366 REPERTORIO AMERICAN guirla, y en cuanto a sus versos, todo lo que podían conseguir las opiniones más entusiastas, era que la tentara la idea de escoger las menos malas de sus composiciones, para algún día editarlas en un libro. sin embargo, había escrito para esa época poemas como este Tengo el alma abierta. Tengo el alma abierta como un horizonte.
Hoy podrían caberme todas las estrellas y el temblor dorado de su luz callada sobre el agua mansa. es que a tu tristeza se asomó mi nombre.
Casi soy tan grande como un pensamiento; mi ser dilatado hasta lo infinito vasto como el tiempo que pasé sin verte. ancho como el ansia que esperó tu vuelta, oye a tu distancia que me estás nombrando.
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Pedro de Alba: De Bolívar a Roosevelt 00 Americano (San José, Costa Ri.
ca. Octavio Paz: El Laberinto de la Soledad 00 Giro Bancario sobre Nueva York.
Hoy mi pobre alma se ha tornado inmensa!
Nada, ni el silencio, bastaría a llenarla, ella es a mí misma como un horizonte abierto a la vida.
Tu voz ha debido decir allá lejos. Mi criatura loca! como esta Tarde de lluvia. Hoy está la tarde como la mañana brumosa y lejana de tu despedida.
Hay olor a lluvia y el aire está muerto dentro de su caja de húmedo silencio.
Porque tú estás lejos me gustan los días enfermos de brumas y melancolías. porque no puedes mirarme a los ojos y verme el contagio de tanta tristeza, me integro al cansancio de luz que (amortigua y destiñe toda la Naturaleza.
Muy dentro del alma el rencor se opaca como el desvaído color de esta calma; yo torno al pasado, rendida de esperas y de certidumbre de cosas inciertas.
Hoy está la tarde como la mañana, acaso olvidada ya de tu partida.
Tiembla como entonces la luz mortecina y el árbol espera resignadamente bajo la morbosa paz de la neblina.
Porque tú eras triste y amé tu amargura, y porque en las tardes cuando nos quisimos coincidió la lluvia con tu gran ternura, amo la plomiza quietud de estos días que licúa las nubes etéreas y frías.
haberla visto nunca y de repente estar muy cerca y no llegar a verla. Porque yo me dispuse a visitar la poetisa, pero me envolvie.
ron esas complicaciones inesperadas de la vida, y no fué sino hasta hace poco, que en mi ciudad natal, donde por primera vez tuve noticias de su labor, por primera vez, asimismo, nos encontramos. Por fin. dijimos riendo a modo de saludo. Lilia Se.
nior, de ostensible gallardía, tiene el pelo rubio y la voz sonora y suave. De hallarla en una calle de Nueva York, la habría to.
mado por una estadounidense. primera impresión su tipo es nórdico. Pero pronto se descubre en los ojos de un tono verdo.
so que a ratos declina al color de la miel, una miel en que cayera, de improviso, una chispa de claridad iluminándola hasta el fondo, su origen latino o iberoamerica.
no. Era una tarde de enero, con esa dorada pulcritud del invierno tropical, que es como una primavera madura o un otoño her.
moso. La poetisa miraba aquel sol de fiesta y el verdor casi apretado que abun.
daba dondequiera. Ahí, recordó, había pa.
sado parte de su niñez. No olvidó tampoco a Bogotá, templada y exquisita en su altu.
ra, ni a Barranquilla al margen de ese Mar Caribe nuestro e intertropical que parece mover de costas a costas, con sus sales y espumas, música y fuego. Lilia Senior ve.
nía entonces de su actual residencia de Mount Vernon, no el Mount Vernon del re.
cuerdo georgewashingtoniano. sino una población al norte de Nueva York, muy abierta y plácida, que vi por más de una oportunidad los domingos en la tarde, con su calle mayor y sus grupos de lindas muchachas que salían de las iglesias y los círculos religiosos, y a la cual por cierto me he referido en un libro de impresiones y una novela.
La poetisa había puesto en mis manos lo que era al fin su primer libro, un libro en prosa El osito azul. Sonriendo le pregunté. el libro de versos?
Ella sonrió mucho más. Bueno. realmente. sus palabras tu.
vieron una tardanza evasiva y se movió un poco como el que no desea llegar a una conclusión quiero ver si me decido a ocuparme seriamente en eso.
Ahora acabo de leer El osito azul. No es un libro de versos, como dije, pero sí de efectiva poesía. No tiene mucho tamaño, pero posee una intensidad prodigiosa. Un libro que sobraría para hacer la fama de un escritor, hombre o mujer, pero que sólo pudo o podría ser escrito por una mujer o una madre que fuera una gran poetisa.
Porque si la maternidad es por naturale.
za poesía, poesía con todos los alcances y tonos, en este caso esa calidad adquiere valor extraordinario. Se trata de un cuen to, o más bien de una narración donde figura un cuento, que obtuvo el primer pre mio de un certamen celebrado en Bogotá, no sólo capital de Colombia, sino una de las metrópolis de la cultura y las letras americanas. Lilia Senior le ha colocado esta revelante dedicatoria: Al oído de todas las madres de la Tierra y a la memoria de mis hijos Eugenio y Jaime. Toda la maravilla del dolor maternal está allí.
Pero no obstante la profundidad del tema, el título, la propia escasez de volumen, el aire de candor que lo anima del principio al fin, aun las mismas ilustraciones de trazos ingenuos y colores como un ensayo del papel adulto que puede desempeñar el color, parecen destinados verdaderamente a cautivar la imaginación pasmosa de un niño.
El dón de las imágenes es en Lilia Se.
nior acierto consuetudinario, pero en estas páginas sorprende la multiplicación que alcanza en ternuras y bellezas. Apenas se empieza a leer es así: Mi niño era rubio, blanco, pequeñito. Cuando llegó hasta mi existencia, cabía entre mis manos. Bebia glotonamente de mi sangre en mi leche y me miraba con fijeza como si hubiera querido grabar en su alma el rostro de aqué.
lla que lo amamantaba. Era yo quien, entonces, cabía entre sus ojos, dos burbujas de espumas dentro de las cuales se enredaba un montoncito de algas. La narra.
dora le ha dado a su narración una especie de estructura musical, comparable tal vez a una sinfonía. Hay primeramente una Exegesis de los siete coloquios. y cuando tras esta introducción los coloquios imaginarios se efectúan, viene el cuento, el verdadero cuento, que constituye el núcleo de la obra. Un cuento que la madre Asombra tanto el sugerente poder de la expresión, como la frescura del transporte lírico con que se dan, nada menos que en crisis de exaltación sentimental, el corazón y el pensamiento. Cuando leí dichos poemas, admirado le escribí a su autora. Por lo que veo y sé de su producción, me confirmo en el juicio de que vive en usted el auténtico tipo del creador o la creadora.
Pocas veces he encontrado temperamento poético más positivo, de más innata dis.
posición que el suyo. En usted palpita una gran poetisa. Sería imperdonable que la dejara perder. Ya deberían andar por la América más de un libro de su pluma o de su lira. Qué existe de superior a usted en muchas poetisas que son celebradas en el continente?
En esos días, la cantora de Tarde de Lluvia vino transitoriamente a Nueva York con los suyos. Resulta casi un pasaje literario tratar por años a una persona sin Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica