El retorno del padre (En Rep. Amer. Colaboración. Creed en los sueños, porque en ellos se oculta la puerta de la eternidad Kahlil Gibran.
Anoche y en el sueño sentí de nuevo el peso de tu muerte, oh padre mio, el leño donde te puse inerte condena fría que el amor más fuerte.
Tú hallaste la herramienta pronta al afán, y la materia prima dócil a quien intenta trocarla en fuente opima y elevar su servicio hasta la cima.
Yacias en el lecho, aprisionado por la breña oscura que del humano pecho deshace la ventura y acalla para siempre a la criatura.
La luz de la mañana tus manos vió, puntuales y callosas, alzar la arcilla humana del limbo de las cosas y modelar las lámparas gozosas. Qué inmovil fortaleza venida a nada en potro de tormento!
Tenía tu cabeza polvo de viaje lento y un nimbo de lavado pensamiento.
Yo soy el predio viudo de providente y malograda esposa, que hambriento está y desnudo, ya casi vuelto fosa sin su raíz, su rama ni su rosa. entre tus manos frías, cruzadas para siempre en ocio eterno, la gloria de tus días oraba un salmo tierno, ya de retorno, oh padre, del infierno.
Pues aunque está en mi gleba dispuesto el surco a la eventual simiente, la brisa que la lleva sólo es rumor que miente promesa errátil de una gracia ausente. yo llegué. Sin llanto pero con infinita pesadumbre, vi aquel austero y santo perfil de mansedumbre sonreírme otra vez bajo la lumbre.
Mas a mi sueño torno y a tu advertencia desde la otra orilla.
Yo sé que tengo el horno sin encontrar la arcilla que el alfarero trueca en maravilla. Cuál era tu advertencia de luz, oh dadivoso padre mio, al darme tu presencia de inmóvil varón frío. Qué intento te movió a cruzar el río?
Sabio es y tiene gusto quien no partió su pan con la pereza.
Si Dios bendice al justo y aureola su cabeza, oh padre, ven y el rumbo me endereza.
Lo sé. En el panorama de tu vida total fijé la vista y contemplé la rama que su abundancia alista y se desgaja de tan bien provista.
Mándame de tu estrella un rayo de inmortal sabiduría, que acaso a través de ella lograra todavía propicio empleo a mi intención baldía. vi que el amor basta para cerrar la elipse del destino.
De mimbre es la canasta y es el tonel de pino, mas la una guarda el pan y el otro el vino.
Si el estelar envío bajara a mí en la flauta de las aves, henchido, oh padre mio, de mandamientos graves, descifrarla con unción sus claves.
Oh padre, de mi sueño cobro humilde tu póstuma enseñanza.
Ningún hombre es pequeño si, henchido de esperanza, gajo de amor a la vendimia alcanza.
Pues en las horas ciegas que van desde el anhelo a la agonía, cuán inútiles siegas de grano vano haría quien no tuviese un segador por guía. Mas dónde hallaré, dime, el acomodo que tu aviso expresa, la brújula sublime que el caos atraviesa depara al amor su justa empresa?
Con tu visión me quedo, bañando en alabanza tu memoria. Oh, si hallase aún mi credo caminos de victoria donde besar las plantas de la Gloria!
Alberto VELAZQUEZ.
Guatemala, Enero de 1953. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica