DemocracyJohn Dewey

200 REPERTORIO AMERICANO Los 90 años de John Dewey de otra Ayer celebraron los Estados Unidos los 90 años del Profesor John Dewey, el no table filósofo y educador, cuya insigne obra coloca su nombre entre las grandes figuras de la cultura de todos los tiempos. En 1894 Dewey ocupó el puesto de Director del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chicago y muy pronto la actividad de su cátedra colocó en el primer plano el problema de la educación, estableciendo una escuela elemental en la propia Universidad.
Desde entonces sus investigaciones en el campo de la teoría educacional llenan el pensamiento pedagógico de este siglo. Precisamente uno de sus discípulos, ilustre cifra de la cultura colombiana, don Agustín Nieto Caballero, dirigió ayer al eminente hombre de ciencia el siguiente mensaje.
letalice Profesor Dewey. New York.
Sus, discípulos de todos los rincones del mundo celebramos emocionadamente su llegada gloriosa currbre 90 años. Colombia está presente en el homenaje de admiración y gratitud que hoy se rinde a usted. Agustín Nieto Caballero.
Al asociarnos nosotros a los múltiples homenajes que todas las universidades americanas, la prensa y las instituciones de cultura rinden a John Dewey. lo hacemos en las palabras que Germán Arciniegas nos ha enviado en la siguiente estampa del ilustre filósofo: New York, octubre 19. Mañana, 20 de octubre, celebrará Nueva York el cumpleaños de John Dewey. Noventa velas se encenderán en la torta familiar. Allí estarán el presidente de la república y los magistrados de la Corte, los presidentes de las universidades y los gobernadores de los Estados. alguien más: el pueblo americano. Una fiesta semejante no suele ser común. Inglaterra, no hace mucho, gozó de este privilegio cuando un viento de diez ocho lustros soplo en la barba florida del hombre de las tres letras la vuelta de dos años esperamos, en la América Latina, saludar en la misma forma el día de nuestro gran ensayista, el maestro Sanín Cano. Parece que la vida va ofreciendo oportunidades cada vez más largas a los buenos ba talladores del espíritu.
El caso de John Dewey tiene, por otra parte, aspectos singulares. El profesor Commager ha dicho que, muertos Franklin Roosevelt y el juez Holmes, Dewey es el más grande ciudadano de los Estados Unidos. La observación es justa y tiene una medida de profundidad: Roosevelt ha sido el presidente más ilustre que en un siglo haya regido los destinos de la nación, en Holmes se retrataba toda la austera nobleza de la corte suprema: Dewey ha sido simplemente un filósofo y un maestro.
Si fuera posible que en todos los lugares del mundo se tuviera noticia oportuna de esto cumpleaños, cientos de millares de cartas de gentes humildes, de simples maestros de escuela rural, volarían como palomas blancas para caer en las manos del maestro. En efecto, el nombre de John Dewey es familiar desde hace muchos años no sólo para las gentes de las universidades más antiguas, y académicos y pensadores, sino que lo saben y lo quieren los más modestos trabajadores de escuelitas desconocidas de todo el mundo.
En cuante Dewey anunció las bases de (En El Tiempo de Bogotá. Octubre 21 de 1949. Si el mismo Dewey comenzara ahora una nueva etapa de su producción filosófica la haría manera: mirando a las nuevas circunstancias del mundo.
En el día en que él escribió, para el momento en que lanzó sus libros, nada más necesario que esa rectificación violenta que era como el salto de la metafísica a la física. Con un pueblo como el que es substancia del Nuevo Mundo, no podía el hombre de responsabilidad y calor humano perderse en abstracciones remotas. El mundo había producido una serie de hechos nuevos que reclamaban una revisión franca de la filosofía, y una aplicación de la filosofía a la vida. Obrando con perfecta consecuencia, Dewey el filósofo, desembocó en Dewey el pedagogo. Había que hacer, y eso fué lo que él hizo, una pedagogía de la democracia, por la democracia y para la democracia. Entre las palabras común, comunidad y comunicación decía él. hay algo más que un enlace verbal. Los hombres viven en comunidad en virtud de las cosas que 32. AND tienen en común y la comunicación es el camino que nos lleva a las cosas que poseemos Mr. John Detvey en común. Dewey se preguntaba qué tene(1949)
mos como el fondo colectivo las familias bumanas. Son deseos, creencias, aspiraciones, conocimientos, cosas que no pueden pasarse físicamente de unos a otros como quien pasa lasu nueva filosofía, quisieron oír su voz y redrillos, sino por esa comunicación del entencibir sus consejos en todas partes. Durante dimiento en que se enlazan emociones e ideas.
dos años hubo de ir a Pekin para enseñar en así, Dewey puso toda su fe en la educala Universidad y el gobierno turco le enco.
ción como un medio de reconstrucción social.
mendó el es ddio sobre la reorganización de política, moral. Era la fe de quienes con melas escuelas. Donde se sentía la urgencia de jor espíritu saludaban la llegada del siglo XX, una pedagogía más humana que la inventada la misma que sigue alentando hoy a los espípor los filósofos europeos, los ojos se volvían ritus liberales. Recuerdo la profunda impreal audaz pensador norteamericano. En el munsión que recibí hace unos años cuando por do de la legua española somos testigos de esprimera vez vi a John Dewey. Era una tarde tos impulsos. Hace años, las editoriales de Maer que parecía él un tanto débil. Una docena drid multiplicaban ediciones de los libros de de latinoamericanos habíamos venido a NueDewey, que iban a todos los maestros latinova York a una mesa redonda. Su blanca cabeamericanos. Esto ocurría justamente cuando, colocada en primer plano la preocupación de za, sus manos de cera, iban a presidir a nuestro grupo de iconoclastas. En nuestras tertulias las escuelas, se vió que convenía buscar algún intimas hablábamos con calor de revolucionacamino más directo para llegar al niño, para interesarlo y comunicarse con él. Por siglos rios. Teníamos ese afán que sigue siendo el más ardiente y justo de abrir camino a las se había trabajado con métodos excesivamenideas liberales, siempre amenazadas por oscute académicos y fríos. Dewey presentaba un ras fuerzas reaccionarias. De pronto, nos vipunto de vista más cordial, que por cordial mos frente al viejo Dewey. Al hombre que resultaba revolucionario.
desde 1904, en su cátedra de Columbia UniRecuerdo muy bien el caso de Colombia.
versity, había reunido la más grande concuAgustín Nieto Caballero fué el hombre que rrencia de gentes de toda América. Ahora esta trajo al país la más grande inquietud en el ba frente a una docena de inconformes. Hacampo pedagógico. Colocado en una posición bló apenas unos minutos. Creo que ninguno de gobierno, su oficina se convirtió en centro de quienes allí estaban lo ha olvidado. Nos de donde salían centenares de libros de la espareció ver saltar, viva y fresca, la palabra que cuela nueva, de la escuela activa. Los maestros, obró milagros a principios del siglo. El muncon muy buen sentido, se complacían más do ha dado apenas unas pocas vueltas desde con los libros de Dewey que con los de ninentonces, y ha tenido muchas sacudidas. Pero guno otro. Por eso digo que su cumpleaños es una fiesta que sin palabras, seguramente sin quizás nada llenaría ahora tanto el corazón mensajes, celebrarán lo mismo las maestras de aquellos doce latinoamericanos como ver en el 20 de octubre otra vez la cabeza blanca desconocidas de las montañas de los Andes en y firme del viejo iluminada por las noventa Colombia, que las de la China o el Japón o velas del cumpleaños feliz.
Turquía o cualquier otro sitio del mundo.
Es seguro que la filosofía de Dewey, coGermán ARCINIEGAS.
mo la de William James, sufran grandes rectificaciones aun en la misma masa norteamerica na que hasta hoy ha visto en el pragmatismo no sólo la manera de engranar el pensamiento filosófico a los afanes cotidianos, sino una respuesta total a sus preocupaciones espirituales. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica