REPERTORIO AMERICANO 153 Cuba, Varona y Martí Por Andrés IDU ARTE (En El Nacional de México, Abril 20 de 1949. Palabras dichas ante el Ministro de Educación Pública de Cuba el 12 de abril de 1948, en el acto organizado en el Ministerio en recordación de Varona y en nombre del Congreso de Literatura Iberoamericana. Iduarte, profesor de Literatura Hispanoamericana y Director del Instituto Hispánico de la Universidad de Columbia, representa a esta Universidad.
Enrique José Varona No es por protocolo sino con sinceridad profunda que doy las gracias a quienes me invitaron a venir a Cuba y a quienes me designaron para tomar parte en este acto.
El que vive en el Norte, cuidando todos los días sus raíces hispánicas, las vivifica, se renueva y se encuentra cuando viene al Sur.
Para el hispanoamericano que reside en los Estados Unidos no es nada más un viaje de estudio la visita a nuestra América, sino la vuelta a sus matrices, el retorno a sus cajas. no es que estemos fuera de ellas, pues acaso la nostalgia nos mantiene más como somos, más nosotros. que muchos de los que viven en nuestras tierras; y porque alla luchamos por estas, en diario y alerta ejercicio de hispanoamericanismo. Pero ver con los ojos y tocar con las manos la tierra y el pueblo en que pensamos y soñamos todos los días sobre los que hablamos en las aulas y a los que defendemos mostrándolos y enseñándolos a la juventud norteamericana, se aproxima a la dicha. de esta clase de dicha viene el único posible entusiasmo constructivo en tiempo de brazos caídos, de frentes inclinadas. Ay de los fríos, ay de los impasibles, ay de los secos, ay de los desteñidos, ay de los infieles. Viaja en nosotros, es claro, el profesor de literaturas hispanoamericanas, que tiene propósitos profesionales, objetivos y tangibles: pero es que ser profesor de nuestra literatura y de nuestra lengua es serlo de la belleza y del verbo, es serlo de espíritu.
Por nuestra misma tarea debemos ser mejores hombres y más hispanoamericanos. Una verdadera Universidad decía Varona, nuestro Varona. ha de ser principalmente un laboratorio de ideas generales, tanto en el orden especulativo como en el científico. Porque sin ideas, sin propósitos morales de qué vale el profesionalismo de cualquier especie, la técnica mejor, la especialización más perfecta o la crudición más alta? sin el empeño de enseñar cuanto de grande y noble tienen nuestros Jébiles pueblos, de fortalecerlos mostrándolos ante el extranjero para que el fuerte los conozca y respete eso predicaba Martí no se es profesor, ni se es escritor, ni se es hispanoamericano, ni se es hombre, sino la negación de cuanto esas categorías significan.
Valdría poco esta reunión, desde luego, si no lográramos con ella llevar adelante nuestras publicaciones, nuestros proyectos editoriales, caminos hacia la misma meta; pero, si no sirviera para hacerle sentir al profesor en lo vivo. lo que es su alma, su cultura, su ser y el de sus pueblos, no valdría nada. en esa medida ha de agradecerse el poder reunirse aquí, en lo que de mejor del espíritu de América contiene esta Cuba popular y democrática, al lado de su pueblo alegre y sufrido, contento y desdichado desdichado como todos los nuestros generoso y pobre, vivo y en pie. Gozo semejante tengo cuando paso la frontera y toco y recorro mi señera y catera tierra mexicana. cuando hace poco recorri Venezuela. la de Rómulo Gallegos. este hispanoamericanismo no se detiene, por supuesto, en América, sino va hasta los Pirineos, porque el hispanoamericanismo abarca a España. Si la América nuestra es española, bien americana es nuestra España. Hablo de la que peleó en 1936, de la que quedó cortada en 1939. fechas vivas y latentes, aunque hoy plastadas, pero que mañana mismo retoñarán. la satisfacción de venir a Cuba es aún mayor en el memorable centenario del nacimiento de Enrique José Varona.
Aprendimos a amar a Cuba a través de Marti, y aprendimos a estimarla también a través de Varona. Estuvimos en Cuba en el cincuentenario de la muerte de Martí: y estaremos en 1953 en el centenario de su natalicio.
Estas tres fechas son como tres aldabonazos que recuerdan a América la grandeza de la isla luminosa.
Los dos hombres tan diferentes y tan grandus, tan diversos y tan próximos. Su doble lección hace una suma rica, forma una lección completa. Cuba puede estar orgullosa de haber producido en su corta vida y en su breve espacio, dos hombres tan permanentes y tan vastos. uno le bastaron cuarenta y dos años para organizar la independencia de su país, para dejar un ejemplo moral en el orden político y para escribir una obra poética, en prosa y en verso, tan amplia, tan vigorosa y tan singular como hay pocas en la lengua española.
El otro sobrellevó sus ochenta y cuatro años sin menguarse ni torcerse, ni con las cautelas de la madurez, ni con las desesperanzas de la ancianidad. Varona se hacía más grande mientras más vivía: de viejo recordaba y condenaba la pequeña defección de su juventud, cuando no persistió en la guerra de armas, y se superó y sublimó su vida con el diario ejercicio de la guerra de ideas. Se ve así que no es cierto que los que mueren jóvenes son únicamente los amados de los dioses: también lo son los viejos. Para que el joven lo sea necesita llevar en sí la lumbre heroica y genial de José Martí. revuelo y martirio. sintetizaba él mismo.
Morir cuando debía morir y como debía morir fué, en el caso de Martí, la bendición de los dioses a la tierra cubana e hispanoamericana.
En el de Varona, consistió en dejarlo vivir más de ochenta años, en su cátedra, frente a su esritorio, con sus libros y para sus libros, haciendo patria y moral universal con su conducta, formando lentamente a los jóvenes rebeldes y puros con tanta hondura como Martí los formó a su hora en un relámpago de euforia y de muerte. Los dos se quejaron, callada o indignadamente, del mal del mundo; pero ni a Martí puede llamarsele un desesperado, aunque baya vivido en la desesperación cotidiana, ni a Varona un escéptico, aunque haya vivido desmenuzando la madeja de la duda diaria, porque en la conducta dieron ejemplo de fe y pegaron en el blanco.
Cada cosa a su hora, y cada cosa en su sitio. Eso lo sabemos bien cubanos e hispanoamericanos, mirando y remirando a las dos grandes figuras. El uno se soltó místicamente al rapto y al sacrificio, para bien de su pueblo, de sus pueblos; el otro retrajo la marcha, midió el paso, lo hizo firme y rítmico. En el poeta había, sobre todo, adivinación, sentido mágico, magia, seducción, impetu. Era, iqué duda cabe! un hombre que tocaba el misterio.
En el otro había reflexión, duda, cavilación, y luego sabiduría, voluntad, entereza, conciencia civil. Qué lejos llegaron el caballo de luz de Martí la cabalgadura bien guiada y bien espoleada de Varona. Por lo que se ve que la grandeza no depende de los años ni de las generaciones, y que en cada hombre, en el camino largo o corto, accidentado o llano, trágico o suave, en su país o en el destierro está siempie a la mano la espada de la buena batalla.
Dos frases, recordadas ahora entre las muchas de Martí que acompañan mi memoria, reencontrada otra entre los papeles de Varona a los que he echado un rápido vistazo, sintetizan la buena lección: Para mí, ya es hora. dijo el primero. el segundo, cuando los estudiantes luchaban contra la dictadura: Resistir, esperar. No fué impaciencia la de Martí ni Vaesperó a ciencia y paciencia. Fué a la muerte el uno y a la larga vida el otro. Por que en cada caso ese era su más fecundo destino. así tiene Cuba la lección de su gran joven y de su gran viejo. esta frase me lleva a señalar otro aspecto, no menos importante, de este acto. Está presidido por uno de los ron.
fué Maite Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica