Kropotkin

REPERTORIO AMERICAN 221 QUÉ HORA ES. llar los incomparables libros de Antonio Zozaya, que llenaban de ilusiones bonda.
dosas, de entusiasmos vulgares, de afanes Lecturas para maestros: Nuevos he justicieros, de deseos inmediatos: hay un chos, nuevas ideas, sugestiones, incita momento en todos los sublimes pentagraciones, perspectivas y rumbos, noticias, mas en que la notación se interrumpe. MU revisiones, antipedagogia.
y, además, como yapa, la ecuanimidad de Rafael Altamira, la erudición de Posada, Anteayer las picardías ligeras de Antonio Palomero, las crónicas moras de Luis Morote, los horrores anticlericales de José Nakens. De La Biblioteca Blanca los franceses ¿quién nos reveló las bellezas dulcísimas de Renán, la finura de su Por GONZALEZ ARRILI discípulo Anatole, lo que resta del estilo (Envío del autor. Es un recorte de La de Flaubert después de traducido, la in.
Nación de Bs Aires. Dicbre. de 1949. marchitable erudición de Taine, el azufrado diccionario de Voltaire, que obligaba En la calle Corrientes, frente a casa, una un gorro frigio, entre laureles y palabras: a persignarse a las abuelas de papillote. ancha juguetería de dos vidrieras había Arte y Libertad. Una peseta o cuatro ¿Dónde hallaríamos por vez primera a Tolsreservado, como una concesión, dos rinco reales, que anunciaba la tapa, converti.
toi, a Gorki, a Kropotkine. Quién nos nes, conforme se entraba a la derecha, pa. dos aquí en Buenos Aires en cuarenta y ofreció la dureza alocada de Nietzsche, el ra librería. No creo que tuviera un gran cinco centavos. Un volumen cada semana pesimismo de Schopenhauer, los cuentos surtido de volúmenes, porque los de texto, era lo menos que podía leerse y rumiarse gatunos de Sudermann, la sociología de pongo por caso, no los adquiríamos ahí si eligiendo entre historia y literatura, entre Spencer, las formas mentales de Emerson, no a la vuelta, en casa de Loubiere, o en sociología y arte. Si la dicha nos ayudaba las divulgaciones de Max Nordau, las di lo de Menéndez, por Cuyo. La casa, calle y a veces nos ayudaba no más entonrectivas de Mazzini, las narraciones de Maupor medio, se llamaba la Juguetería, como ces se compraban dos por semana.
passant, las prosas de Heine, las sonorida.
si no hubiera otra, y su dueño, un espa En ocasiones se leen por ahí párrafos des de Hugo, el teatro de Ibsen, las teo ñol amigo de mi padre, el señor Baqués contrarios a estas ediciones populares, me rías de Darwin, las enseñanzas de Reclus, Parera, de cabello blanco y bigote grue nospreciadores de su acción cultural, cuan. los rasguños revolucionarios de Chamfort, so. La Juguetería era la proveedora. do no se elevan hasta acusar diversos deli. los dislocamientos de Annunzio, la filoeran también juguetes de los inolvida. tos incursos en la divulgación de temas sofía de Diderot, la permanente maravilla bles Cuentos de Calleja. Los más peque. más echados hacia la izquierda que hacia de Maeterlink con su tesoro de humildad ños 6 centímetros de alto por de la derecha. Siempre hemos creído que se y de silencio.
ancho y 16 paginitas podían adquirirse comete un error y una injusticia. Aquella ¿Por qué ser injustos. Por qué recrimi.
a dos por centavos y se elegían de una biblioteca blanca con el retrato del autor nar a aquellos voraces lectores sin guía, gran caja de cartón donde había cientos en un ángulo de la tapa. impresa en buen glotones de papel impreso, que se arrojaron de ellos o se llevaban en paquetitos cerra papel, con tipo claro dicen los tipógra luego a la vida y fueron hombres de bien, dos que contenían series de cincuenta. Co fos que de ojo grande. y buena tinta, con ideales levantados, de conducta de la mo si se tratara de un curso escolar, ago daba textos que de ninguna otra manera que nadie puede ni siquiera murmurar?
tados aquellos Cuentos de x 5, se pasa hubiéranos sido posible adquirir. Conser ¡Los librescos! Aquí acabamos de encon.
ba a otros de tamaño mayor, en tres o vamos varios de aquellos libros, y pode trar un elogio cumplido, no de un literato, cuatro secciones distintas, hasta llegar a mos, con ellos por delante, asegurarnos de sino de un matemático, Julio Tannery, los de tapa acartonada. De las aventuras la honradez con que trabaja la editorial quien repite la advertencia atendible a quie fantásticas pasábamos, sin advertirlo, a otro valenciana. Ideológicamente liberal, fué co nes desprecian al libro conforme a la mo.
grupo del mismo editor, y asimismo con mercialmente apenas una empresa. Nadie da, de que es absurdo pensar que puede tapa dura y dibujos en colores, con las puede creer que dejaran mayor utilidad prescindirse de leer libros y de que pueda obras del italiano Salgari. En seguida, y libros que se ponían a la venta a una pese usarse el vocablo libresco en sentido petras alguna incursión por los campos no ta y estaban confeccionados con igual ma yorativo, aunque lo pusiera en circulación excesivamente entusiasmadores de Julio terial bien impresos y bien cosidos que o no Montaigne, que fué un lector extraVerne, yo no sé cómo, nos corríamos a la los que salían a los escaparates a y pe ordinario. Todos nuestros hombres de mé.
estantería rúsica y blanca que llenaba otro setas en España y su equivalente en Amé. rito fueron buenos lectores, tuvieron una de los rincones del establecimiento. Pero rica. En cuanto a sus autores, es necesario cultura que alimentaron constantemente aquello era ya cosa mayor. La juventud confesar que, de los americanos, allí cono leyendo. Fueron librescos. No hace fal.
apresurada, el prurito de hacerse hombre, cimos por vez primera a Rodó, con su Ariel, ta citar nombres, cualquiera los recuerda enseriarse antes de lo que fuera menester.
a Torres con su Idola Fori; a Talero, con sin esfuerzo. No continuemos, pues, en la Una escapada o evasión de las reglas tra.
sus cuentos; a Justo y a Palacios, con sus recriminación injusta. Alabemos, en cam.
zadas por la escuela hacia la vida múlti.
discursos y su acción; a Ingenieros, con sus bio, las grandes bibliotecas baratas que ple y misteriosa, el ensueño y la esperan.
crónicas de Italia y Al margen de la cien permitían alcanzar el deseo juvenil de leer; za, lo indeterminado y lo confuso, alentáncia; a Herrera, con su reacción a las in. más aún, de poseer libros, que son siem.
dolo todo el gran deseo, las inconmensura.
fluencias de la Revolución Francesa; a Po. pre más queridos que aquellos que oca.
bles ganas de conocer.
rras Troconis, con sus escritos colombia sionalmente se van a encontrar en los re.
nos de exégesis literaria; a Ricardo Rojas, positorios públicos. Ampliemos el elogio Aquellos anaqueles estaban ocupados por con sus estudios sobre letras españolas; a recordando otra biblioteca barata, que aún las ediciones de una biblioteca que ofrecía José Rizal (si cabe entre nosotros. con su da sus excelentes frutos: la del diario La revelaciones infinitias, y, además, era ba. novela de profundo dolor y alta esperanza; Nación, que desde los primeros años de es.
rata. era barata! Su elogio debo hacerlo a Ernesto Nelson, con sus noticias comen. te siglo, por 0, 40 a la rústica y por peso sin retaceos, pues si alguien pudiera ano tadas inteligentemente sobre las universi encuadernados en tela, nos daba libros de tarle un lunar que no conviniera perfec dades norteamericanas; a Del Castillo, con literatura universal, poniendo en nuestras tamente a las ideas en uso, a la apacibili. su mutualismo y cooperación; a Nin Frías, manos además, las monumentales historias dad de las conciencias o a cualquiera de con sus filosofías; a Ugarte, con sus reco de San Martín y de Belgrano, por Mitre, las instituciones conocidas, en cambio. có pilaciones de artículos; a Echagüe, con sus más sus Arengas y sus escritos menores; mo podríamos anotar cuánto y qué bueno críticas teatrales; a Gómez Carrillo, con el Facundo y los Recuerdos, de Sarmiento; nos dió durante años enteros poniendo la sus visiones de viajero real e imaginario. Juvenilia y En viaje, de Cané; La Gran Al revelación al alcance de nuestra curiosi. De los españoles de la época, fuera ya de dea, de López; las noticias porteñas de dad sana y de nuestros bolsillos enfermos! la generación del 98 o al margen de Ba. Wilde; la Amalia, de Mármol; las Páginas. Oh, Biblioteca Blanca. que así la llamá. roja y su Tablado, allí pudimos leer a Blas. de Bartolito; los novelas de Podestá, de Esbamos popularmente. oh, ediciones va. co Ibáñez, con sus cuentos de la Albufera, trada, de Bunge, de Martel y de cuántos lencianas del glorioso Sempere, calle del su Flor de Mayo, poemática; su Arroz y más.
Palomar 10, bajo el signo de aquella cabe. tartana, que a pesar de ser tan localista los que ahora encuentro de los que za de mujer de perfil enérgico, tocada con gustaba inolvidablemente; allí pudimos ha. vivieron aquellos días de insaciable curio. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica