284 REPERTORIO AMERICANO Con los brazos inútiles y airados de grandes árboles del bosque, la tierra te impreca, y las ciudades con el índice ausente de sus torres.
En la alquimia buscando nuevas formas, arrojaste la aurora en sus redomas. El Hombre proclamó con su agonía el triunfo angélico y satánico del Hombre)
Arbol cansado de quietud y silencio, que crea sus hamacas de sombra y sus verdes orquestas de viento.
Son tuyos: el cielo, y la luz, y la noche, y los viejos molinos del tiempo.
Los niños cercenados en maternales vientres.
Blancura hacia la tierra del anciano, violadas vírgenes de nieve.
Cansancio del círculo pequeño: la vida, la muerte: girar siempre alrededor de sí mismo. como el perro.
Tu voz y tu muerte, son tuyas, al final de tu vida y tu sueño, de tu alto golpear contra la luna. Oh tu siembra gemidora y estéril!
La errante trompeta del aire nueva vida te anuncia ¡oh creador de desnudos arcángeles!
Cansancio de tu voz de explorados metales.
Cansancio de azules comarcas sin eco.
Cansancio final del final sueño. Violador del espacio y la honda esmeralda del océano!
Tú, que cuando te arrodillas cobras celestial altura!
Tu palabra prometeica abrió las puertas subterráneas de la sangre y los hombres escapáronse por ellas.
Tu cansancio y tu pena crearon un dolor más allá de tu llanto. Tú, que a las blancas comarcas de la aurora inhabitadas todavía y sin nombrepides canto de nocturnos ruiseñores!
La garganta del mar perece estrangulada con tu cuerda electrónica (itu mar, que con sus dientes de agua devora rocas y playas. Señor de la célula multipara, del electrón colérico y vegetales pueblos de bacterias: veo brotar en tu entraña sensible el oculto carbón de la tristeza. Tú, que pesas la tarde y mides con tu metro la duración de los crepúsculos!
Carcelero del viento que tiende sus oídos adivinando estrellas y distancias. en tu voz, y en tus sienes, bay violentas colmenas. Tú, Hombre y dios, Hombre Futuro, que creaste en la vida y en el sueño tus islas de esperanza y mis cisnes de luto. Domador de la tierra sin llanto!
Río maldito de abejas. Deidad del espacio y del cielo salobre; del fuego de hielo, del agua estelar y la nube terrestre!
Consigue usted en las Librerías de esta ciudad el libro Signo y Mensaje.
Precio: 00. Exterior: dólar. Deidad de la tierra sin dioses!
Tus caballos se alimentan de azucenas, y con hoja fugaz de mariposas, tus conejos.
Tus osos comen carne de palomas. cantos Por Luis IBARRA (Del libro inédito 12 cantos y un poema. Envío del autor. Transformaste los siete elementos, er su distinta esencia y en su nombre.
iQuién pudiera asesinar la rosa dijiste y hacer otra rosa diferente!
CANTO 1950 CANTO NUMERO Que el niño de sueño y de nieve se haga rosa en la rosa del vientre.
Cantar, siempre cantar; cantar y danzar sobre las hojas muertas de nuestra carne para no desesperar.
Que el grano en el viento se plante y del grano brote el cisne, del cisne nazca el ángel!
Canto salobre de eternidad es mi canto: El mundo está perdiendo su faz; los hombres cavando cada vez más el cielo con turbada osadía.
Truenan todas las aguas sucias y todas las tormentas dentro de nuestro barro. Volveremos al mundo troglodita?
Los cuervos devoran a los cuervos: las águilas ebrias de altura desgarran el misterio.
Preñado está el Planeta de antinomias ocultas.
Que los nidos ensayen su diminuta orquesta libre en altas bahías del aire.
La Muerte, colgada a nuestro cuerpo como fruto a la rama como hermana gemela de nuestra sombra, marcha al lado, por delante, detrás, poniendo puntos suspensivos al río de nuestra sangre.
Que el seguro brotar de la simiente, desde el fondo de la tierra, no sea más un laborioso parto verde.
Cuando rasga sus clámides el viento, quieres mirar sus formas invisibles y las tercas jaurías que lo siguen.
El ojo de Dios comienza a manifestarse en su caída con un verde color en mohecido La Tierra suda petróleo y sangre, hieden a podredumbre sus axilas; los rostros y las almas traslucen oro y acero en las pupilas.
El homo sapiens pare monstruos y ritmos contra los ritmos planetarios.
En cada día, en cada noche se ocultan crímenes o alboradas.
Amanecemos frescos o amortecidos según las luces del minuto que pasa: puñales, manicomios, dinamitas, diamantes orgías cataclismos o adivinaciones.
Tu noche, con su alfanje, ha cercenado el cuello de la tarde.
En un cielo de estaño, sin paisaje, rumia tu asno sin bíblicos orígenes. en el tierno horizonte de su lomo cabalgó la mansedumbre de la tarde. Cavando, cavando vamos cada vez más el cielo, cada vez más el suelo con nuestros fierros, con nuestros hierros con nuestros yerros.
El Tiempo marca con ritmo cierto el movimiento de nuestras piernas, los contratiempos del corazón y el final retorcido de nuestro canto y danza ¡Oh, tu eterno cansancio de lo armónico y perfecto!
Simiente maternal que multiplica y da su fruto exacto en tiempo exacto.
Vamos perdiendo, vertiginosamente, el ritmo puro de nuestra danza.
Estamos locos de ciencia cavando cada vez más el cielo cada vez más el alma.
Sobre la última cama para el último sueño la Tierra nos embarca de nuevo en sus caderas amplias. Cansancio del alba, que vendrá mañana como hoy, en su cumplida aparición de cada día.
Enero de 1950.
París, diciembre. 1949. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica