10 REPERTORIO AMERICANO Con niñas novedades de oro viejo era Francisco luca crianus, y todas las coses como un espejo de primitiva claridad obscura.
Un travieso y feliz renucimiento, y pájaros y azules transparencias, y ardillas en el agua y en el viento, y nuevos tiempos y nuevas urgencias.
UHU. Ya sin pecado, todos son hermanos, nuestra hermana la muerte corporal, cómo levanta sus góticas manos, limpias siete veces de todo mal.
Era muerto vivo que se destierra, Mealidad que parecia sueño, con su traje café color de tierra Francisco mínimo, menor, pequeño.
Tenía, todo, no teni do nada, sacó de su obediencia libertad, y de su asombrosa noche cerrada salió a cantar maitines la Verdad.
Abrazo de Cristo Crucificado, como en la iglesita de San Damián, y los hombres viejos, por el pecado como rejuvenecidos están.
Marco Aurelio Zumbado Es de pasos hallados, el camino, y un concurso de banderas el mundo, están locos los hombres por el vino, del muy humilde Francisco, segundo. Pallais, Pbro.
León de Nicaragua.
Octubre de 1949.
mm QUÉ HORA ES. Lecturas para maestros: Nuevos he.
chos, nuevas ideas, sugestiones, incita.
ciones, perspectivas y tumbos, noticias, revisiones, antipedagogia.
Esta es la columna miliaria del Rep.
Amer. En ella insecibimos los nombres de los suscritores que por años de años, hasta el final de sus días, le dieron su apoyo. Ricos de espíritu fueron!
ONUN LA CIVILIZACION DEL DIALOGO El Arte de Escuchar Por Luis de Zulueta (En El Tiempo de Bogotá, II 54)
En todo el mundo culto se pone mu terminados por la ley.
cho empeño en que los escolares aprendan Está bien. Hablar, escribir, imprimir a hablar, y a hablar bien, con claridad, co libremente. Pero no dice: oír o leer lirrección y elegancia. El arte de hablar go bremente. Y, sin embargo, esta facultad, za de gran prestigio. Pero poco se hace en este derecho, se ven hoy especialmente favor de una disciplina mucho más difícil negados. En la esfera internacional, los te.
y valiosa: el arte de escuchar.
lones de hierro se establecen no tanto para La palabra es la característica del ser que los pueblos no hablen hacia el exte.
humano entre todos los seres vivientes.
rior como para que no escuchen lo que Mas si el hombre es el animal que sabe fuera se habla. Si hoy el pueblo ruso puhablar, el hombre superior es el animal diera oír, simplementa oír, todo lo que se que sabe oír. Oír a los demás, acoger con dice en Europa y en América, si pudiese simpatía sus razones, abrir el alma al pen traducir y leer, libremente los libros y samiento ajeno. Un buen oidor es más ra. periódicos del universo, cómo cambiaría ro que un elocuente orador.
la situación del mundo.
Hace ya muchos años, desde la tribuna Me sugiere estas divagaciones un arde la prensa extranjera, oí en la cámara tículo que he leído en La Torre La Tofrancesa el discurso que su presidente rre, nueva revista de la Universidad de lo era entonces el austero Mr. BrissonPuerto Rico, es una de las mejores de len.
pronunció en elogio de un diputado fallegua casteilana cuyo autor, el antropólogo cido. Ardiente defensor de sus propias y etnólogo norteamericano Robert Redideas, decía del difunto el presidente, field, trata precisamente de llevar este arera, a la vez, más que tolerante, más que te del buen oyente a la política internarespetuoso, casi hospitalario para las ideas cional de su país.
ajenas. La frase ha quedado en mi memo Escuchar a los pueblos del mundo se ria, sin duda porque la segunda parte del titula este ensayo. En realidad, lo que su encomio me impresionó más que la prime autor dice de los ciudadanos de los Estara. Abundan los defensores ardientes de dos Unidos se podría aplicar, de una ma.
sus propias ideas, pero escasean, en cam nera general, a los ciudadanos de las otras bio, los espíritus comprensivos que alcan. naciones.
zan a ejercitar con las ideas de los demás Tenemos fama de gente locuaz, opina la generosa virtud de la hospitalidad. en sustancia Redfield; hacemos la propaCuando se habla de la libertad de pala ganda de nuestro modo de vida, pero nuesbra se piensa sólo en la libertad de emitir tra capacidad de expresión no está sufila, no en la de escucharla. La famosa de cientemente equilibrada por nuestra apticlaración de los derechos del Hombre y tud para escuchar lo que los demás pien.
del ciudadano, votada en la Francia de san de nosotros.
1789, dice a este respecto textualmente: Mr. Redfield cita a Tocqueville, quien La libre comunicación de los pensamien. hace ya más de un siglo se asombraba tos y de las opiniones es uno de los dere. de la comprensión que los norteamericachos más preciosos del hombre: todo ciu nos demostraban al tratar sus asuntos nadadano puede, pues, hablar, escribir o im cionales y la ignorancia que revelaban acerprimir libremente, pero debe responder ca de los otros países. Pero nosotros añadel abuso de esa libertad en los casos de diríamos que el célebre escritor francés pudo haber dicho lo mismo de sus propios compatriotas. El francés, de tan admira.
ble inteligencia dentro de su ambiente, es, según la definición proverbial, un se.
ñor que no sabe geografía. Ha sido necesario un largo siglo para que los biznietos de Tocqueville empezaran a enterarse de lo que significa el Nuevo Mundo.
Antes, esa recíproca ignorancia, esa sobra de voz y falta de oído, importaba poco. Pero ahora dice Redfield nos hemos visto lanzados, de golpe, en una Gran sala donde todas las gentes se reúnen y hablan o procuran hablar. El Consejo de Se.
guridad de las Naciones Unidas suele parecerse al teatro donde se desarrolla un programa político de televisión, de amplitud mundial. El clamor es tremendo.
Sí, el clamor es enorme. Mas, en esta guerra verbal todos hablan pero no se escuchan, y como no se escuchan, no se entienden. La Gran Sala es, en realidad, el mundo. el inmenso recinto se estremece con el ruido de las voces discordantes.
Robert Redfield aconseja a los que hablan en nombre de su patria que procuren saber cómo suenan sus palabras, no en sus propios oídos, sino en los oídos de aquellos a quienes van dirigidas. Cómo sonaba nuestra conversación en los oídos del Medio Oriente. pregunta Mr, Redfield. Qué se dicen entre sí los europeos acerca de nosotros. Para tratar con éxito a los pueblos extranjeros prosigue el ilustre antropólogo norteamericano hacen falta tres cosas. La primera es, por supuesto, un profundo conocimiento de su carácter nacional. Pero esto no basta, porque, en esta época más que en ninguna otra, los pueblos modernos, a diferencia de los primitivos, están cambiando de continuo.
El segundo requisito será, pues, comprender su modo. su humor actual, su presente estado de ánimo. Uno de los lazos que unen a los pueblos dice Redfield. consiste no en una cultura común sino en un estado de ánimo semejante. Los hindúes, por ejemplo, se sienten hey hermanos de las gentes del Medio Oriente porque tienen una actitud similar, una po.
sición análoga respecto a Rusia, los Esta Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica