REPERTORIO AMERICANO 213 el cuerpo su canto geológico, por sus aristas mor del Maipo, ahí debe ser esculpida, peña terio la más pura paz para aquella mitdidas por el rayo? No la acompañará del ejemplo, sin arrancar el bloque, en jer que fue un paradigma de las mujeres el río hermano, como a nosotros nos raizado éste en el monte mismo y for de América.
acompaña el torrente de sus cantos. Ns mando asi parte de el: ahí la cabeza de Parecería que hay algo que escucha volarán cóndores sobre la piedra violen música, el corazón de amor, siempre el llamado de los vivos por los ta? No la envolverán las dulces nie. de mujer absoluta, de hija, de madre, de muertos. Seamos o no escuchados, yo blas de la mañana y el oro espiritual de hermana, de amiga, de maestra, de poe. que jamás he podido evadirme de mi es.
los crepúsculos. No será creada por ia. Hacedlo, hermanos de Chile. Ha Singe, confieso que hay una sublime dig.
el sol de los mediodías y por todos los cedlo ahí mismo, en el plasma rudo nidad en esa oblación. Es un modo de vientos de las estaciones. No vendrán apasionado de la naturaleza! Desde el restituir a los que fueron, un modo mis.
en invierno las nubes a llorar sobre las aula máxima de la Universidad de Mon terioso, secretísimo, de arrancar a lo desarrugas del peñasco, como si se abrierar tevideo, yo levanto este ruego por mí y conocido una parte de nuestro en amor, húmedas de ternura como las por todos los uruguayos. Hacedla aili Señores, que alguna vez pueda ir hasta entrañas de Gabriela. No la asistirá en la piedra de la patria, en la roca de esa roca de Chile, y sentir, como en suela noche, no besará con estrellas su fren América. Yo mismo y todos y todos los ños, que Gabriela vive sobre la muerte te, su pecho, sus rodillas piadosas, sus que la queremos en sencillez de amor como vive en este instante en los metapies andariegos?
podremos ir a contemplarla erguida en les de mi memoria. Ahí, en esa roca, sobre la falda de la eternidad, viva en piedra como en ferlos Andes, junto a los órganos sinfónicos vor de hombres; ir para rogarle al mis. Montevideo, 14 de febrero de 1957.
amor.
Paz, Gabriela Mistral Por Arturo CAPDEVILA (En La Prensa de Bs Aires. En los últimos tiempos Gabriela tenía aluci Acaso, acaso nada; naciones. Veia fantasmas. He dejado a Ga pero alcanzaste a ver que te traía briela dormida. ya seguramente para siempre. montón de florecillas franciscanas.
En la noche (de Reyes) ha comenzado a nevar. Después quedó contigo, al lado tuyo, ahora sigue nevando. Hace algunos días se quizás tu mano entre sus manos dada.
sentó un viejo al borde de su cama y hablaron Hablaba, hablaba, y tú gozar podías, varias horas como dos poetas cristianos. El era porque en su verbo se transparentaba Jacques Maritain.
su católica fe, jardín de lirios, Germán Arciniegas: Una luz que se apaga. en la profundidad de su alma sabia. La Prensa del 16 de enero de 1957. Todo para tus últimas, para tus últimas ventanas. Dios grande. sucedía de esa suerte con tu alma iluminada, nada más. Un nombre, con tu alma grande y buena, limpia y pura, gloria del continente y de la raza.
con tu alma azul como mañana clara?
Un nombre que no muere. venían fantasmas a buscarte, Una luz. En la luz, eterna, una alma.
fantasmas que rondaban otra vez el amante silencioso siete días, y más tal vez, en torno que te llevó la muerte una mañana: de tu barrio, tu calle y tu morada?
el mismo de la cita Mas tu frustrado amante ¿él no venía para soñar sobre una misma almohada.
desde el misterio de sus lontananzas: el muerto tuyo que te hundió en la noche ¿Y nada más? América con tus desolaciones, Gabriela, desolada. en tu loor sus cánticos levanta, Ese era el rey, sin duda, ése el caudillo Gabriela sola del hermoso viaje de tus apariciones visionarias.
para grandes merisajes de esperanza; Dulce fidelidad para el ausente mensajes dichos contra el viento, a veces, por tierra, cielo y mar te acompañaba, de la historia del mundo hecha borrasca.
y llorándole mucho, le citaste para soñar sobre una misma almohada.
Chile te dió la luz de sus caminos, pero también, con sombra milenaria, Después los años y tus altos triunfos.
extrañas cosas de la cordillera Y, de pronto, las noches señaladas.
por sus dioses de ayer aconsejada.
Pisaba nieve como un oso enero Por eso tú tenías, nadie sabe por Nueva York, la urbe sobrehumana.
qué soledad de maga, acaso tú, Gabriela, qué silencio de gran sacerdotisa, sabiendo que nevaba, qué inexorable fe de ensimismada en tus Andes pensaste, siempre blancos y sepultos recuerdos parecidos de nieve, y en rincones de tu patria, a los que sólo las cavernas guardan.
mientras decían todos: subiste, subiste por los Andes Enero es como un oso en la nevada.
sencilla y temeraria, este oso se paró frente a las puertas de tu hospital para suprema danza, brindando a niño y piedra, a viento y cóndor entre el son del pandero de la muerte madre siempre, la miel de tu enseñanza, y los capullos de la nieve santa.
hasta que fue tu vida toda como una blanca escuela en la montaña.
Entonces Maritain llegó a tu lecho como un obispo de marchita estampa, En honra a Gabriela, como maestro del divino idioma de amores capitana, que más allá de la frontera se habla.
todos alzamos tu bandera, Chile, Cuando le viste entrar ¿qué le dijiste?
con su valiente estrella solitaria. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica