José María Zeledón

56 REPERTORIO AMERICANO Al amparo del dolor, inmenso e inconso lable, poco a poco, y a medida que bullen en mi ser los múltiples pensamientos, mi pluma de estudiante intenta darle forma a la impre.
sión que me causó la siempre y bien noble amistad de Billo Zeledón, quien hoy reposa, tranquilo, sereno, en los regazos acogedores de la madre tierra.
Hoy comprendo que no volveré a oír su voz que otrorà se levantó firme y excitante cuando los gobiernos ruines trataban de burlar la soberanía de los pueblos y el mandato de sus mayorías! Pero su eco siempre nervioso, en mi palpita y no ha de fenecer como siemple emoción del momento. Su conducta de moralista, adornando su figura de exquisito poeta, desde muy temprana edad se dejó tras lucir. Ya hombre en ejercicio de sus derechos no quebrantó su recta línea y la mantuvo firme hasta el final de su vida, a pesar de que muchos malos hombres, mezquinos y majade.
ros, vieron en esa clara mentalidad la fruta apetecible para saciar sus ansias personalistas.
Al mundo literario le legó sus versos, prosas y cuentos de fina pluma. Le cantaba cariñoso a la Naturaleza en ellos.
Billo Zeledón Zeledón como lo conocí (En Rep. Amer. vando en sus manos el pesado carretillo carga do de papayas, o de estiércol después de la limpieza de los corrales. Ese es su descanso! en la sombra de los higuerones o en su mesa de estudio, hace fotos en verso, con tintes humorísticos, para sus familiares y ami gos que lo rodean.
No ha de durar mucho sin embargo, este lapso dichoso donde se creía que la enfermedad cejaba en su empeño destructor: su cuer po desfallecía a momentos, mientras su espí.
ritu, siempre juvenil, luchaba por la existencia prolongada. Las constantes descomposiciones que sufría lo obligaron a permanecer, ya en definitiva, en su lecho de gravedad.
Cierta noche, temprano por cierto, oyo don Ricardo cuando se encaminaba a la habi tación del enfermo, que éste hablaba con al.
guien. Cuál no sería su sorpresa cuando ob.
servó que Billo estaba solo. Le preguntó en tono picaresco que con quién conversaba y aquél le respondió que improvisaba un artículo defendiendo las obras monumentales de Rafael París Steffens, como gobernador de PunJosé María Zeledón tarenas; que Rafael era un noble ejemplo y había que defenderlo.
Avanzada la noche, a pasos gigantescos, cionaria. No calló. Desde su lecho de enfermo sin gemir, el manto silencioso de la muerte lo mandaba sus recomendaciones dictadas con fer acogió en su seno.
vor por su corazón y su mente de hombre exDe puntillas, salió camino hacia la eter.
perimentado por el peso de los años.
nidad, seguido por un cortejo de resplande.
Como lugar de descanso para su cuerpo cientes estrellas, a ocupar su puesto merecido maltratado por las luchas crudas que vivió en en el pedestal en que figuran los hombres de su comienzo el nuevo orden nacional, no titu libre pensamiento y de noble hidalguía. Cada beó en escoger una finca situada a pocos pa nota de nuestro Himno Nacional lleva el resos de Esparta, propiedad de don Ricardo Cal flejo imperecedero de su apostólica talla.
vo, yerno suyo, hombre digno y de magníficas Carlos TORRE dotes intelectuales. Así, pues, lo vemos en Año Liceo José Martí. La Pastora respirando los aires puros de los montes y a ratos con el sudor en la frente lle Puntarenas, julio de 1950. BAIXENCI la Patria, sus ejemplos cívicos que han pasado a las páginas sagradas de la historia na.
cional: sus actuaciones en el Congreso, llevado por un pueblo que lo admiró y hoy le guar.
da cariño, no me dejan mentir en estas líneas.
Amó a los niños y les cantó en sus versos como lo hizo Martí, aun cuando su mente se ocupaba de los destinos futuros de Costa Rica!
La enfermedad que iba minando su salud poco a poco, llegó a serle molesta hasta el punto de tener que abandonar, por recomendación médica, su curul en la Asamblea Constituyente. Con dolor lo hizo porque en ella se discutían, para entonces, los nuevos rumbos que tomaría la República naciente, revoluDos sonetos de Rafael Heliodoro VALLE (En Rep. Amer. Luis Andrés Zúñiga. Eduardo Avilés Ramirez.
En París, esta noche, y en lo mejor del mes, en el cristal del sueño el aire es ambrosia.
Si todo pasa y todo es nada, la alegría de París, es la misma que viste, Luis Andrés.
Cuanto más luminosa, la estrella es más lejana.
Eduardo: nunca es tarde para estar en París, con mi canción de otoño, mi tristeza liviana y mis ganas inmensas de ver la flor de lis.
Estos jardines y esta luz de amor, ya lo ves, te envían su saludo. París aún es de dia!
Los ángeles existen y está la Poesía en su lugar, no importa que el mundo esté al revés.
Aún tiembla en el divino jardín de la mañana el azul más azul en que lanza su bis sobre el granado en flor la alondra shakespeareana, la que escuchó en sus éxtasis melódicos San Luis.
Lutecia antigua y joven eterna por sus rosas, por su sonrisa sobre las almas y las cosas, y lo que nos anuncia para un mundo mejor.
Nuestra amistad se acendra en el vino dorado, más que el tiempo en sus odres. Atrás queda el pasado; hoy sólo es hoy, mañana será el silencio gris.
Venus está dormida en espuma y fragancia, y este año han sido hermosas las cosechas de Francia: dividendos, estatuas sonrientes, vino, amor.
Rubén está en la rosa, Balzac en la sonrisa, y el Amor nos reitera que bien vale una misa, una sola, una misa de amores en París.
Paris, septiembre de 1950. septiembre de 1950. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica