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REPERTORIO AMERICANO 103 SELECTA La Cerveza BIECT COLOURS del Hogar EXQUISITA SUPERIOR EL GREMIO ANTONIO URBANO TELEFONO 2157 APARTADO 480 Almacén de Abarrotes al por mayor San José Costa Rica el gentío fué encabezado por el Prefecto, el Alcalde, el Jefe Provincial, los profesores de los Colegios, el Obispo y empleados de Correos y de la Caja de Depósitos; tras ellos, unos cuantos obreros y curiosos, vivando a un chiclayano que decian haberse sublevado contra el régimen y que traería el progreso de Lambayeque; en el Cuzco los vítores fueron en honor de un cuzqueño, en Trujillo por un trujillano, en Arequipa y en Huancayo por un huancaino. Todos los subordinados de usted, se ñor, confesaron que nunca le habían sido fieles y que eran partidarios desde mucho atrás del nuevo cabecilla. Cuando al tercer día, el lunes, les llegó la noticia de que ningún cambio político había ocurrido, Alcalde y Prefecto, Obispo y empleados, volvieron a juntarse y a recorrer las calles, esta vez portando una efigie de usted, señor, y llamándole Salvador de la Patria. Cómo, pues, tal unanimidad de opiniones desencadenó sangrientos crímenes en aquellas ciudades? En ninguna provincia del país, señor, existe un frente civil contra el militar; aun más, ni siquiera un bando de los gobernados contra el gobernante, y falsea la verdad quien no le haya infor.
mado así. Ocurre que entre las gentes del lugar se han incubado odios y resentimien tos que buscan la mínima válvula de escape, y cuando, por ejemplo, se hallan al comienzo todos muy amigos celebrando a un candidato, paulatinamente, con el sim.
ple ardor o con las copas, renace el cau.
dal de envidia y es entonces cuando sobre vienen las reyertas. Igual sucedió ahora, y ni el gobierno de usted ni la primera causa que investigamos pueden ser los cu!
pables.
Los actuales sucesos son indudablemen te graves. la trágica desaparición de muchas personas debe sumarse el medio centenar de heridos, el millar de prisione.
ros y la consiguiente alarma y desolación de que son presa innumerables pechos; además, no la cifra escueta e impersonal, sino la violencia y el dramatismo con que en Huancayo, por ejemplo, una familia se arrojó a la vía para impedir el paso del tren, y el modo sangriento cómo, en Lima, la temeridad de un amotinado pudo ensa ñarse con la vida de cinco de los mejores hombres de nuestro cuerpo policial. De todas las provincias del interior, repito, nos llegan escenas dignas de un salvajismo caníbal: cadáveres mutilados presen.
ciando una orgía de enemigos familiares, duelos de esposas contra concubinas, de amantes engañados contra amantes enga.
ñados, y que fueron simultáneos con el hervor de las manifestaciones. La oportunidad del desenfreno y del vicio se produjo. La capital exhibe una serie de motines a partir del sábado, una huelga que de los estudiantes ha llegado a los obreros y que va a cundir a los empleados del gobierno y a derrocar de los ministerios a muchos amigos de usted; y de otro lado, la consiguiente campaña de prensa magnificando los hechos, tocando al sentimentalismo. Esta es la realidad. Cuál la conducta a seguir por los poderes del Estado, cuál la respuesta a los ataques que les prodigan sus adversarios, cuál el sistema de acabar con la miseria de las clases explotadas que, según cierto sector, debe implantarse para felicidad total y definitiva? estas preguntas, señor, se nos ha encomendado absolver.
Cualquier investigador partiría del supuesto de una causa política en los actuales sucesos, y echaríase a estudiar el panorama de las diversas facciones, para de cidir cuál de ellas pudo ser la responsable, a cuál de ellas pudo convenirle el trastorno del orden público. Creemos que por tal camino hay suficientes salidas como para resignarse a una más o menos verídica, pero que tal conducta sería absurda por haber desoído las enseñanzas de nuestra historia durante más de un siglo. lo largo de la República, el Perú, y sus conductores como usted, señor, han creído que un móvil puramente social y económico no puede producir trastorno alguno. Con el tiempo, y para el futuro, esto equivale a decir: no debe producir trastorno alguno. Si bien aparentemente las causas son las diferencias de clases y lo intolerable de la actual estructura del Estado, en un más certero enfoque aquellas premisas se derrumban ante la única verdad incontestable: las causas son las de la real estructura humana, independiente del simple vivir en una u otra condición. Para quien ignore las múltiples aplicaciones de esta teoría peruana, citaremos un ejemplo de lo más instructivo. La tarde del lunes, e influida por la prensa, vociferó una muchedumbre contra los culpables de la masacre del sábado; de nuevo, cierre de comercios y, de nuevo, desalojo de empleados que engrosaron sin buscarlo las filas de la manifestación; entonces, como por toda la masa cundiera una falta de móvil, surgió la chispa de un joven que después de corta árenga invitó a arrasar con la policía, cogió de un salto a un guardia y avanzó protegido del escudo contra los demás, en tal explosión de coraje, que fue seguido entre un clamoreo de gigantes.
Muchos tomarían esta actitud como producto del odio al Poder, en tanto que nosotros, los peruanos, fieles a nuestra tcoría, opinamos que en toda naturaleza humana existe la simpatía por el más intrépido, por el más vigoroso, y que el anhelo de vida heroica aprovecha todas las oportunidades, tengan la causa que tuvieren Aquel joven buscó la exaltación por el arrojo de cometer actos que nadie se atrevia a cumplir, deseó la gloria y la calificación de héroe por la masa que, tras él, significaba la humanidad entera. Lo demás fue burdo pretexto. Cómo, pues, señor, hemos de interpretar la actual rebeldía a la luz de este saber tradicional? Hoy como ayer, afirmamos, bajo nuestra responsabilidad de asesores de la Presidencias, que las causas no fueron ni sociales, ni económicas, ni políticas, y que, tras infatigable pesquisa en que se movilizara todo el Bureau de Investigaciones, hemos gozado con la alegria de tener una vez más la razón. Existe un culpable que no es el descontento por el gobierno de usted, que no es la asfixia económica, ni la extraña mezcla de envidia y de odio que pone en el pueblo la burguesía; y nuestro regocijo es doblemente cadioso al comprobar que en el Perú existen móviles sociales bastantes para provocar una rebelión puesto que usted mismo, en pláticas privadas, acepta que las condiciones de vida son miserables, y que (como remedio más leve. un inflexible re.
parto de utilidades entre el Estado y los feudatarios, una merma de la burocracia inútil, el desprecio por la vida sensual y las maquinaciones de los políticos criollos, bastarían para hacerle justicia al pueblo: existiendo, repetimos, grandes razones cociales, sin embargo, cada vez que ocurren estos hechos, se exhiben otras causas como verdaderas y profundas. sea que.
indudablemente, en nuestro país los móviles sociales y económicos duermen en se.
gundo plano, y usted, señor, queda justificado al no darle importancia de acuerdo con nuestra secular historia patria. Confesamos que fué muy arduo ubicar al responsable y doblegar el desconcierto de matanzas y motines por toda la nación.
Como natural respuesta, lo inmediato con(Sigue en la pág. 110. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica