Marxism

REPERTORIO AMERICANO 171 Sonetos (En Rep. Amer. LUCERO SOLITARIO Sali con mi bagaje de pobre peregrino por los países vagos de la imaginación, en pos de una esperanza, tal vez de una ilusión, quizás de algún lucero que tiembla en mi destino.
Subí por la montaña con mi copa de vino: en cada paso tuve la fe de una canción, que en lírico entusiasmo brotó del corazón dejando mis tristezas a un lado del camino.
Arranco enardecido las retorcidas lianas que enredan el follaje selvático y sombrío. el sol alumbra siempre mi tienda en las mañanas!
OTON AL Llegó el otoño. Deshojó las frondas.
y amontonó hojarasca en el sendero.
Se durmió entre las nubes el lucero cansado de flotar sobre las ondas.
Silbó el ramaje sus canciones hondas y el ciprés musitaba en el otero: y lloré como un triste pordiosero.
sentado al pie de las encinas mondas.
Cansado estaba el corazón enfermo y ya nada quedaba en sus latidos, al fin de la jornada por el yermo. al entreabrir mis párpados perplejos, deshojé mis recuerdos ya perdidos, en el confín de los caminos viejos.
Maritain de la sobrevivencia en la especie, es otra prueba de la inmortalidad del alma.
De aqui que la religión no puede desaparecer, contrariamente a lo que creen los revolucionarios extremos, en su empeño de hacer tabla rasa de todas las instituciones del pasado. Es una miopía metafísica verdaderamente sorprendente. La religión no corresponde solamente a la superestructura social, como creen los marxistas. La religión no es sólo un espiritualismo; corresponde a la estructura biológica y ontológica del ser. Por eso es indesarraigable. No podrán destruirla jamás.
La religión es un grito que arranca de la sustancia misma del ser. Un grito de sobrevivencia. Un grito de salvación.
San Juan, Puerto Rico.
Niños indios. espero yo en las noches de un astro algún vislumbre para que brille junto con el lucero mío, que sólo resplandece perdido allá en la cumbre.
Alfredo VINCENZI.
Costa Rica. 1950.
Por Carmen VILCHIS BAZ (En Rep. Amer. Sobrevivir por el amor Por Luis VILLARONGA (En Rep. Amer. El amor que sentimos por los seres queridos es manifestación en nosotros de afán de más vida. Afán de incrementar e intensificar nuestra vida. Ese amor es ansia de sobrevivir.
Desesperadamente nos estrechamos a los seres que amamos para vivir en ellos, para sobrevivir en ellos. Somos como la enredadera parasitaria que se enrosca al tronco del árbol para vivir por él y en él.
En los seres de psiquismo poderoso el amor es intensísimo porque es el ansia de comunicarse, de manifestarse y de persistir. La voz de la sangre en estos seres es tan poderosa que es una verdadera clarinada. Esos son los amores apasionados, sublimes, de los padres por los hijos y, a veces, entre otros miembros de la familia y aun entre particulares. Es el amor de Otelo por Desdémona, el amor de Fausto por Margarita, el amor de Romeo por Julieta. este respecto, hay seres predestinados en quienes el amor a los suyos asume proporciones desmesuradas. Casi siempre, en el fondo de estos amores tiembla el pavor de la muerte.
El padre se estremece ante la posibilidad de muerte por el amor acendrado instinto y amor desesperado. Al mismo tiempo, se piensa en la propia muerte, en la eterna separación y abismo insondable y se estrecha uno al ser querido para no morir, para no caer en el abismo espantoso. lo que se quiere es vivir, vivir siempre, vivir eternamente con nuestros amores. Con nuestros amores, porque nuestros amores son más vida.
Este gesto apasionado del amor es la más alta manifestación de la vida en su tendencia a persistir. Pero, al mismo tiempo que afán de sobrevivir en el otro ser y de defenderse de la muerte por el amor acendrado instinto y sentimiento que acaso podrían considerarse egoístas se observa también el afán de abnegación y de sacrificio, el afán de darse por el ser querido. La humanidad se ha honrado siempre con estos sentimientos que se han mani.
festado en todas partes y en todas las épocas Este afán de darse por el ser que se ama llega a veces hasta arrostrar todos los peligros y la muerte misma. La historia cotidiana la literatura y el arte abundan en estos hermosisimos casos de sacrificio por el amor. Como se ha dicho tantas veces, en la literatura y el teatro hay personajes que tienen más vida, más realidad, que la mayoría de los hombres de carne y hueso. Pero nótese que aun estos casos representan la sublimación de la vida. Se muere por la vida. Se muere por la más alta, poderosa y fecunda manifestación de la vida, que es el amor. Esa muerte es un gesto desesperado por la vida. Podría decirse que la vida se alimenta de la vida. Así, el ser parasitorio que se alimenta del ser a que se estrecha.
La muerte en sacrificio por otro o por un ideal noble representa la suma intensificación de la vida. No se muere por morir: no se muere por abandonar la vida, no: se muere por la vida. Es un grito, un estallido de la vida en su afán de persistir. Así es de prodigiosa la fecundación de la vida por el amor. el que así muere, debe de sobrevivir a su muerte. Tiene que haber una proyección de ese gesto sublime más allá de la tumba. La fuerza del psiquismo, el mismo ímpetu de la vida por persistir, debe garantizar la supervivencia de la víctima sublime del amor, del sacrificio por el amor, que es como el sacrifico por la vida.
Si no hubiera otras pruebas de la inmortalidad del alma, ésta sería una buena prueba.
Se da la vida por cosas que valen más que la vida, o sea, por el amor. Pero el amor es la vida misma, la vida sublimada. si la vida, saltando por encima del poderoso instinto de conservación, así se da a sí misma, es porque la vida, en un inconsciente profundísimo, se sabe inmortal La religión es otra manifestación de supervivencia, de inmortalidad. Es una manifestación poderosa, como la del amor. Es universal y ha existido en todas las épocas. No ha habido pueblo ni tiempo en el planeta donde alguna forma de religión no se haya manifestado. Aquí, el afán e instinto de supervivencia se manifiesta, no sólo en el individuo, sino en la especie. Esta unaimidad del instinto o noción fundamental, sustancial como dice Por ahí, en los caminos, es siempre posible encontrar niños semi desnudos. regordetes o raquíticos. con hirsutos cabellos oscuros y carne morena que exponen al sol inconscientemente.
Su desnudez. es un reproche a la civilización que bordea los campos, concentrándose en las ciudades.
Su mugre. su ignorancia. una prueba amarga de los éxitos de campañas políticas (por centenares) que se esfumaron en el tiempo.
Su mirada. similar a la de los animales del campo, tiene muy raras veces destellos humanos y. cuando los manifiesta. se convierte en doloroso interrogatorio hacia el contraste.
Esos niños, de vida casi animal. tienen hasta el llanto extraño. Si se observa, puede notarse que se transforma en taladro. se adentra en los espectadores, como un lamento agudo y lacerante.
Cuando se tiene un poco de humanitarismo y se ha sentido la inclemencia de la vida, del tiempo, del medio. cuando se ha sufrido. cuando se ha tenido en los brazos a esas criaturas. y se las puede comparar con los otros niños que representan enfáticamente la infancia mexicana.
Qué amargo es el contraste, que doloroso.
qué denigrante.
Esos niños indios son hijos de México.
igual que los otros, que los de cada uno de los lectores de esta columna y. sin embargo. parecen condenados a la desnudez y.
a la ignorancia.
Niños que los viajeros miran despectivao retratan, para obtener un recuerdo turístico de la raza. de estas y de otras cosas dolorosas para el país son de las que poseen una riquísima colección. Niños. monigotes de barro prieto, de tiera mexicana. que en vano dan vida a sus ojos, tratando de ser humanos.
Niños indios, niños de México. que salen a los caminos a mirar lo que pasa. lo que viye. a los que comen, visten y hablan diferente a ellos.
Niños de raza morena, condenados por la miseria y por la ignorancia, a contituirse en fardo, en rémora, humanos de las civilizaciones. a vivir en calidad de animales de monte. esperando.
mente Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica