310 REPERTORIO AMERICANO SELECTA CA La Cerveza del Hogar SELECT EXQUISITA SUPERIOR En la muerte de mi madre to. Intrigados unos ingenieros por su renombre, fueron a verle para tentarle. a la manera de los incrédulos y crueles humoristas; y uno de ellos, minero, sacó de su bolsillo un tubo de ensayo que contenía cuarenta o cincuenta gramos líquidos de cianuro de potasio, diciéndole: Si usted puede beberse esto sin morir, yo seré su discípulo. El Maestro, sonriente, aceptó el reto y tomó la poción. En tanto los curiosos esperaban el síncope inminente y final, Yogananda les habló de Jesús, el Cristo, y de sus Maestro: charló media hora con los intrusos, y luego, pidiendo permiso, se hizo acompañar de uno de ellos al interior de la casa y en presencia suya vomitó a voluntad el cianuro, se enjugó los labios con el pañuelo y regresó a despedir a sus amables huéspedes. La lección había sido tan rotunda como el poder de aquel veneno.
Me propongo enviar a usted, don Joaquín muy querido, una serie de cartas sobre este tema, si es que usted quiere acogerlas a las magnánimas páginas de Repertorio Americano. No es justo ni digno que mientras otras culturas se aprovechan del incomparable material de esta ciencia, siempre comentada con la voz amedrentada por el hechizo y la conseja, el mundo de habla española ignore presencias tan altas y sublimes como la de Yogananda.
El mismo, con su vasta información y la guía individual y secreta que nos ha dejado, será quien ilustre un relato posiblemente pobre de este amigo suyo. El andar tras de misterios debilita la mente humana. decía Vivekananda en el pasado siglo.
Lo único que hay misterioso para nosotros es nuestra propia ignorancia, y una vez despejada de sus nieblas la montaña sagrada, podremos ver sus senderos. La vida real, efectiva y profunda no puede ser un relato novelesco, ni entretención de palabras; hay que tomar las herramientas y trabajar.
Lo saluda, con el cariño de siempre, Rafael CARDONA Por CHACON CALVO (Atención del autor, en La Habana, Mayo 26 de 1952)
Frente a ella, durante más de seis años, escribía estos humildes artículos. No podía tener después una lectora más generosa, de más fina comprensión. Cómo podré evocarla cuando su partida es tan reciente que el dolor de aquel adiós único es tan vivo y tan hondo como en su primer momento? todo esto tan íntimo, tan clavado en mi alma. cómo podrá interesar al lector. No será adecuado recordar el consejo de González Martínez, el gran poeta de México que acaba de morir: No turbar el silencio de la vida ésa es la ley. sosegadamente llorar, si hay que llorar, como la fuente escondida?
Dr. García Carrillo teriosas que habían llenado de esperanza a mi corazón. en los primeros minutos del pasado día 29, tenuemente se apagó aquella vida que era mi luz y mi alegría resplandeciente en mi camino terrenal.
La rodeaban los seres más amados de su corazón. Ya unas horas antes, el gran médico y el gran amigo, heredero de un nombre insigne en nuestra cultura, al que ha sabido dar nuevos timbres de gloria, con un abrazo silencioso, me anunció que se acercaba el momento postrero de aquella larga dolencia. alguien de mi sangre, ya casi médico, que tan tenaz y delicadamente había luchado contra la enfermedad invencible, quedó vigilando la inexorable etapa final del cruento padecer. Un pequeño crucifijo, que el historiador español Don Antonio Ballesteros me trajo para ella desde Jerusalén y que está hecho con madera del huerto de Getsemaní, prendido en la almohada, derramaba su luz en el camino de la eternidad que iba a abrirse muy pronto. Otro, de gran tamaño y de valiente ejecución, que hace más de un siglo está en mi familia, parecía consolarnos a los que sentíamos en lo hondo del espíritu el más triste acabamiento.
Habíamos rezado ya varios rosarios; la vela del alma, la vela del agonizante, junto a Cristo en la Cruz, iluminaba el miste.
rio de la muerte. Fué entonces cuando yo dije de rodillas, junto a mi madre, el última Padrenuestro antes de que llegara la muerte corporal. Con la palabra postrera de la divina oración exhaló el último suspiro. me pareció, entonces, que no éramos nosotros los que debíamos de rogar por ella sino pedirle a ella que rogara por nosotros, y nos confortara, y nos llenara para siempre de su pura luz.
Recorro los recuerdos de mi devoción filial y una nota persistente me parece que define aquella vida tan íntimamente uni.
da a mi espíritu. Es la mesura, la discreción, el sentido ponderado y armónico. Estas virtudes tenían muy hondas raíces y eran el testimonio claro, indubitable de un señorío natural, de una espontánea distin ción, de una majestad nativa. Por ello parecía tener un buen gusto que me orientaba con saludable severidad.
Pero yo sé que de nada podría volver a escribir si no cumplo mi sagrada deuda con su pura memoria, que me envuelve, que me llena de su suave luz, que casi des.
vanece su material ausencia.
Tuve siempre una viva ilusión de que vencería su enfermedad postrera. Tanto había soñado con sus ochenta años que no podía convencerme de que vendría la muerte cuando faltaban muy pocos días para ese nuevo aniversario de su nacimiento. Había nacido el 20 de mayo de 1872. Ferviente terciaria dominica, se había pre parado muchas veces para el trance definitivo. yo, que desde que comenzó la gravedad extrema comulgaba casi diariamente, creí oír en lo íntimo de mí, en la procesión del Jueves Santo, claras, inequívocas, estas palabras: todo será para su bien. al verla con una inesperada mejoría, me pareció que se referían a la salud corporal. Creía también que se cumplía una vez más el aserto del Apóstol Santiago acerca de la extremaunción, hecha en su Epístola Católica. Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la iglesia, y oren por él ungiéndole con óleo en nombre del Señor; CARDIOLOGIA (Radioscopía y Electrocardiografía. METABOLISMO, VENAS VARICOSAS.
Sus teléfonos: 1254 4328 Una suscrición al Rep. Americano la consigue Un en Chile, con GEORGE NASCIMENTO y Cía.
Santiago, Casilla No 2298.
En El Salvador, con el la oración nacida de la fe salvará ai enfermo y el Señor le aliviará. Cap. V, versículos 14 y 15. Prof. ML. VICENTE GAVIDIA Pero era un bien más alto, un bien imperecedero al que aludían las palabras mis Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica