344 REPERTORIO AMERICANO Sus raíces hundió en la genésica montaña y extrayendo todas sus secretas fuentes mágicas fué única en su fruto: en todos los tiempos la más grande calabaza.
Jamás el ojo humano vió igual o parecida calabaza. sucedió que un día aquella calabaza fué vista desde lejos por la pupila humana.
Desde lejos, dos hombres, atentos, la miraban.
He aquí la ambición buena. he aquí la ambición mala.
El uno para el bien de la tribu la tomara.
El otro para sí. Para sí nada más la deseaba.
Para Diego González una vida nueva comenzaba.
No. Nadie lo sabía. Pero empezaba a irse España.
Mucha menos España había en los hijos que le diera la india Anana.
Este hijo que es ya un hombre de fornida espalda, blanca la tez y cabellera lacia, mezcla en su lengua españolas e indias las palabras.
Otros aromas, otros sonidos, otras luces, otras esperanzas, imposibles en la llanura castellana, impregnaron su infancia.
Por esta tierra que le tocó las pomarrosas suspiraban.
En su taza de piedras hierve espumas el Balbas.
Aquí, en lo profundo de los seres, una cosa nueva se prepara Un día, aquí se va a querer una patria.
La luz huele, cuando en la noche, la tea de tabonuco pasa!
Por un lado de la pendiente el uno. El otro por la opuesta halda.
Llegados a la cima, cuando el sol más hermoso brillaba y el viento en la maleza dulcemente arpegiaba, ambos hombres por su botín luchaban. luchando rompieron el bejuco de la calabaza.
La calabaza rodó cuesta abajo. De risco en risco rebotaba.
En el año de 1918 temblé la tierra borincana.
Fué el once de octubre a las diez de la mañana.
Una viga secreta en nuestra armadura geológica quebróse, y un basto rugido salió del fondo de la patria.
Cuarteóse la tierra bajo las gentes empavorecidas.
En Mayagüez y en la región aguadillana dió un salto atrás de espanto la mar encabritada.
Alejóse hasta considerable distancia y brincó luego sobre la playa.
Era como una joven yegua desbocada, roto el freno y la boca llena de lavaza.
Su pecho azul de sirena enajenada fué dejándolo todo bajo agua: calles, tumbas, domicilios y plazas.
Un día. La selva. La montaña.
Alredor del incahieque las siembras retoñaban.
El conuco: el rubio maíz, la yuca, escondida y pálida Los algareros changos y las chirriantes calandrias, Los hombres. Las mujeres. Los adolescentes. La infancia.
La rueda del areyto y el behique con su pedagogía cantada.
El cacaotal sombrío. Las cumbres soleadas.
El techado de zafírea luz y nubes blandas.
La vereda serpeando entre mayas. unas voces que llegan. unos labios que hablan.
Hasta esta paz unos vecinos cazadores han conducido una figura extraña.
Su piel es negra. Su cabello es espesa maraña.
Como la más blanca tela de coco su dentadura es blanca.
No viene. Ha sido traída de muy lejos. Contra su gana.
Cruzó la mar terrible en asesina barca.
Pero esta selva, este cielo, esta montaña. Esta aldea en calma. Oh nativas memorias. Dulce tierra africana!
Los boricuas que vimos la catástrofe mencionada apenas podemos imaginar la hecatombe de la mitológica calabaza. Ah los fugaces años que pasan y que pasan!
Rodó cuesta abajo. De risco en risco rebotaba.
Hasta que, contra una roca de puntas como lanzas se abrió en dos la calabaza.
He aquí que sobre aquel mundo que era sólo tierra ancha rodó cubriéndolo todo el mar que en la calabaza se ocultaba. el espíritu de Bagú se movía sobre las aguas.
Su furia estaba desatada.
El conuco: el rubio maíz, la yuca, escondida y blanda.
El tabaco fraternal. la pesca. la caza.
Diego González bajo la tierra blanda.
El nieto de Diego González y su mujer. La evanescente indiada.
La desteñida nieta de la figura extraña traída por el terrible mar en la asesina barca.
La luz huele, cuando en la noche, la tea de tabonuco pasa!
Lo cubrió todo, lo arrasó todo con sus terribles garras, y cuando quiso reunir en un lugar las aguas, y lo árido y seco se mostrara, quedó, libre del mar, la cumbre de la inmensa montaña, la sola cumbre de la más hermosa y grande montaña: Una isla selvosa, circundada del proceloso mar.
Pero, no. No es Itaca. Es la preciosa tierra borincana! OUBAO MOIN IV. LOS DESPOSADOS La luz huele, cuando, en la noche, la tea de tabonuco pasa.
En aquellos tiempos Juan Ponce forcejeaba contra la idea de trasladar Caparra.
Todos los funcionarios argumentaban contra Ponce, y su tenacidad se empecinaba.
Todos los caparrenses partido tomaban.
Pero Diego González, un soldado de hambre y espada, expresábase de una manera sarcástica sobre la caparrense algazara.
Era una discusión entre dueños de indios, tierras y casas.
Diego González jamás ha poseído nada más que su hambre y su espada.
Mucha más hambre que espada. una noche, burlando la guardia, internóse en la profunda maraña de la selva. Al diablo con los petos de retórica y las leguleyas corazas!
Diego González caminó las horas largas.
Cuando la noche, hambrienta y cansada, apagó sus estrellas y acudió adonde la leche del alba, seguro ya de la distancia escondió en un balsero, bajo unas matas, su humanidad fatigada.
El río de Corozal, el de la leyenda dorada.
La corriente arrastra oro. La corriente está ensangrentada.
El río Manatuabón tiene la leyenda dorada.
La corriente arrastra oro. La corriente está ensangrentada.
El río Cibuco escribe su nombre con letra dorada.
La corriente arrastra oro. La corriente está ensangrentada.
Allí se inventó un criadero. Allí el quinto se pagaba.
La tierra era de oro. La tierra está ensangrentada.
En donde hundió la arboleda su raíz en tierra dorada allí las ramas chorrean sangre. La arboleda está ensangrentada.
Donde dobló la frente india, bien sea tierra, bien sea agua, bajo el peso de la cadena, entre los hierros de la ergastula, allí la tierra hiede a sangre y el agua está ensangrentada.
Donde el negro quebró sus hombros, bien sea tierra o bien sea agua, y su cuerpo marcó el carimbo y abrió el látigo su espalda, allí la tierra hiede a sangre y el agua está ensangrentada.
Donde el blanco pobre ha sufrido los horrores de la peonada, bajo el machete del mayoral y la libreta de jornada y el abuso del señorito, allí sea tierra o allí sea agua, allí la tierra está maldita y corre el agua envenenada.
Gloria a esas manos aborígenes porque trabajaban.
Gloria a esas manos negras porque trabajaban.
Gloria a esas manos blancas porque trabajaban.
De entre esas manos indias, negras, blancas.
de entre esas manos nos salió la patria.
Gloria a las manos que la mina excavaran.
Gloria a las manos que el ganado cuidaran.
Gloria a las manos que el tabaco, que la caña y el café sembraran.
Gloria a las manos que los pastos talaran.
Despertó. Un grupo de indios lo observaba. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica