246 REPERTORIO AMERICANO PENELOPE ESTIRPE y le puso a escoger a mi indecisa perplejidad de cliente de ventana, entre los trinos de su alegre risa y los tintines del metal sin gana. and Thou beside me, chanting in the Wilderness.
Omar Khayyam.
Por Rafael CARDONA (En Rep. Amer. II La lluvia, esa Penélope tranquila que en su estamena teje todo el año el verde cloro que el paisaje estila, dejó la aguja y confinó su paño por dos meses de azul que el cielo alquila.
Patria Naturans la memoria del gran poeta Aquileo Echeverría, honra de su pueblo. Ton souvenir en moi luit comme un Ostensoir. Baudelaire.
Enfermo bajo líquenes acuarios, el amarillo asoma y convalece; y arriba de los troncos centenarios, un bronce vegetal en tonos varios se come el verde en paz, y resplandece.
Mas un reloj de zócalo castaño que sacaba a pastar como un rebaño a las Horas de peplos sin corpiñohició de muerte mi éxtasis de niño: como un telón cerróse la cortina, y el vitral quedó negro y desolado como un mundo embozado en la neblina. La noche aquélla entró por la ventana, con la luna, el insomnio de párpados morados a sentarse en mi cuna: su cohorte de huéspedes lisiados dió un intruso tic tac toda la noche sobre la mesa del reloj fantoche, con ruidos de sigilo inesperados. Mi na Plüg. Mi na Plüg. y en vano el sueño me ofreció su letárgico beleño con sus ociosos dedos delicados.
NIÑEZ Pliegan su quitasol de cuento de hadas los hongos en la túmida arboleda: el sol se bate con sus siete espadas, y en los belfos del viento viaja y rueda un mitin de hojas, póstumas y aladas.
En el cristal obscuro decía: Mina Plug Relojería.
Yo me empinaba hasta el festón del muro y veía y oía.
El isocrono tiempo, de puntillas.
bailaba en las carátulas de cromos como deben bailar aún los gnomos, a media noche, sobre las vajillas.
Lo mismo que un lejano vocerío, pasa arrastrando su convoy el río entre los dos cantiles del barranco; y sobre los bordados del torrente, un salto de agua empina reluciente su gorguera de azul y encaje blanco.
Entre su colección de porcelanas, tenía Mina Plüg un repertorio de músicos, poetas, cortesanas que bajo tilos de ramajes leves, daban tríos de Mozart y livianas músicas, entre cajas de abalorio, a incitaciones de compases breves. Quién pudo nunca detener una Hora, como a la sombra de su viejo olivo lo quiso el griego de la faz provecta en el instante de su paso esquivo?
Sólo la hora del niño fué perfecta y abrió sendas de luz a su mirada; Mina Plüg se esfumo, se hizo leyenda, y por las mismas Horas secuestrada, más tarde vi de la cerrada tienda la ventana sin luz, y dentro. nada.
Por innúmeras bocas vomitan agua y légamos las rocas; en el talud del áspero basalto que abre al caudal sus márgenes de buche, chillan las oropéndolas en lo alto girando en torno a su colgante estuche. OPERA MAGNA Un cielo de vidriera limpiado a trapo con vellón de nube, se echa de codos sobre la pradera por donde el humo de la quema sube: el aire huele a incineradas rosas, a jazmines salvajes y a deseo, y hay ráfagas de estiércol y de leche bajo los higuerones del sesteo.
En las vitrinas de Mina Plüg, quizás más semejantes a urnas de las parroquias campesinas amén de gargantillas tenebrosas de que colgaban dos o tres brillantes docenas de relojes para abuelo sobre flecos de negro terciopelo, parados en la Doce, o poco antes. Eran de aquellas máquinas inglesas que usaron Whitman y Hugo: relojes sobre flecos que desfondaban todos los chalecos y daban la hora exacta al tren verdugo. Cuántos fuimos Tom Sawyer, en el tomo de Historia Natural que nos abriste. Cuántos, huyendo del volumen triste, adivinamos el por qué y el cómo que no revela la versión al plomo!
El litoral de saurios y lagunas cede por fin al toque del invierno, y abre en el éter gigantescas lunas como un brocal al pozo de su infierno.
Ojos para mirar, sólo los míos: yo preferí al afán de la estructura de una raíz o un pétalo, tus ríos en cuyas aguas de corriente oscura viajaban. con los limos y las lianas, la cátedra en desove de las ranas y los misterios de la ciencia pura: OD.
Escurre el agua en vómitos sonoros por el talud y por la cresta; el cauce enseña al fin sus cuarzos incoloro y las quebradas muelas de su fauce, y al pie de la colina o la montaña soplan su cuerno los felices toros o rumian, quietos, su algodón de caña.
Yo amaba las vitrinas de Mina Plüg, desde mi tallo tierno de los seis años: pero un día, un día que va conmigo en paralaje eterno e inmultabilidad de alegoría descorrióse de pronto, como un cielo, el rodado moaré de la cortina; y entre sus ondas de plegado celo, apareció insondable y sibilina en su marco de sombra y terciopelo, su frente limpia de hada y de madrina.
mi corazón no soportaba jaula ni marco azul al Infinito en vela: estigma de evasión, lego de escuela, me empujaba tenaz fuera del aula, sin rubor por el álgebra o la excusa. cuántos hablan del beso de la Musa sin sospechar lo que su amor revela!
La tierra está como recién parida y con sus faldas de verdor deshechas; y de la limpia vena de su herida salen en tren nocturno las cosechas, desde las sendas de pezuña hendida.
La percepción es en el niño un sueño, y yo tomé de aparición la mía en la luz inmortal de esa mañana, ante su rostro lúcido y pequeño que en fondo negro destacaba el día como un juego de magia en porcelana.
Tú quisiste, Maestro, sentarme en banca de primera fila junto a tus bellos tizas de colores, a que mirase, de eficiencia diestro, algún esquema de geranio o lila; mas yo tuve otras prisas y dolores que deslumbraron siempre mi pupila: De la ciudad se miran los senderos y las humildes cúpulas lejanas de tu Provincia, nido de jilgueros que en la alborada llena de luceros se embriaga de rocío y de campanas.
Mina Plüg era linda y pequeñita, con su nombre de péndulo, los dedos de mariposa y flor; de sus pistilos. como de una rosada estalactitacaían al tapiz, finos y ledos las gotas de coral y los berilos.
de tu cuadrado pizarrón de luto en que me urgía una raíz cuadrada, mi corazón saltaba como el bruto a un fin lejano de raíz dorada: El aire es niño y corre sin escuela como un rapaz descalzo tras la musa, y del jardín donde el gorrión encela, se lleva los aromas en la blusa.
Riéndose de mi azoro, Mina Plüg alzó en alto un broche de oro. ramo de esmalte a un cascabel uncidotodo lo hizo el Señor, el mío, el tuyo: el que puso a alumbrar bajo el helecho las dos lámparas sordas del cocuyo que yo me echaba, entre la blusa, al pecho. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica