REPERTORIO AMERICANO SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA Tomo XXXIV San José, Costa Rica 1937 Sábado 10 de Julio Año XVIII No. 810 Num. SUMARIO Francisco Giner (1839 1915)
Américo Castro Sangre de Estrellas José Maria Zeledón Tardia cruz para Garcia Lorca Francisco Menéndez El confinamiento de Diógenes de la Rosa? Angela de De la Rosa Romances Horacio Espinosa Altamircno La densidad de población en la independencia Apuntillos sobre tres conjunciones Dmitri Ivanovitch puertorriqueña Agustin Tijerino El altar al dios desconocido. Lugones Otra vez con la United Fruit Company Juan del Camino La nueva conciencia universal. Sanin Cano Cartas alusivas Mario Sancho y de lo: Rios Rabindranath Tagore, a favor de la República española Sobre dos libros de Marcel Brión Guillermo Jiménez Don Marcelino y Don Francisco Gregorio Marañón Almeria! Almeria! Castañeda Aragón Un miliciano de la cultura de España se encuenGozar del presente Plutarco tra en México Luis Cardoza y Aragón Miguel Pou pintor porta autóctono. Pedro Juan Labarthe Francisco Giner (1839. 1915)
Por AMERICO CASTRO De La Nación. Buenos Aires, de junio de 1957 Vas del Sus hijos adoptivos decidieron un Paseos inolvidables con el maes.
día que no llegase a él directamen.
tro por el terso y deslizante mon.
te el sueldo de profesor. Su mo.
te de El Pardo, tierra bien sen.
desto haber como catedrático de cida (como el huerto de Berceo filosofía en la Universidad de Ma.
pasto apenas hollado, que sólo sa.
drid iba a parar, muy a primeros bía entonces de la ingenua dentede mes, a los menesterosos y las.
llada de los gamos huidizos. Cen.
timados de toda suerte que, cono.
tenarias y solemnes encinas, oronciéndole, ponían así a prueba el das de barroquismo, hojas en bronimpulso irrefrenable de su bondad.
ce que enmarcaban el azul y el Don Francisco daba a los otros violado de las lejanías. Frente a y no guardaba para sí. El diálo.
tal horizonte aprendimos a concego era, más o menos, éste bir el sin límite de las cosas. Mu. Pero Don Francisco, si ya chos años más tarde, las perspecti.
no le queda nada: lo dio todo, y Guadarrama siguieron me.
estamos cinco del mes!
reciendo el sueño engañoso de un El abuelito acariciaba su barba vivir, que, joh seria. no volvede nieve, y cual una criatura sorrá. El granito impasible templaba prendida en falta, mecía la cabesu aspereza en la vegetación exacza, oscilando entre dos deberes ta y sin retórica, y al beso de un contradictorios. Una cabeza que, aire que cercaba en delicias cada más que por el sol, su gran ami objeto. En la senda solitaria nos go, parecía atezada y curtida por precede la grácil y ondulante ma.
el alma en brasa de que era esperavilla de una ilusión, voz de mil jo.
sabores, mundo de presencia y de Sí, teneis razón; pero si bu.
alusiones en que se aunan todos los bierais oido a aquella mujer, visto Giner de los Ríos sentidos. Rumor de aquella reca.
a aquellos niños.
tada fuentecilla, tan difícil de haA su persona concedía un mí. aquella inolvidable sala de recibo Jovial a su hora, grave y arreba llar.
manante en la peña viva, nimo, dentro, no obstante, de las conocimos a gentes de toda clase tador al penetrar en los recintos blando desliz de la roca. Como en exigencias de subido decoro que el de distinción; lores, artistas, sabios esenciales de la emoción y la sabi. la divina canción de Gil Vicente, se había trazado. Baño diario, ras. de renombre universal, que expe. duría. Improvisando al piano, jun. había que preguntarse, si la sie.
go exótico en el Madrid de hacerimentaban la maravilla de su tra to al fragmento importante, sur rra, o la fuente, o la estrella, es setenta años: comida y mesa pul to. La conversación era fascinan gia acaso el eco de un tono po tan bella. Paisaje que no enmu.
quérrimas, ropa diariamente cam. te. Al dejar una noche su salón pular. el oímos decir por pri dece, que no consiente las alas rebiada, pero de calidad infima (ca. en compañia de alguien excepcio mera vez la deliciosa seguidilla, plegadas. Por lo mismo, tal tal vez misas de a seis reales. No tole nal que nos visitaba, el viajero En la torre más alta de San confiáramos con exceso en su pro raba ser servido por nadie dentro insigne hubo de preguntarme: gustin, hay un fraile, madre, que mesa: aunque ya fue bastante hade su austera habitación, y sus tra hay otras personas así en canta en latín. Su gusto por el ber podido sentirla tan próxima, jes eran de extremada modestia. España. folklore era extremado, y su hue y haber podido grabar allá muy pesar de ello, tras la humilde Nunca caía en actitudes vulga. Ila se adivina en la obra de Joa. dentro sus trémulos espejismos.
envoltura se percibía al señor de res o desmayadas. Cierto día le vi. quín Costa, y en los estudios fol. Cuando el pueblo español esté a estirpe distinguidísima, y ante to. mos dormitar oyendo una confe. klóricos de Machado (el padre de la altura de su paisaje. había di do, la prodigiosa dignidad de su rencia, y al bromearle por ello, su los insignes poetas. Escala com cho Giner.
espíritu. Pudo serlo todo, brillar donaire andaluz no se hizo aguar pleta, matizadísima, de una vida Bajo la encina, el frugal sustencomo gobernante. o en la vida dar: Qué quieren Uds. el sueño a la que nada humanamente dig to, que el filósofo santo tomaba social más alta. Mas no aspiró a a veces es una opinión. los 70 no fue ajeno. Doliente de su úl. con mesura y pulcritud exquisininguna popularidad: y ante él se años trepaba a las crestas la tima y angustiosa enfermedad, has tas. veo, como en aquel instanrecataba la lisonja trivial. Acogía sierra con el brío de un adoles. ta el final se mantuvo firme y sin te, al niñito humilde cruzar ante junto a sí a quienes poseían o as cente. En la intimidad de los su doblegarse al sufrimiento. Qué nosotros, cabecita inclinada hacia piraban a lograr una jerarquía su. yos, mantenía con gracia sutil la vergüenza, me he entregado. fue tierra en gesto o inconsciente o perior en el plano del espíritu. En alegría y la tensión de los ánimos. ron casi sus postreras palabras. preocupado, y que adquiere relie