318 REPERTORIO AMERICAN poesías sin título Azul, congoja y más poesía poesía que nadie nunca ha escritoirónica máscara de vida camino hacia el allá, allá y olvido. En Rep. Amer. 6 y Yo no diré que la tristeza es miedo ni que el cielo desgaja sus orillas para ensanchar el paso de los vientos a través de los garfios y los lirios.
Yo no diré que es hambre la aventura ni que el ancia del mundo son los besos, para ir a los mares del anhelo no hacen falta las velas ni los puertos.
Yo no diré que es sombra ese misterio donde nacen aceros y sus filos, la sangre que derrama el pensamiento es la única forma del abismo.
Tristeza o aventura, sangre o miedo, portento de huracán o leve brisa, Los astros preguntando. qué es el fuego? el hombre respondiendo. qué es la vida?
in corazón de azul cantar lejano con rigurosa forma y desvario. táforas de vida y hondos ecos Ulr uando de ansiedad ajeno nido.
Con pausas de verdad y gris de nieve camino hacia el allá, allá y olvido.
Angosta cicatriz de mar burlado con viento, nave y carga y amplio río.
Porque todo será o es o siempre ha sido o nunca ya será materia erguida un grito de protesta con dos letras y doscientos perdones con un signo Un día de tantos yo llegaré a tu alma y te traeré nostalgias no soñadas, comprenderás el tiempo y el silencio de tu pupila blanca. envuelta en el secreto de mi dolor lejano.
Yo llegaré a tu alma y en la sangre arderá un impulso de esperanza como alegría viciada que empezara a confesarse franca.
Mario PICADO UMAÑA Costa Rica. 1951.
Don Argumento Es un cuento de Patricia cox (En Rep. Amer. Azul y gris, presencia.
Uno se ríe y no sabe. Porque el dolor es mástil y la ironía tarde.
La noche cae. mañana, dónde? veces es verdad cuando rasgando una ave abre su pecho el mar.
Uno se ríe y no sabe. Unos ojos cansados con amplitud de bueyes, casi yoguis modernos con progreso, y pereza inmortal estilo Bécquersin preguntar. Qué es esto? Ni espacio, ni temor, nada hay que decir.
Heraldos de tristeza lacerados de ilusión.
Surcos de instantes, agonias de Dios y lo que ha sido.
Ni la espiral del tiempo y de los muertos llega al mar.
La vida sólo trae la vida y la pasión igual.
Asombro!
Nada hay que decir.
El silencio tal vez pronuncie lo de siempre y seguir. Era un hombre amable, sencillo y risueño que llegó un día a la provincia a ganarse el pan a fuerza de luchas y sinsabores.
Fundó un periódico, El Argumento, donde él hacía de todo, impresor, cajista y repartidor, Director Gerente, Agente de ventas y demás personal, que se resumía en su enérgica persona, alentada por un soplo grandioso de trabajo y de pobreza.
En aquellos dos hojitas impresas que ha bía hecho circular entre todo el pueblo algunos lo pagaban y otros no señalaba con indice de fuego las lacras de las autoridades y las faltas a la moral.
Varias veces fué a dar con sus huesos a la cárcel, y la gente lo comentaba sonriendo, con un dejo de lástima y de admiración. Ya Don Argumento está en el bote. Después del encierro, volvía el pobre hombre a la brega con más ardor que antes, colmado hasta la médula de un romántico afán de enmendar errores y con una sed insaciable de justicia.
Las reuniones obligadas eran en la Botica Nueva, la más vieja y prestigiada de las del poblado, con sus estantes llenos a reventar de botes de porcelana artísticamente decorados y que lucían como una presea, los infinitos nombres de reconocidos venenos de celebridad. Allí se vociferaba, se escribían los editoriales entre los concurrentes rebeldes siempre a toda au.
toridad buena o mala; se comentaban los sucedidos escandalosos de aquel pueblo sencillo y mojigato, y se despellejaban las flaquezas ajenas.
De allí salía Don Argumento, bajo el cielo nublado o sereno, a pasearle la calle a Rosita Vilchis, de quien estaba locamente prendado.
Rosita era muy seria, muy callada, muy mujer. Algunas veces había premiado la constancia de Don Argumento con una ve.
lada sonrisa, tan tenue, tan discreta, que Don Argumento no podía afirmar que hubiera sido una prueba de simpatía a sus múltiples atenciones y requerimientos.
Rondaba la calle de esquina a esquina, estirando el cuello para ver la silueta de Rosita bordando a la luz del quinqué, o para escuchar la música que sus dedos angelicales hacían brotar de un piano venerable heredado de la abuela, que sonaba porque existe siempre una ley de misericordia en el mundo para consuelo de los humildes.
Don Argumento suspiraba recargado al poyo del zaguán de enfrente. Algunas veces se atrevió a deslizar bajo las rendijas de la ventana de su dueña, una perfumada carta de amor donde le relataba las torturas de su corazón amante y las esperanzas de ver correspondido su cariño; otras veces, cuando los suscriptores y anunciantes tenían a bien pagarle algo de lo que le debían, el bolsillo de Don Argumento de dicaba una modesta suma para la adquisición de un ramo de flores que colgaba de la reja, mientras tocaba nerviosamente con los nudillos y echaba a correr para ocu!
tarse en la oscuridad y sorprender a Rosita cuando se asomaba a desprender el regalo.
Llegó a atreverse a publicar en las páginas de su periódico versos dedicados a la señora de sus pensamientos, causando la general consternación de todo el vecindario.
Pasaron así los días entre penas y contentos, mezclados el desazón y la esperanza, entre deudas y cárceles, suspiros y noticias, sin dejar ninguna noche sólo por razón de rejas de pasear la calle de Rosita Vilchis. Era un amor a prueba de porfía, como un largo camino que no tuviera fin y en el que solo brillara, lejana y débil, la confianza de un milagro.
El periódico continuaba sus tirajes, atacando firme y tenaz, y un día publicó documentos tremendos en contra de una de las autoridades pueblerinas. Don Argumento fué como de costumbre a pasar una temporada a la prisión sin que nadie se atreviera a visitarlo porque era peligroso.
Encerrado, sin libros, sin amigos, sólo le sostenía la quimera de aquel su amor por Rosita Vilchis.
Por fin un día las rejas se abrieron y Don Argumento caminó por la calle respirando a todo pulmón aquella libertad de la que se le privaba por defender la integridad y la honradez socia. Sus pasos se encaminaron a la calle de su amada. Le pareció más oscura, como envuelta en un velo de soledad y de tristeza. Las ventanas de la casa de Rosita permanecieron sin luz y cerradas.
Escondida visión de abismos hondos sin poder definir su lejanía, cascadas de noches en el día con auroras de estrellas en los fondos.
Espumas dolientes en los lodos del agua que duerme en agonia, caprichos de silencio y de poesía que dibujan amor de blancos modos. volver a soñar altares ciegos en la inmensa beatitud de la montaña con las manos en árboles de ruegos y las hojas caidas sin acento cual si fueran reflejo de una extraña limosna de lágrimas al viento.
Lo supo por sus amigos. Rosita se había Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica