Roberto Brenes Mesén

REPERTORIO AMERICANO 265 Ausencia y presencia de Roberto Brenes Mesén EN EL 50 ANIVERSARIO DE SU MUERTE El 19 de mayo de 1952 se cumplen cinco años de haberse ido nuestro Roberto Brenes Mesén, de gratos recuerdos.
Hoy honramos esta entrega con algunas páginas suyas, e inéditas.
En la ciudad de Nueva York, y el sábado de mayo de 1919, entró Brenes Mesén a ser Redactor Jefe de la Revista Pictorial Review. Un aviso del Times lo llevó a ese cargo. Le pidieron que sacara una narra.
ción de un cuadro de las peregrinaciones de Lourdes (el mismo que ahora reproducimos. Cumplió bien, con éxito. Entonces la edición en castellano de Pictorial Review llegaba a cien mil ejemplares.
Las colaboraciones de Brenes Mesén en Pictorial Review hemos de irlas publicando en estas páginas del Rep. Amer. y así serviremos a su memoria cons.
tructiva.
La prueba de Hilda Kaluza BRIXENch Por Roberto BRENES MESEN Erecta y flexible, toda llena de gracia, ros y grandes ojos de su mente percibieron como un junco florido, Hilda Kaluza, al la imagen de aquella hermosa señora que, entrar en su cuarto se detuvo un instante sentada ante su escritorio, le exponía con frente al espejo de su tocador. Desato su bondad las exigencias y condiciones del velillo y sin descomponerse el peinado qui trabajo que la joven había solicitado. Le tose el sombrero. El espejo le devolvió la parecía adivinar de nuevo que la dama se leve sonrisa de su rostro bañado en la fres inclinaba en favor suyo. Escuchaba aún cura luminosa de una interior alegría de el timbre de aquella voz, miraba la traspajuventud. Luego fuese a la mecedora, jun rencia húmeda de aquellos dientes maravito a la chimenea, como para ver desfilar llosos. Finalmente oía la postrera demanda, mejor, ya en quietud, toda la escena de la cuando tendiéndole el grabado, ya al retientrevista que acababa de tener lugar en rarse, le decía: Ensaye Ud. una narraaquella distante sala de redacción. Los cla ción sobre este asunto. Se veía a sí misR. Brenes Mesén (1874 1947)
ma, con la página en la mano, como ante un enigma. Comprendió que se trataba de un último examen y experimento de nuevo el radiante contento de sentirse fuerte y ágil. Acaso iba a faltarle el agua de aquella secreta fuente que ella había descubierto en el fondo del alma! desplegó la página blanca que contenía el grabado y esta sola palabra: Lourdes.
Hincó su mirada, como un fino rayo de oro, en el centro del grabado tratando de desentrañar el pensamiento mismo del artista. Contó las figuras: una, dos, tres, hasta catorce, en torno de una central, mejor acusada que las demás. Era una mujer al.
ta, en traje negro, con los brazos descubiertos y tendidos hacia adelante, sosteniendo con las manos juntas una vela de cera coronada por una llama, viva, con la cabeza inclinada hacia atrás, los labios entreabiertos, los ojos entornados y toda ella como bañada en una luz más pura. Des.
pués descubrió en la esquina izquierda y en lo alto de la página, el simbólico so! de la custodia y el esplendor de su luz espiritual derramándose sobre el grupo y sobre el mundo. Hilda se sintió de pronto con.
movida: había en todo aquello una fuerza de atracción superior a la energía de su atención y ya no pudo apartar sus ojos de la cabeza de la figura central. Por un instante desapareció todo en torno de ella. Un perfume de naranjo en flor llenó su estancia. Luego escuchó como un lejano rumor de mar que se acercaba: era la muchedumbre, una cantante selva humana sacudida por un viento santo en cuyas ondas había voces de arpa y de violas y de flautas y violines, una armonía ultraterrena. lo que tenía delante de sí era un frag.
mento de la armoniosa selva humana incendiada por la fe, a la luz del sol de amor y de esperanza. Todo se hizo diáfano para ella. Una vez más en su vida se realizaba la trasfusión de su conciencia en la vasta conciencia del mundo: todo lo compenetraba, todo lo comprendía.
El rostro de la mujer en el centro del Lourdes Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica