Tirt REPERTORIO AMERICANO 137 Azor. el próximo libro de Juana de Ibarbouru TECA TIGOS En su libro Perdida, publicado en 1950, Juana de Ibarbourou señaló, sobre su anterior producción poética, superioridades y diferencias evidenciadoras de plenitud literaria. Es un libro otoñal, sin duda alguna, denso de contenido lírico; seguro y definitivo en su construcción estética.
En Perdida, la poetisa ya no canta como cuando, en Las Lenguas de Diamante, prometía ser un escándalo en la barca de Caronte. Desde la señera torre de su acendrada poesía, contempla el barco de la muerte que asciende, fantasmagóricamente, con las velas desplegadas. Está enlu.
tado el níveo cisne de ayer. Se desmadeja en melancólicas reflexiones, la ardiente canción juvenil. El libro traduce el instante en que todo se hace trágico y profético en su canto, porque el tiempo, con su ceniza, ha ido esmerilando las mágicas presencias que, en el amanecer, la deslumbraron. En el momento a que hacemos referencia, Juana de América se encuentra como perdida en el mundo mágico de sus sueños; busca la ruta definitiva en la pro funda alba del secreto. y asiste, transida de resignación,. con inmóvil párpado, al continuado juego de la muerte.
Quienes desconocen el espíritu, en constante renovación de Juana de Ibarbourou, creyeron, entonces, que entraba en el silencio aquella magnífica voz que, si no la más alta en el coro de Hispanoamérica, es, de modo incontestable, la más dulcemente femenina y la más tiernamente sentimen.
tal de todas cuantas resuenan hoy en el mundo de habla española. Olvidaban quie.
nes así pensaron, aquello que ella misma confirma. Morir y renacer es mi ejercicio en el sabio deleite del oficio.
Tras pocos meses de inactividad, el taller poético de Juana de Ibarbourou volvió a la alegría del canto. En las amanecidas Colaboración de José PEREIRA RODRIGUEZ (En Rep. Amer. ban, una figura alada dió en posarse en su mano. Venía del lejano medioevo donde la historia tiene aroma de leyenda. Era un ave de cetrería que semejaba haber echado a volar desde uno de esos antiguos gobelinos que decoran viejas salas esplendoro.
sas en castillos de abolengo. Era un azor real, digno de figurar en blasón heráldico de escudo nobiliario.
Azor, como el adiestrado halcón altanero, se llamaría el libro futuro para centrar el tema polifacetado de los poemas nuevos. El azor real así lo dice la tradición en que se va nutriendo la experiencia el halcón domesticado, pierde su selvatica crueldad, domina sus instintos salvajes y se hace dócil a su dueño, por obra y gracia de la disciplina a que lo somete el persistente adiestramiento. Todo esto, tan bellamente poético, presenta al azor, como símbolo y representación de altivez y fidelidad, a un mismo tiempo; de altivez, que es amor a la libertad en la delicia del vuelo; y de fidelidad, que es sometimiento al cazador en la sumisión venturosa del amor.
Dualidad casi dolorosa que se muestra en la doble faz de la medalla de la vida: antor aprisionado y libertad prisionera.
Para la adopción del título simbólico BAIXENCH de su próximo libro, Juana de Ibarbourou recordó, posiblemente, un lejano episodio de la cetrería principesca en que se repre.
senta una escena de amor. Cuentan historias escritas por legendarios cronistas que a la muerte de una reina de Francia, quedó sin dueña el azor real destinado a la caJuana de Ibarbourou za de volatería. Pasados algunos días de (1953)
dolor, el rey buscó en los deliquios del placer fugitivo, una mujer atractiva para reemplazar a la esposa desaparecida. La fa que es cuando Juana de América, como vorita elegida, ganándose la voluntad y la una alondra mañanera, gusta escribir la simpatía reales, reclamó para sí, como lecanción de su poesía sus ojos comenzaron gítima presea hereditaria, el azor de la rei.
a ver paisajes misteriosos, acostumbrados na, el hermoso halcón domesticado que la como estaban, desde niños, a imaginar munreina lucía en su hombro cuando iba de dos de ensueño hasta en las manchas de caza. El rey accedió al pedido de la amanhumedad de las paredes. Entre la abigate; pero, concluye la leyenda tejida como rrada multitud poblada de seres inconsú en desvanecido tapiz, el halcón real negótiles que sus miradas vagabundas apresa.
se con obstinación pertinaz, a posarse en el brazo de la predilecta demandante; y como ésta insitiera en obligar al ave a obeFernán Avelino. Fueron unas horas, de la decerla, el azor despertada su fiereza im.
noche, inefables. Me dormí abrazada a mi placable dióle tan feroz picotazo que le ya lejana alma de niña. Soy obediente al valió, para siempre, recobrar la espléndida consejo de Rilke: regresar a nuestra infan. libertad del vuelo, en premio por la fide.
cia. Hubiese querido que esa narración hu lidad para quien, sólo por el amor desinte biese discurrido interminablemente. Hay resado, había sabido adiestrarlo con arte tánta suavidad en ella, tanto encanto!
de cetrería.
El libro, aún inédito, mostrará a la poe Me he extendido en esta nota como si tisa en otra insospechada faceta de su crea conversara con el autor. me quedan mución literaria. La unidad de esta nueva obla chas cosas por decir. Quiero referirme aún. poética se exterioriza en dos aspectos ga.
aunque precipitadamente, al hondo sentido llardamente estéticos: presencia triunfal de la naturaleza que posee Wyld Ospina, del símbolo en la delicia del amor secreto, a su sentimiento por ella. Releía algunas y perfección cuidadosa de las formas anti.
descripciones con calma, no obstante tirar guas modernizadas; por esto dice, uniendo de mí el argumento, con sus nervios vivos. lo presente a lo pasado: El comienzo de La mala hembra, el valle. Canto a mi azor con lenguas de diamante y no quería salir del valle. Esa naturaleza me recuerda la de mi Cuba: sin fieras y II con flores, sin peñascales ni agrias rocas: llana, fértil, fácil, echando el vaho feme Siempre Juana de Ibarbourou demos nino de su regazo.
tró ser fiel al canon retórico en lo atinen te a las formas poéticas y a su concepción México, junio 19. 1952.
cristiana de la vida, paganamente mística. Emparan 15, Dpto. 43. Ella lo dice simbólicamente: mestizos, negros, blancos, con un vocabulario insistentemente soez; y otra cosa: con el atiborramiento de los modismos y dicharachos, que nos hace ilegibles, ininteligibles los unos para los otros. Bien está, exacto es que se haga en el diálogo, en una situación grotesca, pero no cuando es el autor quien se expresa narrativa o des.
criptivamente, ni tampoco que en el constante hablar aparezca la constante desvergüenza del léxico. Su alma india, la que siente Wyld Ospina, está entera, sin menoscabo, sin artificios ni exageraciones, en La tierra de las nahuayacas; y él no aplebeya el lenguaje ni recarga los americanismos.
Para mí, este escritor tiene este valer y ese valor. Lo vernáculo, para él, no es lo adjetivo: es el sentido, la interioridad, la idiosincrasia o las características de los seres y de las cosas. No tiene miedo al bien decir castellano, para el buen entender de todos y de todo.
Mas lo que todavía me embarga el áni.
mo, es lo último que leí: El manuscrito de Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica