REPERTORIO AMERICANO 115 las patitas delanteras. Los dos caminaban a saltos. Guy se quejaba y el perrito gruñía. Nos caímos, Jacinto dijo Guy. Ya lo veo. Pijas se torció una pata pero ya se la curé. tú. No lo digas a nadie. Yo no tengo nada.
Me vendé para consolarlo. SELECTA La Cerveza SELECT del Hogar Exa desapareció. Como vino se fué. Guy salió a buscarla. Cuando, al cabo de un rato, regresó del campo, se dobló como una espiga y se quedó dormido. Canek se sentó a su lado y veló su sueño.
Cuando Guy desperto dijo. Jacinto, qué les pasa a los niños que se mueren. Despiertan, niño Guy, despiertan. EXQUISITA SUPERIOR Amaneció muerto el niño Guy. Nadie lo vió morir. Entre los pliegues de su hamaca parecía dormido. Tenía en los labios pálidos, una leve sonrisa también dormida. Canek recogió las cosas del niño. Guy, tras el retrato de su madre, había escrito: quisiera ser el huésped de tus ojos. Canek se echó a llorar.
La tía Charo se acercó a él y le dijo. Jacinto, si no eres de la familia, por qué lloras?
Canek dijo: Nosotros alimentamos las semillas; ellos alimentan las hojas. Bajo nuestras plantas caminan las aguas secretas, olorosas. Sobre ellos agitan sus alas aves carniceras.
Ante la insidia de los blancos, Canek convocó a los suyos. Sin decirles palabras les señaló una mesa donde había armas y pan.
Unos tomaron un pan. estos les dió un arma y les dijo que defendieran sus casas.
Otros tomaron un arma. éstos les dió un pan y les dijo que defendieran sus trincheras.
Otros tomaron un arma y un pan. éstos les dijo que fueran capitanes.
Canek dijo. Los blancos son rojos. Son rojos como la mancha del oriente que los trajo; como el fuego que brota de sus manos; como el oro que se enciende en sus barbas. Los blancos son rojos.
El notario apuntó en su protocolo: la hacienda se adjudica con sus tierras, aguajes, bestias, indios y demás aparejos.
Canek dijo. Ya se cumplen las profecías de Nabuc Fech. No se contentarán los blancos con lo suyo ni con lo que ganaron en la guerra; con maña querrán también la miseria de nuestra comida y la miseria de nuestra casa. Levantarán odio contra nosotros y nos obligarán a refugiarnos en los montes y en los lugares apartados. así iremos como las hormigas detrás de las alimañas y comeremos cosas malas: raices, grajos, cuervos, ratas y langostas del campo.
Llegaron a la hacienda los hijos del nuevo amo. Eran mozos de tez blanca, grandulones.
Llegaron jinetes en caballos negros, de casco recio y de crin brillante. Entraron a galope entre nubes de polvo. Lo primero que hicieron fué echar sus bestias en las sementeras; lo segundo robar los cepillos de la iglesia y feriar los dineros; lo tercero robar la hija de Chumin, el albeitar. La llevaron lejos: se burlaron de ella y la abandonaron en el campo.
Chumin, lleno de vergüenza, se ahorco de las ramas de un naranjo. Los mozos vendieron la fruta antes de que se cinociera el suceso. Canek descolgó el cuerpo y lo enterró. Al enterrarlo parecía que sembraba semilla de hombre.
Canek dijo. Los indios viven al lado de la tierra.
Duermen en paz sobre su pecho. Los blancos la olvidan. Pasan sobre ella aplastando sus gracias. De ella sólo toman sus frutos.
Canek dijo. Hay hombres de espíritu levantado, impaciente. Para éstos una mañana es ya el principio de una tarde. Hay hombres de espíritu lento, dormido. Para éstos una tarde es apenas la continuidad de una mañana. Hay hombres de espíritu recio para quienes todas las horas están llenas del día. Para éstos se hizo el descanso de la noche.
Canek dijo. Los blancos no saben de la tierra ni del mar ni del viento. Qué saben si noviembre es bueno para quebrar los maizales. Qué saben si los peces ovan en octubre y las tortugas en marzo. Qué saben si en febrero hay que librar a los hijos de los vientos malos?
Ellos gozan, sin embargo, todo lo que producen la tierra, el mar y el viento de estos lugares.
El herrero de la hacienda preguntó. Ya está terminado el hierro para marcar el ganado. Hago otro para marcar a los indios?
Uno de los mozos respondió. Usa el mismo.
Canek rompió el hierro y huyó con los indios.
Los hijos del amo se frotaron las manos y gritaron. Se han sublevado los indios!
Canek dijo. La palabra nació por sí misma dentro de lo oscuro. La palabra no es la voz que se dice ni la palabra que se oye. La palabra nace en las tinieblas de la conciencia. Por esto toda palabra debe ser sentida dentro para que la imagen sea espejo de sí misma.
Canek dijo. Los blancos hicieron que estas tierras fueran extranjeras para el indio; hicieron que el indio comprara con su sangre el aire que respira.
Canek dijo. Las cosas no vienen ni van. Las cosas no se mueven. Somos nosotros los que vamos a ellas. Sólo el espíritu camina. La memoria no es ojo que se vuelve al pasado; es más bien la fuerza que nos permite ver lo que es, en su esencia, fuera del tiempo.
Los cerdos de la hacienda rompieron la barda de los chiqueros y se escaparon. Ensuciaron el viento con el olor de sus patas.
Otro de los mozos se agarró la panza y grito también. Se han sublevado los indios!
Canek dijo. Es bueno saber cuán diferente es la necesidad del indio y la necesidad del blanco. Al indio le basta un cuartillo de maíz, al blanco no le alcanza un almud. El indio come y bendice su tranquilidad; el blanco come y guarda el resto para mañana. No sabe que una jícara no lleva más agua que el agua que señalan sus bordes. Lo demás se derrama y desperdicia.
Canek dijo. Para el espíritu vale más un vicio limpio que una virtud sucia. Un vicio limpio puede guardar un deseo puro. Una virtud sucia supone una conciencia débil; con seguridad un acto de cobardia.
El viento de la serranía se derramó por la selva, arrastrando consigo las miasmas de los lagos y los rastrojos de las eras, doblegó los maizales y cayó, deshecho, agrio y denso sobre la hacienda.
Los esbirros gritaron con regocijo. Se han sublevado los indios!
Canek dijo. El blanco parece que marcha; el indio parece que sueña. El blanco husmea; el indio suspira. El blanco avanza; el indio se aleja.
Canek dijo. No te enorgullezcas del fruto de tu inteligencia. Recuerda que sólo eres dueño del esfuerzo que pusiste en su cultivo; de lo que logras apenas si eres un espectador. La inteli Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica