perdido todo. No le queda más que. nada; no le queda nada.
Pero el rostro del dueño de la casa sonríe. Aún tenéis otra cosa que apostar, don Fernando. Otra cosa decis. Qué es?
Grave será el secreto, pues el dueño musita unas palabras al oído de don Fernando. tan grave parece, que don Fernando ha cambiado de color: copioso rocío llena su frente. Luego exclama. No, por Dios. Resolveos. Apostadla contra las haciendas que os he ganado.
Es tentadora la oferta y don Fernando se decide.
Va.
En un albur la jugará.
Don Fernando espera otra vez en vano, y el dueño es nuevamente el ganancioso. Qué jugó don Fernando. Voto a tal, que tenéis pacto con el demonio.
Pero don Fernando es hombre de palabra, a lo menos lo vuelve a decir ahora, y urge al dueño a que lo acompañe a cobrar la apuesta.
Ya amanece cuando salen, seguidos de un cúmulo de curiosos. Qué apostaría don Fernando?
Clarea y llegan a la casa. Aun su bella esposa lo aguarda en pie. Tomadla, es vuestra.
año a otro.
Aquel caballero fué famoso por su prodigalidad. Su nombre poco importa, pues bien puede ser reclamado con envidia por cualquier otro farolón de la época.
En la Calle del truco sientan sus reales jugadores profesionales. El nombre de la calle lo recuerda: juegos de truco, trampa de suerte.
Pero.
El alguacil acaba de pasar. Va jardín abajo cantando su letania: Las doce y sereno. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica