206 REPERTORIO AMERICANO la hormiga no sabe por qué vuela el faisán.
Desde la forma. Sangre y sudor.
En su aliento llegaba resplandor de esperanza. un hombre que muere arrojarle una flor!
Andan.
Vuelan.
Viven. Mueren.
Vienen.
Van.
En las tinieblas. Sombra sin nombre, raíz y savia, signo y color.
Tendiéronse los arcos de los pechos en lucha.
Respondieron las manos arrojando el temor.
Abriéronse las puertas, y fulguró la luz, Será que la justicia tiene ahora dos lenguas? será que mis ojos ya no pueden ver luz?
Lagos de hierro y sangre, las manos tienen sed.
Cumbres de piedra y cóndor, bate sus alas la voz. Ay, mi pecho florecido de espigas!
Ay, mis labios, con sabor de canción. Lolor de los mensajes estériles de ecos.
Dolor de tierra virgen que no habrá florecer.
Las señales borradas desandan sus caminos.
Las gotas de la lluvia son de carne y de flor.
Después. De maíz la argamasa.
De acero, pan y carbón.
Huellas verdes.
Toses negras.
Cantos grises. argos vagones llevándose los hombres.
Las manos extendidas esperan otras manos.
En la boca hay hormigas.
En el aire, hay hedor.
Una ventana en el viento.
Signo y sombra el corazón. la ayuda del libre. Cuál dolor. Carlos Mº Campos Jiménez Carne de tierra.
Luz consumida.
Flor de desierto.
Vienen.
Van.
Llegó entre unas cajas de leche condensada.
La costa. La mina.
la pala. El cañón.
Hay redoble entre los huesos.
Canto de muerte el poder.
Desde el principio. Yo soy tu imagen.
Costa Rica, 26 1957.
Los caballos de la victoria Carlos María Campos Jiménez Costa Rica, 21 Enero 1957 (En Rep. Amer. PROTESTA Ay mis manos. campos de trigosembrando hulla y sangre.
Ay mis ojos. campos verdes pintados de horizontes soñando alambradas.
Fara qué los idiomas, cuando hay una lengua. prisiones, prisiones que la entienden todos. Eran rojas, muy rojas las flores.
Eran negras, muy negras sus trenzas.
La Remonta Muy discutido el episodio de la Guerra Nacional contra Walker que se refiere a la intervención de los caballos asustados de las llanuras de Ostocal en la batalla de San Jacinto, el 14 de Setiembre de 1856. El testimonio de Joaquin Artola, campisto de la hacienda, relata cómo él andaba trayendo los caballos, cómo se espantaron al pasar las guerrillas de Liberato Cisne, cómo él, montado en su potro de sabanero. persiguió a los filibuteros. Si no como Historia vale conservar el hecho como leyenda.
Eran suaves, muy hondas, muy lentas las tardes.
El amo ha sembrado estacas de esclavos.
El árbol prohibido da frutos de uranio.
Putrefacto fue hallado en el bosque.
No habia flores, Ni llantos.
Ni salmos.
Ni estrellas.
Los días. Golpes secos anémicos de nombres.
Ayer, mi compañero fue tachado en la lista.
Ayer. hace ya un año. Tardes que juegan con voces de niños.
Cantos de cuna con manos de madre.
Campos benditos por los arados.
Sol de la siembra.
Lluvia de paz.
Ellos son. Ellos son. Elles son.
Vienen del horizonte en llamas; vienen con las alas del viento prendidas en los cascos.
Vienen de las placentas de la libertad el aire puro, los pastos verdes, el lomo virgen, al estruendo de la mañana conmovida.
La llanura se estremece de relinchos y ágiles potros van tras las yeguadas.
Los remos delanteros como hoces enarcadas, los belfos tragándose los aires; moros, manchados, prietos y retintos, hembras y varones en su carrera loca, desbocada, son como un huracán a la deriva.
Algunos se detienen de improviso y parados violentos en sus patas semejan un signo que interroga: las crines son banderas desplegadas.
Otros estiran sus cuerpos y sus muslos en el impetu fugaz de su carrera como si alguien o algo les gritara.
La sangre les fermenta a los disparos.
En mis poros se han pegado palabras En mi lengua se han dormido lanzadas.
Cuando llegaron ellos. secáronse los gestos.
Cuando hablaron sus manos, aapreció el dolor.
Ellos son. Ellos son. Ellos son.
En la mina no hay razas, ni lenguas, ni colores.
Sólo hay brazos, sudores.
Espejismos de aldea escondida en taladros, vagones, linternas, dolores.
Esposas. Hijos.
Padres. Preguntad por sus nombres a una Agencia extranjera.
Tal vez ellos encuentren sus huellas en la nieve.
No hay cruz que los recuerde.
Ni voces que los llamen.
Representan a la raza que juega su aventura.
Son las voces de la tierra preñadas de coraje.
Son el ansia de la Patria deprimida por la filibustera bota, con remaches.
Es la nicaragüense pampa que se irrita, que muerde la conquista, que se exalta; que improvisa relámpagos de piedra fragua en la protesta del relincho la amenaza brutal de la patada, Hasta nuestro silencio llegaron voces libres. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica