REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANA Tomo XLVI San José, Costa Rica 1950 Jueves 30 de Abril No. 10 Año XXX. No. 1109 Salvador Barberena Díaz, valor auténtico del magisterio nacional: poeta y maestro, como Almafuerte.
RUBEN DARIO, poeta nacional, de América y del Mundo Por Gilberto BARRIOS (En Rep. Amer. La Patria sobre todo Se han alzado voces, dentro y fuera de Nicaragua, para negar a la poesía de Darío la raíz autóctona. Nada más injusto. La crítica superficial, cegada por la luz intensa del Genio, no ha podido ver, en el autor de El Canto Errante. al vate magnífico, al portalira prodigioso y múltiple que sin dejar de ser nicaragüense, es continental, y pertenece a todos los tiempos y canta con el acento de todas las razas.
Al rendir su homenaje a la mujer nicaragüense, Rubén le ofrece cosas del solar nativo, poniendo de fondo a su dulce y delicada inspiración el paisa je vernáculo: así vemos que en su Serenata a Mercedes de Zavala, le prodiga lo que pueda en esta tierra tomar; queja de cada arboleda, y aromas de la reseda, y conchas de nuestro mar; para concluir deseándole una vida grata y feliz; llena de flores, de panoramas encantadores como las selvas de Nindiri.
zondo, Adela Vidaurre, Rafaelita Hurtado, Matilde Fuentes, Emma Flint, Felia Abarca, Merceditas García, Josefa Dubón y quién sabe cuántas otras, cuyos nombres adornan Albumes y Abanicos, fueron las musas de carne y hueso del poeta nacional para el que, al decir soberbio y sonoroso de un eminente pensador americano, los olivos y los laureles de Grecia, eran demasiado pequeños para ocultarle la visión grandiosa de sus oscuros bosques tropicales. Qué otro bardo, nacido dentro del triángulo ideal de nuestras fronteras, ha escrito versos con mayor genuino sabor criollo, que los de la conocida composición intitulada Del Trópico. Nada más nuestro, nada más vivido y oloroso a campo nicaragüense que aquello de Herminia Chamorro, Adela y Cornelia Viales, Dolores Carazo, Luisa Guerra, María Ignacia Vidaurre, Carmen Sáenz, Delfina Santos, Lucía Gallegos, Madelina y Zulema EliUn mozo trae por un sendero sus herramientas y su morral; otro, con caites y sin sombrero, busca una vaca con su ternero para ordeñarla junto al corral.
Armando Donoso tuvo una visión exacta del estro de Darío, cuando escribió estas bellas palabras: León. Cuántas cosas no le evocó siempre su cara ciudad al poeta. Con qué honda emoción recordaba sus casonas peculiares, de recios muros y techos cubiertos con pesadas te jas arábigas; sus iglesias sombrías y su Catedral severa, cubierta de estampas descoloridas, remotas historias de santos que exaltaron las primeras fantasías de sus diez años. La Catedral tuvo un fuerte ascendiente en las primeras vagas inquietudes del poeta: los solemnes días de pontifical, las ceremonias de Semana Santa, la Navidad deslumbrante, las fiestas de Corpus, las procesiones suntuosas, resumían la mitad de sus memorias juveniles. Qué hondo e impresionante recuerdo dejaron en él las procesiones de León. Ellas hicieron cantar la alondra y poblaron de ensueños su temprana primavera.
El numen del Primero de los Poetas de la lengua. extrajo del rico filón del civismo iridiscentes gemas. Cantó la Unión Centroame.
ricana. y Valle, Barrundia, Morazán, los Barrios, Cabañas y Jerez vibraron altísimos en la lira patriótica del aedo que, como buen y legítimo nicaragüense, amó el ideal que ha de hacer de cinco jirones un solo Pabellón, Oídle: Rubén Darío (Por Vásquez Díaz. Esto que hacemos ahora, es, pues, por nosotros mismos, no por el gran muerto que ya nada necesita.
Mienteas nosotros necesitaremos cada vez más de él.
Leopoldo Lugones.
Centroamérica espera que le den su guirnalda y su bandera Centroamérica grita que le duelen sus miembros arrancados, y aguarda con ardor la hora bendita de verlos recobrados. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica