REPERTORIO AMERICANO CUADERNOS DE CULTURA HISPANA Tomo XLVII San José, Costa Rica 1951 Domingo 15 de Abril NO Año XXXI. No. 1125 Memorias de una entrevista fracasada En 1940, si mal no recordamos, cayó de improviso en México el gran humorista inglés Bernard Shaw, en compañía de su se cretaria y una dama de compañía, cuyos Por Rafael CARDONA nombres no recordamos, pero de cuyas fi(En Rep. Amer. guras puede decirse que eran las de esos tipos de novela que abundan en Pocket Book: faldas cortas, zapatos bajos de lazo, escasamente iluminada. Una escalera de ma tas que nos acompañaban a esta presentasombreros de fieltro menudos y ceñidos y dera sin balaustrada, empotrada en los mu ción sin fórmulas, destapó el jolgorio geel indispensable par de anteojos. Al llegar ros, conducía al piso alto de largo zaguán, neral cuando recibió de respuesta a una a la redacción por donde entonces trabacon las indispensables puertas numeradas. pregunta tímida y formalista una contestajábamos un diario consagrado a la orienAl llegar, escuchamos con sorpresa que des ción que parece texto profesional para totación revolucionaria de México, Héctor de una de las habitaciones salía un acre dos los colegas del mundo: Pérez Martínez nos encomendó la entrevisrumor de voces, interrumpidas por inter. Señor, quiero hacerle una entrevista.
ta: abordar sin previo aviso al inabordable jecciones inglesas: una de ellas, íntimamen. Nunca diga que quiere hacer una entreShaw, reclamarle atención para los problete femenina, recomendaba a Bernard algo vista: hágala. Never say that you want mas de México, y en fin, sacarle algo del cuyo sentido se evaporaba por las interrupmake an interview: make it. motivo que le llevaba en las cercanías de ciones del viejo maestro; y hubo un instan Reprimida la risa, como lo merecía la acaquel invierno a la gran ciudad. Cuando lle te en que temimos que la puerta se abriera titud comprometida del amigo, bajamos al gamos al Hotel Genéve por las calles de y por ella salieran bastones y zapatos, cuanhall del Genéve, dispuestos a participar, Londres tropezamos con toda la mucha do no legumbres crudas de un desayuno cuando menos, de las contestaciones del auchada periodística: reporteros y fotógrafos vegetariano. Sin embargo, después de bre tor de Pigmalión a las ocurrencias de los esperaban ya, en el hall de columnas rosa, ves minutos la tempestad calmó: se abrió diaristas. Pero George Bernard Shaw no se al personaje que tanto agitara al mundo por fin la puerta del departamento y su sentó siquiera: habló una o dos palabras con las innumerables saetas de su aljaba. Majestad el Malhumor salió, acompañado de con los que se cruzaban a su paso, luego Para evitar una conversción puramente las dos damas, con paso firme y presuroso.
con el maitre hotel para algún encargo de gremial de preguntas entrecruzadas sin más Iba el señor Shaw de negro, según costum limpieza o de comida, y salió a la calle, donfinalidad que revelar la presencia del escri bre, con la camarilla fotográfica a la ban de a pocos pasos le esperaba un auto de altor, dos o tres compañeros de otros diarios dolera: llevaba en la misma mano paraguas quiler. Las dos damitas corrían tras él: sus decidimos subir hasta los apartments que y bastón, sombrero de fieltro muy felpudo zancadas de abuelo en trance de serlo doel hotel había dispuesto con salida a las y las barbas fluviales muy peinadas.
ble las obligaba a jadear, muy a menudo, mencionadas calles: especie de construcción Después de abrirle paso y hacerle breve a su zaga. Decidimos, entonces, seguirle con posterior agregada a la unidad edificial que cortejo, Shaw se decidió por el elevador; y el objeto de reclamarle si era esto positenía por recibo una espaciosa y fría sala una vez dentro con él, uno de los periodis ble una actitud que no se avenía, ni poco, al celo periodístico que nos animaba, en favor de la sociedad mexicana que ya estaba enterada de su llegada. Pero Shaw subió al coche y cerró la portezuela, dispuesto a partir. Los fotógrafos tomaron el partido de sitiar el coche; y así, acercándome a la portezuela, pregunté al temible humorista si hablaba francés, lengua que me es poco menos que familiar. Not so easy.
Una de las damas intervino, clespués de mirarme inquisitivamente; y a media voz recomendó a su señor. El rostro de Shaw se dulcificó rápidamente: se dignó bajar del vehículo sin abandonar cámara, bastón y paraguas y tomándome de un brazo se separó del grupo que ya alistaba las camarillas para colocarse conmigo en la acera del hotel. Pocas palabras, de puro ceremonial, TI nos dijimos interrumpiéndonos, como suce.
de en toda ocasión en que dos personas desean ser mutuamente finas sin interés afectivo en lo demás. Pero en los escasos minutos en que tecleaban las fotográficas, pude darme cuenta de innumerables senti.
dos y resgistros ocultos. Por ejemplo, aprecié a pleno sol, que por entonces salía, su rostro de piel delicada, extraordinariamente limpia y rosada, que no habría cedido el sitio de honor al pétalo de una rosa de Ba.
sora. Las grandes barbas, fulgurantes al sol, eran una contradicción evidente de aquella piel de niño, y de aquellos ojos menudos, casi de cinocéfalo, que parecían mirar con timidez y agilidad defensiva al mundo.
Bernard Shaw y Rafael Cardona Cuando tomé su brazo para subirle a la Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica