REPERTORIO AMERICANO 121 Marina Gamba Por Emilia PRIETO (En Rep. Amer. La vida de Galileo tratada en el libro ¡E pour si muove! de Harsanyi induce a reflexiones que merecen comentarse. Es en síntesis una viva y dramática sucesión de episodios encarnados en el destino de un sabio que en pleno siglo XVI, bajo el acecho satánico del Tribunal del Santo Oficio para sanción inmediata de toda herejía, había de proclamar el principio científico del movimiento de la tierra.
Las teorías copernicanas lo llevan, ya en sus años avanzados, a vislumbrar que no son ellas una simple especulación científica peregrína y parcial cuya defensa le ha costado martirio, persecución y cautiverio, sino que forman parte de una concepción total del mundo, diametralmente opuesta a los principios ptolomeicos y aristotélicos del dogmatismo peripatético entonces vigente.
Comenzó precisando las leyes del péndulo en la lámpara de la Basílica de Pisa y después de innumerables inventos y descubrimientos, aplica como uno de sus aportes finales al progreso humano, las leyes del péndulo al reloj.
Fabrica uno a tientas, ya ciego y el procedimiento técnico de la movilidad ininterrumpida lo deja para algún sucesor.
La vida afectiva de Galileo desconcierta porque su grande y cálido corazón está predestinado a la indiferencia de todos cuantos son objeto de su invariable cariño. La madre, los hermanos, los hijos, aun el padre no correspondieron al bondadoso interés, a la afectuosa solicitud y al desvelo que por ellos tuvo. Sólo Sor Celeste, la angelical religiosa que en el mundo fuera Virginia Galilei, su hija mayor, colmó plenamente, en el alma atormentada y solitaria del gran genio todo el afecto negado por los otros. de tal proporción fué ese filial cariño, tan poseído del espíritu de la santa criatura, que el proceso inquisitorial contra su padre le produjo la muerte. De entonces hasta su fin la soledad de Galileo fué absoluta.
Pero recordando todos los aspectos de esta vida fecunda e inquietante, todo cuanto hubo de rodearlo, de influir en su espíritu y de hallarse en contacto con este destino singular, surge en la mente obsesiva, la figura extraña de su amante Marina Gamba. Tan extraña, para el mismo Galileo tan enigmática e incomprensible, que al final de su convivencia con ella se confiesa a sí mismo perturbado que ese firmamento del cual el astrónomo arrancó tantos secretos, es menos inextricable que el alma misteriosa de esta mujer.
Habiéndose enamorado de Bianca Capello al explicar la balanza hidrostática ante los Médicis, aquel amor oculto del que sólo él tuvo conocimiento y que la bellísima modelo del Ticiano siempre ignoró, no sufrió mengua con la muerte de ella acecida poco tiempo después.
Pero en Venecia creyó hallar en la hermosura de Marina Gamba la encarnación fiel de Galileo Galilei la querida imagen que vivía en su recuerdo.
Idealizó a Marina, su idilio en los Jardines la hará su esposa. Que su vida ya de hombre de Murano parece un gobelino del Renacimien famoso, frecuentador de cortes, amigo de moto, se decepciona al constatar que su amante narcas y pontifices, lo alejará de ella más y había tenido otros amores y a pesar de eso se más, sin que él omita hacerle sentir constanhubiera casado con ella si las obligaciones para temente su humillada posición de concubina con su madre y sus hermanos no le significa indigna de su nombre. Mas no hay incidente ran la total entrega de los pocos florines que alguno por eso. Marina cumple sacramentalganaba por entonces.
mente sus deberes de madre y compañera. Sus Nacen hijos y Marina no es otra cosa para hijos son felices. Jamás sus almas candorosas el gran florenino que la abnegación constante, son ensombrecidas por su pena. Hace de ellos la dicreción, la fidelidad y la bondad personi el objeto constante de sus desvelos y en medio ficada. Madre ejemplar, pasa largas noches de de pobreza y abandono los mantuvo siempre desvelo sobre la camita de Virginia, atacada limpios, pulcramente vestidos, solicitamente por grave dolencia y en silencio sufre priva atendidos. Buena cuenta se da de que Galileo ciones y necesidades así como la infidelidad ya no la quiere. El por su parte se ha pregunconstante del padre de sus hijos sin un repro tado a sí mismo, con extrañeza, cómo pudo che ni una queja. Sabe bien que Galileo jamás haber hallado nunca parecido alguno entre Mabres que se mezclen en todos los pequeños revolucionaria para moverse en el mundo de pleitos de nuestra vida, que no se encumbren, las ideas sin prejuicios. Por eso descubrió nueque muestren su pasión viva en cada instante. vas pistas para juzgar la obra de Cervantes.
Con tanta gente como hay ya en nuestras ciu Por eso en su ensayo sobre Cain nos hace modades, solemos sentirnos solos. Reclamamos pa ver en tanta dirección distinta, con el prora la acción política a quienes tienen su pues pósito de buscarle toda la hondura al tema to en los estudios donde el silencio es nece en las más remotas interpretaciones del persosario.
na je bíblico. En su labor periodística, de toDon Enrique José vivió a distancia mu dos los rincones de América le seguíamos con cha parte de su vida. Era europeo por esa vo devota atención. Hay filósofos que logran forcación suya que le empujaba a mirar en to mular sistemas propios y reducen a un esquedas las literaturas, cosa que fué lo más ame ma genial el mundo de las ideas. De éstos, ricano de los americanos del siglo pasado. La er siglos, el mundo puede señalar una decena gente decía que era un filósofo, y esto se ha de nombres. Pero hay, además, esa inclinación contradicho diciendo que no tuvo él, que no intima a la profundidad, que nos permite endejó un sistema filosófico orgánico.
contrar hasta en el vulgo atisbos maravillosos La verdad es que para los estudiantes de de interpretación. Esta inclinación cría filónuestro tiempo, para los de La Habana que le sofos, y aun de mayor provecho porque son los hubieran querido ver muchas veces más cerca que atrapan al vuelo la nota fugaz preñada de la línea de fuego, aquel hombre parecía frío, de anuncios, y descubren sus secretos. Así se reservado y, sin embargo, tenía su humanidad extiende el concepto de la filosofía, se humadespierta, había sido el definidor de momen niza, sacándolo de una zona presuntuosa de tos estelares en la vida de Cuba, era el maestro profesionales sin originalidad. Por eso a los que en el momento preciso también estaba en maestros, a los conductores les tenemos por la calle al lado de la juventud contra la dic filósofos. Tal don Enrique José, que mantuvo tadura.
en sus dedos insomnes de hilandero de ideas Como amante de la sabiduría, nadie le su ese bilo de luz que siempre veíamos como alarperaba. Tenía por ella amor vehemente, des gándose, elástico, en una estampa de la sabivelado amor, y una actitud propia, un juicio duría.
personal. Lo que se ha dicho, una vocación Era él, ante todo, un escritor. Hacía tan bien las frases, tenía lenguaje tan rico, que hoy es clásico del idioma español. Pero. era aquello mármol? No me parece. Hay páginas de Varona escritas con palabras transparentes que no sólo dejan vivo el color, sino que precisan matices que sólo puede ver bien una pupila experta en mirar las cosas animadas. Hay frases de profunda resonancia. Entonces el maestro que hemos visto en estatua de mármol se trueca en bronce. Oímos la campana. Pero, además, superó al bronce. Fué de carne y hueso, fué humano en aquella tarde estudiantil de La Habana.
El testimonio que doy de Varona puede ser literario. Nunca le vi de cerca. Cuando oigo hablar de Varona a Eugenio Florit, que fué discípulo suyo, siento envidia de Florit, Como queríamos, de verdad, los estudiantes iconoclastas a nuestros maestros, con fervor mistico! Aquellos años de nuestras luchas juveniles fueron los estupendos de nuestra vida. Un cuarto de siglo ha pasado, y ni las revoluciones del mundo, ni las experiencias más variadas, disminuyen en nosotros el entrañable amor que profesamos a los claros varones que en la hora de lucha avivaron nuestra esperanza frente a los turbios viejos oscuros que eran símbolos de una América estéril, y por estéril imposible. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica