Democracy

REPERTORIO AMERICANO timientos, la experiencia de una humanidad más racional que la que existe hoy.
Antes de tus siglos históricos, tú viste aca.
so recorrer tus ondas a los leves bajeles perdidos en la inmensidad de tu desierto que traje.
ran pacíficamente a la tierra de Colón, la raza que él solo respeto. Con tus días históricos comenzó para aquella raza, comenzó para la tie rra ignorada que poblaba, la contienda de bárbaras pasiones que aún fermentan. Cuando comience el nuevo día tú serás, entre continente y continente, conductor de cuantos recursos pacíficos haya forjado la humanidad para poner en contacto un mundo y otro mundo.
Pasarán muchos años, muchos lustros, muchos siglos; retumbará tal vez muchas veces so bre tu hoy silenciosa soledad, el rayo malhe.
chor que han forjado la ambición y el odio para decidir de la prepotencia de los pueblos; los hombres pueblos que hoy se sustituyen procaz o hipócritamente en algunas de nuestras raciones, a la que debiera ser voluntad decisi.
va de la sociedad, seguirán por algún tiempo remedando a la providencia o inventándola; los pueblos niños que hoy remedan todas las exterioridades viciosas de los pueblos viejos, tardarán todavía años de años en purgar sus vicios: años de años transcurrirán antes de que la democracia sea una ley inviolable y no violada, antes de que del espíritu de esa ley se de riven las normas de vida social e individual, moral e intelectual que ella contiene: unas tras otras pasarán las lecciones de los tiempos sobre la conciencia de las nuevas generaciones de América, antes que esa conciencia se ilumine con el claro resplandor del porvenir, antes de que en ella se haga luz la confusa aspiración del espíritu del Nuevo Continente; pero estos pueblos crecerán, estas tierras se poblarán, las razas se fundirán, las fuerzas dispersas se alia.
rán, y tú serás, grande océano, exclusivamente consagrado por ahora a la actividad de su co.
mercio privilegiado, tú serás libre espacio a la expansión intelectual de esos países, tú arrullarás la cuna de la nueva civilización.
Entonces dejará de mirar hacia el Oriente la gran familia que en Norte y Mediodía, en Levante y Poniente, en Ecuador y Trópicos ocupa en buscar y obedecer inspiraciones de otro mundo social e intelectual, el tiempo que debiera emplear en seguir las inspiraciones de la naturaleza. Entonces toda esa familia descami.
nada convertirá su vista hacia Occidente, por que allí hay todo un mundo que poner en movimiento, y ésa ha de ser su gran tarea.
Mas de aquí a entonces, muchos serán, Océano Pacífico, los que lleguen a ti y se alejen de tus aguas sin pensar que, así como el Mediterráneo ha sido el canal de la civilización grecorromana, que como el Atlántico ha sido el transmisor de la civilización europea al Nue.
vo Mundo, así tus corrientes impulsarán hacia el continente marítimo la civilización americana.
Eugenio de HOSTOS.
tal modo los sentimientos, según se ve en los idiomas. Tal riqueza de nominaciones acusa una maravillosa sabiduría psicológica en los pueblos que abruma cuando se piensa en lo poquísimo que sobre los sentimientos han dicho los psicólogos y los sabios. Desde la mi santropía hasta el odio a sí mismo que es tal vez la misma cosa, la gradación es riquí.
sima y de una sabiduría certera y profunda en la respectiva nominación.
Conocer es amar y quien más odia menos conoce. veces odiamos in abstracto al que amamos en concreto, como el trabajador que odia a la clase patronal entera, pero ama a SI patrono porque es buena persona. Es más puro el odio abstracto que el concreto, pero no más intenso. En cuanto hay desconocimien.
to y surge el saber sobre persona, empieza a fermentar el odio como una forma de ese desconocimiento. No odiamos al que no hemos conocido ni podemos conocer, por ejemplo, al habitante de una aldea polinesia, pero sí odiamos al que entra en la órbita de nuestras consideraciones sociales y no somos capaces de amar. Con razón se ha dicho que el odio sur ge junto a alguna forma de amor, y hasta que es un amor al revés, un abhincarse gozosamente con la atención en el objeto odiado, con una enconada preferencia. En las aldeas, donde to.
dos se conocen socialmente, los odios son más explosivos. Pero en la urbe, donde el descono.
cimiento nace de que, en vez de conocer, sabemos, intelectualmente, a los demás el cliente, el ciudadano, el patrón, el productor, etc. etc. son conceptos, no hombres vivos en el cono.
cer de otro el odio es más puro. El odio cosifica incluso al que odia. Victoria de Ocampo ha dicho que el adio es como el estado sólido del corazón, como el hielo en el estado sólido del agua. Un corazón solidificado en el odio puede solidificarse sin que nada brote de él. Sí; el odio ocluye el espíritu y lo en.
durece y enfría hasta parecer que lo cristaliza.
Otelo traspasado por el odio aulla dolorido de tanto odiar: Mi corazón tornóse piedra; lo golpeo y me lastima la mano. También el conde Ugolino sentía que el odio le tornaba el corazón en piedra.
Sobre el odio (En Rep. Amer. Pedro CABA.
Valencia, España, 1950.
El odio es como un hambre al revés, no como falta de hambre, o desgana, sino como antihambre, o mejor, un hambre de contrario signo, porque, en fin de cuentas, también el odio es hambre, hambre de destrucción y no de creación o conservación. El odio es como otro amor, como la otra vertiente del amor.
Es como un hambre de desconocimiento, de desingularización de una persona y afán de hacerla polvo, volverla a cosa o caos.
Ya la palabra odio. odium. está emparentada con odor mal olor. ese mal olor recordaba a los romanos el de las razas africanas que invadían a Roma, unos cien años de Jesucristo. como todo extranjero, y mucho más de clase inferior, era enemigo, hostis. la palabra odium quedó significando el mal olor del enemigo. Tiene, pues, ya una primera relación con las formas del hambre, ya que la olfación del alimento es como el umbral o anticipo del gusto. Pero, además, toda forma del odio es experimentada como asco espiritual, como sensación de náusea, has.
ta el punto que el odiante dice que se le revuelve la bilis cuando ve al odiado; y en efecto, para mostrar visiblemente que no le puede ver siente deseos de escupir cuando pa.
sa a su lado. El que experimenta el odio escupe, pone cara de asco y dice que la vista no más del odiado le revuelve las tripas. que no le entra de los dientes adentro. que lo traga. así como, en el amor, el amante espera la reciprocidad, para reforzar así su amor al sentirse amado, así el que odia parece que agradece los actos de aversión hacia él en el odiado, para poder odiarlo más o con más oscura justificación.
El odio es, pues, una actitud fundamental y genérica en su objeto, como el amor: es luego, cuando va concretándose de objeto y tomando grados, tonalidades y matices, lo que hace que el número de sus especies y clases sea enorme. Empieza por su forma de máximia inconcreción, como una disposición para el odio, sea nativa o sea sobre venida en forma de disposición anímica. En todo caso, parece que es muy vieja en la personalidad y se le hace arrancar de los primeros fondos del sujeto que odia. cuando no, se habla de un odio preexistente al individuo mismo y que éste to.
ma al nacer como una forma de herencia psi cológica tan mal estudiada todavía que es lo que ocurre con el odio de raza, de pue.
blos, de religión o de casta, es que se le supo.
ne adquirido por asimilación y contagio. Puede esa disposición malevolente no ser nativa, sino precipitada por las experiencias adversas de la vida, por una enfermedad hepática o por causa, pero tomando una forma impersonal en su objeto. nace esa ternura del odio que se llama misantropía, malignidad, malevolencia, resentimiento, etc. etc. Es el equivalente nega.
tivo de la caridad, el odio al hombre en sí, al antihumanitarismo. Pero, a partir de aquí, los grados de concreción y singularización del odio corren parejas con los del amor, variando también la intensidad y sentido. así como el amor nupcial es el más vehemente y hondo, así hay un odio sexual que es mucho más tóxi.
co que cualquiera otro, incluso más que el de raza o casta, pues éste es más viejo y arraiga.
do pero no más intenso. El odio amoroso es un odio joven, pero más enérgico.
De la misantropía y la malignidad se va ai odio, concretando en sus variadísimas for mas de antipatia, animosidad, inquina, tirria, ojeriza, etc. etc. subiendo en intensidad en la envidia, el rencor, el aborrecimiento, la execración; y bajando, en el desprecio, y el menosprecio, el desvío, el desagrado, la desatención, etc. etc. Queda uno asombrado de la enorme sabiduría de los pueblos al matizar de Si le interesa el Repertorio Americano pidale la suscrición a The American News Company, Inc.
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