254 REPERTORIO AMERICANO En México consigue la suscrición al Repertorio con Aníbal Arias Berlín 19. Colonia Juarez 0En Chile, la consigue con GEORGE NASCIMENTO y Cía.
Santiago, Casilla No 2298. 0En Guatemala, con Doña MARTA DE TORRES En la ciudad de Guatemala. Callejón Escuintlilla, 8)
En El Salvador, con el En Santa Ana (Liceo Santaneco)
Prof. ML. VICENTE GAVIDIA ravillosa y adoctrinadora. nos ofrece Galdós una estampa de ayer que aún tiene lamentable actualidad en no pocos hogares de hoy, allá, acá y en otras partes: Don Baldomero no había podido sustraerse a esa preocupación tan española de que los padres trabajen para que los hijos descansen y gocen. Recreábase aquel buen señor en la ociosidad de su hijo como un artesano se recrea en su obra, y más la admira cuanto más doloridas o fatigadas se le quedan las manos con que la ha hecho. Hay padres y hay padrazos, y éstos, llevados de su abundancia cordial, acaban algunas veces por favorecer las disposiciones peores de los hijos.
Entre esas disposiciones, así ayudadas, hemos de señalar la inclinación de la juventud al llamado señoritismo. distinto y hasta contra rio del auténtico y noble señorío. Entre el señor y el señorito cabría establecer una diferencia análoga a la que hay entre el hombre libre y el esclavo avenido con su condición sometida; pero la explicación de esto, que no parece relacionable, no es tema de esta ocasión. Así limitémonos ahora a lamentar el enorme daño que la sociedad recibe del señoritismo, de que los señoritos, parásitos de la familia y de la colectividad, no peleen siempre como quería Unamuno. en la vanguardia de las ideas jó.
venes, no esclavizadas por la rutina. Señoritismo y vejez son términos concertados y ami gos. Pero ¡cuidado. ser conscientemente joven obliga a no embriagarse con esta pasajera condición de la edad: Es fatal advierte Spranger entregarse a la propia juventud con tanta plenitud como si en la metamorfosis regular del hombre no hubiese otras etapas de la vida.
Querer ser solamente joven es querer ser ciego. Prosigamos, Los jóvenes estudiantes, dicen de acuerdo unánime Perogrullo y La Palisse que, además de ser jóvenes, deben ser. estudiantes. No lo son todos los que se hallan inscritos en los registros de la Universidad y de las Escuelas, ni tampoco los que, cumplida esta condición, frecuentan las clases; ello porque hay que distinguir, en un análisis algo exigente, entre alumnos y estudiantes. Para ser alumnos basta llenar ciertos requisitos administrativos y económicos, al alcance de los más. Para realizar la categoría de estudiante hay, además, que. estudiar.
Ni son estudiantes, en las numerosas aulas, to dos los que están, ni están allí siempre todos los que son. El alumno, el solo alumno, puede ser holgazán o puede ser empollón. esto es, en el segundo caso, muchacho muy aplicado, extraordinariamente aplicado, pero con grandes y rígidas orejeras que le mantienen exclusivamente sobre los libros de texto, pensando sin descanso en los exámenes y en una calificación brillante en todas las materias, por igual. El estudiante, el buen estudiante, debe ser algo más que un memorizador rutinario, sin preferencias y sin cierta ancha curiosidad; puede mostrarse excelente en unas clases y algo desigual en otras, obediente a su vocación. al lado de las tareas escolares, sabrá cultivar des interesadamente su espíritu y frecuentar las obras maestras del ingenio humano, sin daño para el cotidiano deber.
Hemos de terminar. El muchacho de nuestra predilección, joven y estudiante consciente y concienzudo, no ha de olvidar que vive en el mundo y en una sociedad determinada, a cuyo progreso habrá de contribuir cuando deje las aulas, bien armado para la vida. Ha de sez sanamente patriota y ha de ser ampliamente universal. Patriotismo y universalidad han de darse en su mente y en su corazón como términos armonizables, pues de otro modo caería en extremos igualmente reprobables: la patriotería estrecha y el internacionalismo exclusivo y frío. Ha de rechazar el localismo de campanario y saber que en la ancha tierra hay más, mucho más, y que la afirmación legítima de lo propio no ha de hacerse con bobo y fatuo recelo y desdén de lo ajeno, porque por encima de lo nuestro y de lo extraño está, ha de estar, lo humano que algún día, todavía remoto, habrá de unir a los pueblos sin allanamiento de las naturales y respetables fronteras físicas y sociales. Aquel es de mi patria escribía Juan de Valdés en el siglo XVI cuyas virtudes y suficiencias me contentan, si bien sea nacido y criado en Polonia. esto es, muy lejos de mi lugar.
De profundis Un momento de angustia infinita (En Rep. Amer. seaba irse en silencio. Queríamos cuidarlo entrañablemente aunque fuera metido siempre en su lecho de enfermo y calmábamos sus dolores con morfina, le dábamos medicinas constante.
mente y lo consolábamos en sus horas desesperantes leyéndole los libros que siempre gustó.
pero él nos pedía silencio, soledad, mucha so ledad. mucho silencio. No nos ayudaba a mantenerlo asido a aquel hilito de vida que le restaba. por qué no decirlo claramente? nuestro egoísmo. Así, egoísmo de quien no quiere perder lo que más ama. Nuestro amor no fué otra cosa que el tenerlo junto a nosotros sin pensar en sus padecimientos ni en su cuerpo exhausto y terminado para recuperarse; en su espíritu aniquilado para querer seguir viviendo una vida incapaz de brindarle un solo placer, ini uno solo. porque su cerebro funcionaba mal, captaba mal, y su corazón no tenía fuerzas para amar y se le estaban haciendo a cada segundo menos interesantes las cosas y los seres que lo rodeaban. Pero no queríamos saberlo, a pesar de que un rayito nos iluminaba el fondo de la conciencia y nos lo decía constantemente. Nuestro egoísmo no era otra cosa que amor filial y nos cegaba, nos hacía tercos y pretenciosos, poniéndonos a lu char contra lo imposible.
Pobre buen hombre!
Ahora me doy cuenta cabal de lo que hicimos tratando de arrebatárselo a la muerte y dándole vida artificial!
Recuerdo cuando me dijo. Para qué es?
gota gota. Si supieras, hijo cómo me siento, no me martirizarías más. Yo creía amorosamente en lo bien que le haría! como estaba totalmente indefenso, el gota gota le trajo un mejoramiento repentino.
Sus pupilas se avivaron y brillaron unos cuantos días más; recobró un poco de fuerzas, hubo elasticidad en sus músculos y pudimos verlo enderezarse por sí solo, tirando de la sábana que le habíamos atado a los pies de la cama, recogiéndola hacia él lo bastante para quedar sentado, mirarnos y decir. Bueno. Les place. Quieren mentiras. ipues aquí las tienen. Su cerebro comenzó en este punto a funcionar peor; no tenía ideas y sus pensamientos fueron irrazonables. Empezaron a visitarlo los fantasmas de los muertos que se agazapaban en todos los rincones del dormitorio. Tuvimos que bajar de la pared donde colgaba el cuadro de San FranBajé lentamente las gradas de la escala y me detuve unos minutos al pie, frente al retra to de mi abuelo paterno. Traía el alma abru.
mada y sentía el cuerpo poseído de fiebre altisima. Desde allí miré a las gentes que espera ban el mensaje. Todos clavaron los ojos en mí, despachando una angustiosa interrogación.
Las circunstancias me convertían en lo más importante que podían crear sus esperanzas.
Desde mi sitio dominaba todas las caras ansio sas en donde se reflejaba el trajín abrumador de un sin fin de noches en vigilia y podía ver las huellas de la nicotina y del café que ingerían para espantar el sueño, esperando siempre la noticia. ila última noticia. Me miraban, expectantes, agrandando los ojos y entreabrien do la boca por donde les salían las palpitaciones del corazón. pero sin preguntar. Había espanto; lo sabían todo. pero querían oírlo de mis labios. Era el temor de la desgracia que se quiere conocer, a pesar de su crueldad. Mis hermanos y amigos no se habían acomodado a la situación a pesar de conocer el diagnóstico del médico. Sabían que era absurdo esperar con esperanzas, porque el caso es.
taba perdido. sin embargo. Esperaban un milagro. No les había dicho mi madre que para Dios no hay imposible? Si ella lo decía. tenía que ser! Era una santa y podía oír laz voces del cielo, cuando éste se dirige a los hombres de buena voluntad.
Pero mi madre oía con los ojos del amor y de la fe. Mi padre no tenía curación posible.
Lo había invadido el cáncer desde los pulmones hasta la vejiga. mi padre lo sabía. Muy antes que nosotros y que el mismo médico, antes de caer en cama, cuando el dolor ya no lo dejaba respirar y el color amarillo se intensificaba en su rostro, muy feo y muy sospechoso. Pero guardaba su secreto y quería engañarnos. Nosotros guardábamos el nuestro y tratábamos de ocultárselo. El quería irse y des cansar. nosotros tratábamos de retenerlo. El nos brindaba su eterna sonrisa, nosotros le regalábamos la mentira de una risotada abierta, con infulas de reconfortarlo. Pero él sólo de Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica