REPERTORIO AMERICANO 251 una Posada del Segoviano. aquí, en Gua mida misma; una magnífica minuta: paella, dalajara, y aprovechando la voz, tan inútil fabada, lomo adobado, veinte platillos más, mente, a mi ver, traída del inglés, el Bar de los cuales, por supuesto, sólo gustamos del Segoviano.
uno o dos, pues con al aperitivo del entreA las estamos de vuelta en Alcalá. Se més apenas hay cabida ya para los sucunos había recomendado para hacer cola lentos manjares de fondo.
ción la Posada del Estudiante. que está Uno de los empleados de la Oficina Nadetrás, en el mismo edificio de la Univer cional de Turismo que está en un departasidad. a ella vamos. Local precioso en mento anexo a la Posada, nos invita a visu género, donde se guarda y cultiva la tra sitar el patio de la Universidad contiguo a dición castellana. Amplio, con techos de la Posada misma. nos encontramos con vigas, con una enorme chimenea encen el famoso Trilingüe llamado así porque dida, pues hace ya frío. a los lados de la en una de las grandes salas que lo rodean, cual penden viejísimos tamices, y cucha el Paraninfo, hízose la famosa Biblia Polírones, y hierros, y frente a la cual hallan glota Complutense, que Cisneros mandó forse tres o cuatro clásicos taburetes, los po mar y que es una de las grandes joyas de sones famosos, cuyo asiento es de una vie la época El patio, que es un lindo jar.
ja y acol honada lana, y en los que los via dín, tiene, apenas, veinte o veinticinco me.
jeros, ateridos, se sentaban, se sientan a tros por lado. Al centro hállase el pozo pri.
gozar del calor. Por allá, en una esquina de mitivo, con el brocal y todos sus hierros y la sala, unos odres grandísimos, con los cadenas antañones.
vinos ligeros de la región; de ellos toma la mesonera, o alguna de sus ayudantes, El citado Paraninfo desgraciadamente no que son muchas, y en vasos también de da la idea de vetustez que debiera. Como vidrio viejo, pero limpísimos, la sangre de que acaba de ser reparado, de manera, a Cristo. La sala es espaciosa, quizás con mi ver, inadecuada del todo, con pintura y cuarenta o cincuenta mesas, y está llena barnices que le dan aspecto de haber sido de comensales, entre quienes, de seguro, hecho ayer mismo. La restauración ha obe.
figura gente madrileña que viene, al hus decido a que no hace más de quince o mo de las famosas viandas, a comer a me. veinte días se ha celebrado en él alguna nudo, sobre todo los domingos. Al entrar de las sesiones de! Congreso de Cooperahabía yo advertido que estaban, entre la ción Intelectual. Lo único, y por supuesto balumba de coches que llenaban la calle, no de la época en que la Universidad actuó varios con placas diplomáticas. La comi brillantemente, que da idea de vejez, es la da, excelente. Un entremés copiosísimo, lista de nombres, que en varias placas de con todos los embutidos que puedan de mármol, adosadas a los muros, nos dice de searse, con regias aceitunas, verdes o ali. quienes pasaron por la Universidad: el Pa.
ñadas, con pequeños productos del mar: dre Mariana, Lope de Vega, otras de igual camarones, sardinas, ostiones por cierto, prestancia.
poco gratas todas las otras que hemos po. Hemos visto a Alcalá, mas no he en: dido probar en España, no obstante que contrado, en realidad, a Miguel de Cervan.
son anunciadas, con alarde, como magní. tes. Apenas la pila en que se bautizó, el ficas ostras de Portugal, y luego, la co nombre de la plaza principal y la estatua que la adorna; una que otra pequeña cosa más; pero poco, nada, en realidad, que de informe seguro sobre el nacimiento, pues no se sabe siquiera, me lo dicen un joven guía y un joven fotógrafo, alemán de origen, que vive en Alcalá de seguro para retratar al visitante más o menos ingenuo, cuál sea la casa en que, en la Coliación de Santa María, viera la luz el ingenio portentoso.
Mas he estado, y me regodeo un poco de ello, en la propia cuna del varón que, en Alcalá y en Madrid, y en Valladolid y en Sevilla, y luego en Italia, y en Lepanto, y en Argel, y más tarde de vuelta en Espa.
ña, habría de sufrir vicisitudes sin cuen to; habría de vivir, en calles, en mesones y en cárceles, la vida varia de la que ha bría de derivar su obra, en la que lucen a maravilla varias cosas insignes, a las que el Quijote ha hecho sombra, pero que en realidad son algo magnífico: Las Novelas Ejemplares, La Galatea, el mismo alambicado Persiles y Sigismunda. con la emoción de haber estado en la paz de esta viejísima ciudad, romana, gótica, morisca, castellana, vamos hacia Madrid de nuevo. Mas no me olvido de com.
prar, para goce de nuestra gula, aun la pobre gula mía, atemperada por la diabetes, las famosísimas almendras garapiñadas que son el dulce de Alcalá de Henares. Madrid, pues.
Estatuas y hogueras Por José PLA CARCELES (Envío de Ginebra, 1952)
El homo homini lupus, de la Asmaria de Plauto encuentra su máxima comprobación práctica en el plano por excelencia humano: en la ansiosa y benenérita actividad desplegada por el hombre para descubrir verdades en la nebulosa de misterios que envuelve su vida; más que en ningún otro, en el ámbito del pensamiento religioso o político. El mortal que, en estos campos, cree haber hecho suya la verdad, se siente impelido, tanto más cuanto más honrado sea, a cometer los mayores excesos, las mayores crueldades, contra sus semejantes embarrancados al otro lado de su credo, si la razón no le ayuda a apretar las riendas de la pasión desbocada. Estaba reservado a nuestro sig! o, tan lacrado ya por la guerra armada de instrumental científico otra faceta de la búsqueda de la verdadel hacer subir al hombre a lo más alto en la escala de la ferocidad ideológica politica cuyos primeros peldaños se hincan en la gran revolución francesa. No hace falta machacar este clavo de! llamado progreso en el sino humano. Las pruebas las hemos tenido todos, y aun las tenemos, al alcance de la mirada, En lo religioso, fué el xvi el siglo. que.
más resina puso en la antorcha de la intransigencia. Europa entera quedó cegada con su siniestro resplandor; cegada y quemada. Aquella enconada lucha entre hermanos de la misma fe dice un coro de Esquilo que la guerra entre hermanos (los españoles bien lo sabemos) es la más cruel de las guerras, aquella lucha perdió la visión de las exigencias de los supuestos errores confesionales contra los cuales combatía cada bando errores que, como todos los errores del pensamiento, sólo con la polémica racional pueden ser aniquila dos para satisfacer, en las carnes del adversario, el respectivo y posiblemente justificado odio contra la idea abominada. Sin pensar que quien siembra intolerancias, só lo intolerancia puede ver medrar en torno suyo.
Me ha sacudido hoy el alma e! látigo de estas reflexiones, la vista de un pobre monumento de propósito expiatorio que con frecuencia veo en esta ciudad de Ginebra, tan justamente alabada por su espíritu hospitalario. En él se recuerda al pasante, con palabras que en cierto modo quieren ser disculpa para quien la mandó hacer, una fechoría perpetrada en sus contornos, en nombre de la religión, pronto hará cuatro siglos. Se alude en él al martirio en la hoguera, en 1553, del español catalánMiguel Servet. El revulsivo sentimiento ante aquella víctima del fanatismo calvinista, al igual que el inevitable eco de otras sacrificadas en aras de contrarias creencias quien sólo mira a un lado carece de derecho a dar su opinión sobre un paisaje y la presencia inmediata de excesos contemporáneos nuestros en lo político, no pueden sino robustecer nuestra solidaridad con el excelso místico San Juan de la Cruz, cuando afirmó que habremos de ser juzgados en el otro mundo, ante todo, por nuestra capacidad de amor y de piedad ¿Cuál fué, en suma, el terrible crimen por que fué juzgado y condenado aquel aventurado y desventurado hombre, en este mundo tan buscador de huidizas verdades, al terrible suplicio de ser quemado vivo en este altozano ginebrino? Una herejía evidentemente grave en el seno de la doctrina cristiana: el haberse proclamado antitrinitario antitrinacio, escribe el padre Feijóo, empleando un vocablo no registrado por cierto en el Diccionario de la Academia en un libro impreso en Alemania y en otro dedicado a combatir varios asertos de Calvino en su famosa Institución Cristiana; una herejía que, desde luego, resultaba menos voluminosa que el haz de ellas profesado por su verdugo y que, de no haber escapado a tiempo de la prisión donde lo tenían encerrado las jerarquías católicas de la región francesa de Lyon, le habría costado probablemente la misma.
pena. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica