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REPERTORIO AMERICANO 263 Dr. García Carrillo do en el agente a una Agencia que no podía castigar.
Para dar la tónica de la magnitud de mi crimen. el Fiscal llegó a acusarme de que era Corresponsal a sueldo. como si todos los periodistas no lo ganaran y como si él mismo, prendido a las ramas del presupuesto, trabajase sin sueldo, y no supiera, además, que desde octubre de 1948, no cobraba mis estipendios, que nunca excedieron, más o menos, de los cien pesos uruguayos por mes. EL GREMIO ANTONIO URBANO CARDIOLOGIA (Radioscopía y Electrocardiografía. METABOLISMO, VENAS VARICOSAS.
TELEFONO 2157 APARTADO 480 Sus teléfonos: 1254 y 4328 EL URUGUAY, LA GUERRA LA DEBELLATIO Almacén de Abarrotes al por mayor San José Costa Rica Cuando fallo la incriminación, porque mi delito no estaba en el catálogo de los delitos conocidos, el Fiscal apeló in extremis. con la misma publicidad estridente de que es perito, a la seguridad nacional. a la ley Amézaga. a la guerra mundial. a que el Uruguay no había firmado la paz.
El recurso fué tan desorbitado que sacó de su retiro político a un ilustre ciudadano, el doctor Jacobo Varela Acevedo, quien, ajeno al mal que sopla afuera. no pudo contenerse y en forma espontánea, pública, definitiva, concluyentez desmanteló la tentativa y la injusticia. la altísima opinión se hizo unánime en los señores Jueces de Instrucción, en los más eminentes Profesores de Derecho, en los más conocidos técnicos de la Jurisprudencia, con cuya palabra se ha cerrado el episodio que inmortalizará al Fiscal en los anales de la justicia uruguaya. Sólo queda en el aire, sonando, la palabreja latina de la debellatio que se usaba en la Edad Media y que el Fiscal de la historia trajo de los cabellos en un alarde de sapiencia consumada. sld.
Ya le dijo, en frase rotunda, el ilustre Dr.
Varela Acevedo: Summun jus, suma injuria.
01: LAS SENTENCIAS DE LOS SENORES JUECES En cuanto a la equivocación de fondo está ciertamente en juzgarme sobre títulos de artículos ajenos, lo que, en buen romance, excede la delicada función de juzgar.
La sentencia del señor Juez Dr. Marcelino Izcúa Barbat no me alude nada más que en cuanto a dar por valedera la sentencia anterior y recae así en las mismas fallas. De cualquier modo, comprendo que las dos sentencias han girado sobre un expediente y que ese expediente no es de la justicia, siendo por cierto lamentable que no pudiera intervenir en defensa propia y todo se realizara en mi presencia pero como si yo fuera, en la definición jurídica. res inter alios: una cosa entre extraños.
a PALABRAS DE FIN al rencor. con el pretexto de mi acción como Corresponsal de la Agencia Noticiosa Te.
lam. de Buenos Aires, las autoridades nacionales, perfilaron un episodio de venganza política que quedará como una prueba más de que los mandones no soportan la crítica ni toleran la verdad.
Ejercitándose de Fouquier Tanville, el Fiscal del Crimen, sin acordarse tal vez, de que proviene de los meandros de la historia artiguista, hizo contra mí dos alegatos que perdurarán, para su fama, marcados con la impronta del Magistrado que ignora cuáles son las leyes vigentes en la República. Confundió periodismo con propaganda. discutió intenciones. me atribuyó con cavilosidad retribuciones. le dió contornos criminales las más simples palabras de uso corriente, se contradijo a discreción, hizo menciones truncas y citas erróneas, dió por verdad inconcusa el expediente de la policía, no comprobó siquiera que la mayoría de los sueltos agrega.
dos no eran míos ni de Telam y embarcado en el despropósito, ciego de toda ceguera, me acusó por títulos que hicieron otros a artículos que publicaron otros y a noticias que dieron otros. En el cuadernillo de recortes de diarios argentinos que preparó la policía, todos los sueltos son anónimos y la mayor parte de ellos tienen el contrasello de Asociated Press, United Press, Reuter, Ins, Ana, France Press, y sólo dos o tres el de Telam. Por qué había de ser yo el inventor de noticias falsas que no me pertenecen y que, acaso, no son más que coincidentes con las que pasaban otros. Por qué no se tiene en cuenta que desde Telam yo desmenti porfiadamente la apresurada versión la noche del insuceso. por qué no vale nada el concepto y la letra de mis artículos firmados, La revolución que existía pero no existió y El rumor, señor de la calle. donde expliqué el venticello de rumores y el asidero que tenían?
Por retorcerle el cuello a la verdad, el Fiscal del Crimen, ansioso y febril, se olvidó que el Presidente de la República dice que es pe.
riodista de profesión, y podía haberle expli.
cado el sentido de lo que no entendía, del mismo modo que podía haberle hecho saber que según la Constitución de la República las actuaciones sumariales son reservadas, secretas y no admitían la publicidad a tambor batiente de que hizo gala para mostrar su fidelidad al gobernante.
En mi función específica de Corresponsal de Prensa, di, con dos o tres días de posterio ridad, relaciones escuetas de los rumores cir.
culantes, pero insistí simultáneamente en desmentirlos y extraje de su versión popular el contexto de mis dos notas firmadas, La revo.
lución que existía pero no existió y El rumor, señor de la calle. Resulta monstruoso que un Fiscal del Crimen que reconoce que impuse el desmentido oficial al Director de Telam. me inculpe de su difusión, castiganReconozco su rectitud, pero no estoy satisfecho con la sentencia de los señores Jueces de Instrucción.
La sentencia del señor Juez Dr. Julio César de Gregorio me atribuye dos errores que no puedo admitir y cae en una equivocación de fondo que procede sin duda del expediente policial sobre el que tuvo que expedirse. El primero de esos errores es el de atribuirme, y juzgarme, por diez y seis títulos de artículos de prensa de los que sólo son míos los dos que están firmados: es decir de los que catorce no son míos: son, exclusivamente, de los diarios argentinos que los publicaron. El otro error consiste en atribuirme un deliberado plan de desconcepto para el Uruguay, desconociendo que, desde mi cargo de Corresponsal de Telam. he publicado en la prensa de la Argentina y América, mil doscientos ochenta artículos de exaltación de los valores nacionales, timbrados de indeclinable patriotismo, que están a la disposición de quien quiera leerlos. Mil doscientos ochenta artículos que llevan mi firma, contra catorce que no son míos! cambio de esta gaffe lamento profundamente que un magistrado de la talla del Dr.
de Gregorio no hubiera tenido a la vista esos tres o cuatro artículos que no entraron en la cuenta y que se podrían leer en todo tiempo de muy buena gana: me refiero a mis notas firmadas: Presidente con gorra de vasco. Presidente viajador. Batlle el viejo y Batlle el joven. El Presidente que baila la raspa.
Deliberadamente, he dejado pasar unos días. Tendría, desde luego, mucho más para decir. Pero prefiero cerrar esta carta con las principales reflexiones que el episodio me dicta. Sostengo que no hay que confundir, con el concepto mesiánico y providencialista del Presidente de la República, patria con goberpante, ni batllismo con nacionalidad, porque los gobernantes, que a veces vienen hasta por accidente, no son más que la resultancia de una contienda en la que los pueblos se pueden equivocar; los partidos no son más que las opiniones de los hombres; y la patria es una entidad inmortal que está por encima de la contingencia humana. En el fuero del hombre, la opinión libre sólo la puede perseguir un mal gobierno. Vejigas sopladas llamó Carlos Reyles a esta clase de gente. Sobre errores garrafales y procedimientos histéricos se ha hecho escándalo conmigo vulnerando la túnica de las libertades con que nos cubríamos. Nunca entenderé una democracia perfecta donde la arbitrariedad puede ejercerse tan fácilmente. Pero, si frágil es la libertad humana, es más frágil la coraza de los poderosos. Decía Martí. Por las pequeñeces del gobernante se pasa, como pasa el león sobre el gusano. Por las vile.
zas del lacayo se pasa, como pasa la luz sobre la culebra. Por la merma de la libertad, no se puede pasar. Negros por dentro y verdes por fuera, quedan los que se criaron con la leche impura que torna fatuo el gesto y desvelado el sueño. Guardo, empero, gratitud imperecedera a todos los que me han dado la popularidad que estoy viviendo, superior en mucho, a la publicación de mis libros y mis artículos de prensa. Esperé tranquilo el pronunciamiento de la justicia, porque sabía que aún hay Juc.
ces en Montevideo. Ahora espero sereno el juicio de la opinión pública, de la que he recibido tantas demostraciones de consideración personal.
Telmo MANACORDA.
Montevideo, 1949. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica