REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANA Vol. XLVIII San José, Costa Rica 1953 Miércoles 15 de Abril No Afio 33. No. 1150 Cecilio Acosta o José Martí Por Augusto ARIAS (En Rep. Amer. El escrito en el cual se revela y se re al final, por reflejarse a sí propios. Les dan trata, se condensa y se perfila, es el que algo de su naturaleza. Les atribuyen su consagra a Cecilio Acosta, en su Revista ambición y sus sueños; su pasión de la viVenezolana de Caracas, de 15 de julio de da o su sabor de muerte que les vuelve li1881. No ha llegado a los treinta años, pe. geros sobre las injusticias de la tierra; su ro una madurez de anticipada prueba triun vocación de milite o agonista; quizá su arfa en esas páginas, sin dañar la ternura del madura de ángel.
fruto y en sus líneas se contornea una se Cuando releemos el Cecilio Acosta, la firenidad llena de lírico arrebato. En Cecilio gura de Martí es la que se alza y decurre; Acosta no hay línea perdida y si sólo hu sus perfiles espirituales los que aparecen, biera escrito ese capítulo sería para tener su misma formación universal la que atrae le entre los mejores prosistas de América. y sugestiona; su buscar en la letra de toSe trata no sólo de la prefiguración del en dos los tiempos, el que sorprende con el sayo. Aquí están integras las cualidades del principio de la verdadera juventud del esensayista. El trazo nítido de un biografis critor que sólo es tal cuando se viene de mo de Acosta, le sirve para una singular la más luenga antigüedad. Cuánto recuer convocatoria de recuerdos, para un viaje do clásico en este ensayo, cuánta reminispor el universo de la memoria, en el cual cencia siempre oportuna, que sabe dar a hay la justeza de las citas, et acierto de las la frase la perspectiva de la historia, el guscomparaciones, la exaltación de virtudes to perdurable del tiempo que se conoce coque en contados seres como el venezolano mo en su propio día.
pudieron concertarse en un panorama de En él no riñen dice de Acosta, la alma tan apacible y simpática; tan ilumi odre clásica y el mosto nuevo; sino que, panada sin brillar y tan poderosa para otear ra hacer mejor el vino, le echa a bullir con las distancias sin propósito de ascender o la sustancia de la vieja cepa. Sus resúmedominar.
nes de pueblos muertos son nueces sólidas, Es la verdad que las páginas escritas cargadas de las semillas de los nuevos. Nacon más vigorosa certidumbre, aquellas en die ha sido más dueño del pasado, ni nalas cuales se pone la fibra cordial y el pen. die isingular energía a muy pocos dada!
samiento encariñado, trascienden a rasgos ha sabido libertarse mejor de sus enerautobiográficos. Los escritores como José vadoras seducciones.
Martí, al retratar a sus parecidos, acaban, en esa penetración lúcida de lo que Cecilio Acosta Acosta tiene, como todas las inteligencias integrales, de viejo y nuevo, es decir de permanente, no desparrama sino más bien que sujeta sus apuntes a uno como troquel; labra la fisonomía como a fina cinceladura; anima de veras al hombre del que dice que se sentía a mal que amase tan.
to puesto que todo el que posee en demasía una cualidad extraordinaria lastima con tenerla a los que no la poseen.
Al penetrar en su alma y en su pensamiento, grávidos de la sustancia de los tiempos, advierte que todo pensador enérgico se sorprenderá y quedará cautivo y afligi.
do viendo en las obras de Acosta sus mismos osados pensamientos. porque. dado a pensar en algo, lo ahonda, percibe y acapara todo. Ve lo suyo y lo ajeno, como si lo viera de montaña. para concluir con esa soberbia afirmación digna de su propio: Era de los que quedan despiertos cuando todo se reclina a dormir sobre la tierra.
Daríamos, movidos por el entusiasmo que despierta tan precioso ensayo en la transcripción integra. Cecilio Acosta ha desaparecido de la vida y esta biografía tiene tono elegíaco. Se mantiene en preté.
rito, pero con excepcional actualismo y es que Acosta, como Martí, es de los que no se marchan, de los que conocerán únicamente la muerte física, de aquellos para los cuales es posible subrayar esa palabra eter na: Siempre. Subía como Moratín a aquella alegre casa de Francisca en la calle de Hortaleza.
De tal modo insinúa la estancia madrileña de Cecilio Acosta y le busca compañía de su gusto, aun cuando distante en las edades. Adjetiva magníficamente al referirse a sus lecturas ecuménicas, como las que el busco no obstante las zozobras de su camí no: Lee con avaricia al elegante Basilio, José Martí Por Roberto Córdoba. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica