Joaquín García Monge

230 REPERTORIO AMERICANO Dr. García Carrillo CARDIOLOGIA (Radioscopía y Electrocardiografía. METABOLISMO, VENAS VARICOSAS.
Sus teléfonos: 1254 y 4328 No la ve qué triste está, y qué pálida. Pero no. Mi niña no. Bueno. Alla usted.
Después de aquel día, y a cuenta de que don Anabe! era dueño de la mitad de la cosecha del padre de Rosa, se vió de continuo a los dos hombres juntos. El cholo cada día más satisfecho de sus progresos, con una perenne sonrisa de diente de oro en su cara gruesa y lustrosa.
El otro, abatido, cada día más delgado y más borracho, era una sombra de lo que fué. Para lo único que tenía destellos de voluntad, era para defender la hija.
Pero la pobre niña Rosita ya no tenía valor para nada. Ni para enfrentarse airada a las pretensiones amorosas del mal hombre.
Sólo atinaba a esconderse y llorar. Pasaba los días encerrada en su casa, atendiendo sin ánimo a sus quehaceres, atisbando la hora en que llegara su papá, para encerrarse en su cuarto si venía con el otro, o para correr a ayudarlo si venía solo y bebido.
Cada día estaba más desmejorado el padre y más desolada la hija. Por el pue.
blo corría como un eco sordo el rumor de que estaba zuquiada la niña Rosita, y que el padre no permitía que don Anabel la curara. Por eso también él pagaba con su salud las consecuencias del embrujo que su terquedad no dejaba curar.
Temido por todos menos por su hija, y perseguido hasta el último momento por el cholo que lo quería curar y que siempre le daba el primer traguito, para animarlo un poco, un día murió de coma alcohólico el padre de Rosa.
Nadie lo acompañó en su entierro ni le hicieron visitas a la huérfana. Por la noche, dicen unos que vieron allegarse a don Anabel por la desolada casa, y hasta tuvieron esperanzas de que curara a la niña zuquiada, aprovechando que el padre ya no podía impedirlo.
Pero cosa rara, a la mañana siguiente encontraron a la niña muerta en el fondo de un barranco. Muchos opinaron que había tratado de huir, porque le tenía miedo a todos, y que en la noche oscura, en su carrera desesperada por lugares que no conocía, había resbalado. Era posible, porque hasta un hatillo encontraron a la par.
Pero la mayoría de la gente dijo que las brujas se la habían llevado hasta allí, para sacarle el alma. el rumor corría murmurante, de boca en boca, entre escalofríos de terror y extraños sahumerios para alejar peligros similares.
Don Anabe! comenzó a ponerse triste, tal vez por remordimientos de conciencia, visitaba a menudo la taquilla, y descuidaba sus asuntos personales. Fué que se le pegó, por quererla cuando estaba embrujada. Vos crees. Sí. No te acordás que él mismo nos aconsejaba que no tuviéramos trato con los zuquiados. Si. hombre. Pero, por bueno, ya ves!
También él.
Con su propia moneda pagó sus culpas el indio. Se hizo un gran vacío a su alrededor, sus peones lo dejaron, recelosos, y en el pueblo se arraigó más que nunca el terror supersticioso de la zuquia.
San José de Costa Rica, 1950 El murmullo de los los libros cibir como si cada una sonara separadamen.
te y las demás fueran como un coro inefable y suavísino.
Se puede unu ir acercando a los anaqueles, hasta pegar el oído material al lomo de los libros. si uno está en condiciones apropiadas, logra escuchar como se escucha latir el corazón cuando se ausculta el pecho. Hay libros que hablan alto y libros que hablan bajo. esto es no solamente según el temperamento y el estilo de los autores y la calidad de los temas, sino según los idiomas en que cada libro está escrito. Se oye el castellano en tonos bravos y mayores; el inglés se marca en compases breves y secos; el francés ondula en suave tono menor; el italiano, naturalmente can: ta o cuando menos parece cantar. Es más difícil escuchar a los libros que están escritos en lenguas muertas. Mis libros mayas suelen dejar escapar un secreto. Pero, como los que lo escribieron, hablan muy poco y solamente dicen lo preciso.
Todas estas divagaciones me las está sugiriendo la lectura gratísima de unas radiantes palabras de nuestra incomparable Gabriela (en el Continente indo americano Gabriela Mistral es Gabriela. por amorosa antonomasia) que ella dijo en la inauguración de una pequeña biblioteca vera.
cruzana, a orillas del Papaloapán, en un pueblo feliz. Suyo es este párrafo magnífico. Una biblioteca es también un lindo coro de voces: ninguna de ellas, desde la más aguda a la más grave, es igual a otra; pero hasta las contrastadas acaban reconciliándose dentro de nuestra alma. Lope y Queve do que se pelearon bastante, aquí están tocándose con los codos, y nuestro padre el Dante, el desterrado, conversará con sus propios florentinos de los cuales divorció sus huesos.
Estas palabras de Gabriela me llegan, por cierto, en un número atrasado de esa gran Revista que se llama, hace treinta años gloriosos, Repertorio Americano y que ha vivido y vive, sostenida por el amor, el talento y la fe del Maestro García Monge, espíritu claro y purísimo, honra de su ilustre tierra de Costa Rica y ejemplo para las Américas. través del amable recuerdo de Joaquín García Monge, uno de los más altos y leales amigos que la suerte me concedió en mis andanzas por el mundo, vino a mi toda la belleza y la emoción de las cosas que mi bienamada y bien admirada Gabriela dijo en esa privilegiada biblioteca de Veracruz.
Junto en mi devoción a esas dos grandes almas y les doy las gracias por haberme hecho pensar un poco en la fortuna de saber leer libros y de poder alucinarse ayéndolos hablar en el silencio.
Por Antonio MEDIZ BOLIO (Es un recorte de El Nacional de México, 30 IX 50)
Es posible que sea una ilusión del silen veces no hay un solo ruido ni siquiecio, como es la de la música que se suele ra el de unas alas de abeja que a veces escuchar en ciertas ruinas de ciudades ma zumban en mi ventana. Se hace un silencio yas, en la quietud de la noche; pero ello es profundo y tembloroso que se extiende hasque cuando uno está algún tiempo solo y talos horizontes lejanos y parece que sale callado entre sus libros, se escucha un sua del corazón de la tierra. entonces desve murmullo como de voces mágicas que pués de un rato en que se siente todo supreguntan y responden. Este encantamien tilizado, transparente, todo aire y claridad, to del oído es más frecuente y más sensi si uno no se mueve y entrecierra los ojos ble en la soledad de un hombre rodeado de y abre los oídos de la mente, se comienza una pequeña biblioteca que está aislada en a escuchar el murmullo de los libros.
medio del monte. Esto es lo que yo puedo Tal es como si la fuerza de los millones decir de mí mismo y de mis libros, que de palabras encerradas en los enfilados voconmigo vinieron hasta esta retirada paz lúnenes empezara a manifestarse en física campestre y a mi alrededor se tendieron y actividad y produjese un roce tan fino co.
crecieron, apretándose poco a poco y subien mo pudiera ser el de un pensamiento que do por las paredes de mi cuarto de traba se escapara de la delgadez del papel y tan jar, encalado y pequeño como la celda de et reamente vibrátil como el eco de una un monje y abierto a la luz del cielo y al voz lejanísima que apenas resbalara por el canto de los pájaros.
aire. Así, cuando el espíritu está deshaciéndose de lo corporal, poseído por el invisi.
ble poder de la naturaleza en plenitud, se puede escuchar el murmullo de los libros. puco a poco, si uno se entrega al hechizo y el silencio no se interrumpe, sino que va ahondándose y dejando en libertad Abogado y Notario a los sonidos prisioneros, se oyen, como si le hablaran a uno al oído interior, palabras, Apartado 2352 frases, versos. lo maravilloso es que, hablando todas San José. Costa Rica estas voces a un tiempo mismo, no se confunden unas con otras y se les puede per Lic. Aníbal Arias Ochil, Yucatán, septiembre de 1950. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica